Por Marilina Scarlata*, especial para AIM.- La Patagonia argentina es muy buena productora e incluso comercializadora de miel, tanto en el país como en el mundo. Sin embargo, se están registrando algunas situaciones que indican la desaparición de colmenas, tal y como está sucediendo en todo el mundo.

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"Sumale miel a tu vida" es el lema con el que la secretaría de Agroindustria de la Nación junto a los miembros del Consejo Nacional Apícola, llevaron adelante la cuarta campaña nacional para promover el consumo de miel, entre el 14 y el 20 de mayo pasado, en virtud de los beneficios que brinda a la salud.

Reconociendo el significativo valor alimenticio y medicinal de la miel, es imprescindible rescatar a sus productoras -las abejas- del daño que están sufriendo posiblemente en concordancia con los cambios negativos que se están produciendo en el clima y en los ambientes terrestres y acