En el año 2010, se inició otra conferencia mundial, la mil y una, en defensa del medio ambiente.
Como de costumbre, los exterminadores de la naturaleza le recitaron poemas de amor.
Ocurrió en Cancún.
Mejor lugar, imposible.
A primera vista, Cancún es una tarjeta postal, pero esta vieja aldea de pescadores se ha convertido, en el último medio de siglo, en un moderno y gigantesco hotel de treinta mil habitaciones, que en el camino de su prosperidad ha aplastado los médanos, los lagos, las playas vírgenes, los bosques vírgenes, los manglares y todos los obstáculos que la naturaleza oponía a su exitoso desarrollo. Hasta la arena de las playas ha sido sacrificada, y ahora Cancún compra arena ajena.
Capítulo para el 30 de noviembre del libro Los hijos de los días de Eduardo Galeano.-