En cada fiesta patria, el pueblo argentino comparte una receta tan particular como especial: el locro. Se trata de una suerte de guiso de origen prehispánico, típico de varios pueblos andinos que basaban gran parte de su dieta en el maíz, los porotos y la papa.
En la Argentina, su consumo se origina en el Noroeste y Cuyo y, a lo largo del tiempo, se fue extendiendo al todo el país.
Se lo cocina a fuego lento y su preparación tiene un sinfín de variaciones, todas a base de productos vegetales. Sustancioso y nutritivo, el locro aporta gran cantidad de nutrientes al organismo y es un plato típico del invierno, con un significado cultural importantísimo que se mantiene a lo largo del tiempo entre los consumidores argentinos.
Es vital que las personas presten atención a su preparación con el fin de evitar la contaminación cruzada. Se denomina así a la transferencia de microorganismos o agentes patógenos de alimentos crudos a alimentos cocidos listos para el consumo, lo que provoca su insalubridad.
La preparación de este típico plato argentino demanda productos de origen animal y vegetal como patitas de cerdo, carne de ternera, chorizo colorado, panceta ahumada, tripa gorda, maíz blanco, porotos, y garbanzos entre otros. Por ello, además de comprar alimentos en establecimientos habilitados hay que tener en cuenta utilizar utensilios y tablas diferentes para cortar de forma discriminada la carne o verdura en su elaboración.
Estos detalles tan simples marcan la diferencia para un consumo seguro cuidando la salud de la familia.