El autor de esta nota, Daniel Tirso Fiorotto (*), rescata el aporte de dos centros de estudio de Larroque y Paraná, para comprender la probable fusión nuclear. Nuevas fuentes de electricidad con tecnología cara, probada en las superpotencias; discusión mundial sobre termoeléctricas, y un llamado regional a la austeridad.
¿Podremos imitar al sol en la superficie de la tierra? ¿Obtendremos así una energía que encaje dentro de las llamadas “sustentables”, es decir, sin mayores riesgos y residuos?
La novedad del día nos presenta esos interrogantes. Dice que China logró crear una temperatura de 100 millones de grados, en su camino hacia la fusión nuclear, una iniciativa energética muy distinta de la energía nuclear más desarrollada, de fisión, que como sabemos ha sumado detractores por sus riesgos y desechos.
Dentro del mismo proyecto que involucra a China, se está construyendo en Francia un reactor mayor aún, con el propósito de alcanzar los 150 millones de grados dentro de cinco años. Eso equivale a superar varias veces la temperatura del sol, ni más ni menos, pero claro: no con la masa del sol, de ahí que el calor no llegue a afectarnos.
Los estudios son realizados dentro del proyecto Iter, en el que intervienen la Unión Europea, Japón, Estados Unidos, Corea del Sur, la India, Rusia y China. El reactor llamado Tokamak creado en Rusia es el vehículo de las pruebas.
La Argentina padece gravísimos problemas energéticos: el abastecimiento deficitario y de fuentes agotables, el derroche, el costo elevado para las familias, los riesgos de la extracción de petróleo y gas por fractura hidráulica, los costos ambientales de los represamientos de ríos de llanura, el uso con fines energéticos de superficies aptas para la producción de alimentos, por sólo enumerar algunos ejemplos. De modo que estamos atentos a lo que hace el resto del mundo con problemas similares.
“Traición” de Lovelock
Ni combustibles fósiles ni fisión nuclear: fusión, es la propuesta, y la novedad es el entusiasmo de China por esta tecnología en la que están ocupadas las potencias.
El tema es central en las preocupaciones de la humanidad, y nosotros no somos una isla.
El consumo actual de combustibles fósiles es una irresponsabilidad. Y el avance en la investigación sobre energía nuclear ha recibido un espaldarazo inesperado de personas que en su momento lideraban la revolución verde como es el caso de James Lovelock, el autor de la famosa Hipótesis Gaia que ve la tierra como un organismo donde la misma vida es generadora de vida y equilibrio.
Lovelock cumplirá 100 años de edad en julio. Propone el uso en paz de la energía nuclear, sin más vueltas. Eso impactó entre ecologistas, que lo admiraban, y lo acusaron de traicionar la causa. Él en cambio sostiene que los irresponsables son aquellos que no ven el riesgo actual, de colapso energético en las ciudades, con resultados catastróficos. Según el británico ya es tarde para lamentos. No es hora de enfrentar el cambio climático sino de adaptarse, porque el consumo de petróleo nos empujó a una situación irreversible por el crecimiento urbano.
Y bien: fuera de esta discusión, lo cierto es que la energía nuclear sigue su proceso y no sólo en la tecnología de la fisión, que Lovelock defiende, sino por el lado de la fusión, con promesas de menos riesgos. Promesas, claro, como todas las tecnologías que luego, en la práctica, nos muestran su lado oculto.
Desde que Lovelock aseguró que no hay modo de reemplazar al petróleo sino es con energía nuclear, la energía eólica ya aporta el 30 % del consumo en Uruguay, por caso. Pero a no engañarse: la proporción se refiere al consumo eléctrico, no el conjunto. El transporte y la producción siguen dependiendo del petróleo, en todos lados.
Es cierto que cada país tiene sus riquezas y planes, y resulta evidente que no hay una sola receta para todos. En la Argentina el crecimiento de la energía eólica es también importante. Para diciembre de este año 2019 las energías eólica y solar aportarán el 12% del consumo de energía eléctrica, mientras que hace cuatro años sólo representaban el 2%. Es bueno reconocerlo, pero insistimos: habla de las redes, no del conjunto, en donde dependemos absolutamente de los combustibles fósiles.
Empezar por la austeridad
En junio de 2014, hace un lustro ya, dos centros de estudio entrerrianos publicaron un cuaderno titulado “La energía, un repaso desde el litoral”, en el que pusieron el acento en la diversidad de fuentes posibles, y con ventaja para los servicios regionales y no concentrados; y se detuvieron también en los avances de la fusión nuclear. Viene al pelo un repaso, cuando esta semana China dio la nota en esa línea.
El texto, redactado por el paranaense Fortunato Calderón Correa y el larroqueño Norberto María Fiorotto, y con participación de miembros de los dos centros de estudio de la provincia, señala (en contraposición a Lovelock) los peligros de la fisión nuclear, y el problema de los desechos, y apunta a los estudios sobre la fusión que, por supuesto, está en veremos pero nos da noticias como la del reactor de China. Hay que decir, claro, que de lograr la fusión a proveer de energía al mundo por esa vía hay un largo trecho.
Aquel ensayo publicado en los llamados “Cuadernos de Ñe’e nandí”, se refiere además a experiencias con biodigestores, parques eólicos, energía calórica, energía química, electricidad, energía mareomotriz… Y no descarta el uso de sistemas amigables con la naturaleza como el aprovechamiento del caudal de los ríos, sin represamientos.
Lo distinto del documento de los panzaverdes radica en que no elude problemáticas básicas, planteadas con el interrogante ¿energía para qué? Mientras la mayoría de los especialistas empieza la discusión por el lado de la producción o el aprovechamiento de la energía, los estudiosos del litoral señalan en cambio el consumo. El documento repite quince veces la palabra austeridad, al punto que un cuaderno sobre la energía, empieza con esta frase: “Esta obra trata de la austeridad, como condición necesaria para dar un margen de posibilidad a las energías alternativas que no aceleren la degradación de la sociedad humana”.
Huir de los lujos
“Distanciada del mundo austero y de la naturaleza y la armonía y la complementariedad, distanciada del vivir bien (sumak kawsay, tekó porá), la modernidad colabora en el agotamiento de las fuentes de energías que el planeta no recupera y que van en franco declive”, dice el ensayo.
“La modernidad se ha enviciado en posponer el abordaje y la superación de los problemas, y los problemas se apilan hacia el futuro. El sistema exige un uso despiadado de la energía, que tomó el atajo del combustible fósil aun sabiendo que es pan para hoy y hambre para mañana, y que al borde de un agotamiento anunciado halló una “tabla de salvación” en la fractura hidráulica, con riesgos extremos para los acuíferos profundos, la red de ríos y arroyos, la salud, el paisaje, la estabilidad, porque entre sus probables consecuencias no se descartan los movimientos sísmicos”.
“Una vida arraigada en la verdad, libre y auténtica, es austera necesariamente, huye de los excesos, de las extravagancias, de los lujos, de los rebuscamientos y complicaciones inútiles, del consumismo, y valora cada cosa más por lo que es y menos por su utilidad. Semejante vida no necesita hacer dispendios escandalosos, obscenos, de la energía que necesitan otros meramente para conseguir agua o preparar la comida y no necesita ocuparse por instaurar la igualdad ni la justicia porque ellas están implícitas en aquello donde semejante vida arraiga. Vivir bien no es hacer alarde de poder ni de capacidad de consumo ni dispendio de energía”, se lee.
Con agua de mar
En el capítulo sobre la energía nuclear, los entrerrianos reconocen los esfuerzos en el mundo para “hacer viable la fusión nuclear, la misma reacción de transformación de hidrógeno en helio que se produce en el centro del sol… Se procura un reactor que haga posible la fusión del deuterio (²H) y el tritio (³H), ambos isótopos del hidrógeno, una reacción que generaría gran cantidad de energía, helio y un neutrón”.
Con eso apuntan la condición de casi inagotable del sistema de fusión, si se lograra, porque se trataría de generar energía con hidrógeno, es decir, con agua de mar, así de sencillo.
“Para obtener la cantidad de energía que producen por esta vía cinco gramos de deuterio y tritio, se necesita casi una tonelada de carbón", comparan los autores.
Luego aclaran: “en la Tierra existe suficiente deuterio para abastecer durante miles de años los reactores de fusión nuclear; pero casi no hay tritio, por lo que se debería producir artificialmente. Se ha propuesto usar sales de un metal llamado litio, que cuando es irradiado con neutrones genera una reacción de fisión nuclear en la que se produce tritio y helio. Entonces el reactor de fusión produciría tritio a partir del litio pero no desechos radioactivos”.
“La fusión nuclear suele presentarse como una panacea de la energía. Abunda el deuterio, pero del tritio se habla poco, no hay tritio y hay que fabricarlo a partir del litio. El litio es relativamente abundante en la corteza terrestre pero no en concentraciones de mineral que hagan sustentable su extracción, salvo en algunos lugares como los salares de la Puna de Atacama. Pero ahora que se usa más en las baterías, su precio aumenta de manera exponencial. No es difícil imaginar lo que ocurrirá si llega a necesitarse en las centrales de fusión. Además su explotación minera también es un problema adicional”.
Fusión no es fisión
La breve obra publicada por el Grupo de Reflexión Ambiental Mingaché y la Junta Abya yala por los Pueblos Libres reconoce otro problema: cómo contener el reactor en que se produciría una reacción solar dentro del planeta. “Cuando sale el sol y la luz inunda el mundo, saludamos sin saberlo una monumental reacción nuclear ante nuestra vista. Por ahora no hay cómo trasladarla a la tierra y domesticarla para usar su energía. Por ahora –insisten los entrerrianos-, todos los reactores nucleares son de fisión nuclear. Utilizan elementos pesados como el uranio. Al fisionarse sus átomos se producen grandes cantidades de desechos radiactivos. Un reactor de fusión (en cambio) no rompería los átomos sino que los uniría sin producir residuos”.
“Dentro de medio siglo el costo de la energía producida por la fusión, si se resuelven los problemas técnicos involucrados, será comparable al de la energía que producen los reactores de fisión o las usinas alimentadas con petróleo, gas o carbón”, dice el texto y subraya el poder del tritio: “un reactor de fusión nuclear de tres mil megavatios necesitará 500 gramos de tritio por hora”.
“El estrangulamiento energético… impulsó un plan de extensión de la energía nuclear en la Argentina. Pero se trata de centrales de fisión, con todos los inconvenientes conocidos. Las posibilidades de la fusión son todavía teóricas. Una central construida con los recursos técnicos actuales debería tener el tamaño de una ciudad como Rosario.... ¿e incluiría el uso de fisión como detonante?”, se preguntan los autores.
Reciente y antigua
“La electricidad se produce en centrales eléctricas, que transforman una forma cualquiera de energía en electricidad. Puede ser la energía mecánica de una caída de agua en las centrales hidroeléctricas, la combustión de fuel oíl o gas natural en las centrales térmicas, la combustión del carbón o la fisión del núcleo de elementos radiactivos en las centrales nucleares. La energía nuclear –agregan Calderón Correa y Fiorotto- es la más reciente descubierta por el hombre, pero la más antigua y esencial en el universo. Toda la energía que usamos, incluida la de nuestro cuerpo, tuvo origen en las reacciones nucleares del centro del sol, en la reacción que consiste en transformar hidrógeno en helio”.
“El problema de la energía nuclear es que incorpora a nuestro entorno peligros y residuos inevitables que no existían antes y que no queremos ni necesitamos, y con los que no sabemos qué hacer. Chernobyl, Fukushima y tantos otros casos menos publicitados son síntomas de la enfermedad. Ese problema técnico del destino de los residuos no está resuelto y no sabemos cuándo ni cómo se resolverá. Las ‘soluciones’ que ha recibido, como enclaustrar el material radiactivo en grandes contenedores de cemento enterrados, son precarias y pueden terminar peor que en Chernobyl”.
Ritmos naturales
Y bien: las naciones poderosas marchan hacia la fusión nuclear, para reemplazar a la fisión y a las otras fuentes. Les falta mucho todavía. Tal vez a la petróleo-dependencia actual le suceda una diversidad de fuentes, no sabemos. Como no podemos predecir con qué nos alumbraremos dentro de veinte años, en caso de que el otro desarrollo nuclear (para la guerra) nos permita estar vivos dentro de veinte años ¿no?
Pero es cierto que, como dicen los autores del cuaderno, si nos aferramos a la austeridad todo saldrá mejor sincronizado con los ritmos y ciclos de la naturaleza, y eso depende menos de las fuentes que de los consumidores. ¿Qué disposición tendremos para bajar un cambio? ¿Votaremos a un candidato que nos hable de austeridad?
Tirso Fiorotto (*) es periodista, escritor e investigador. Fuente: diario Uno.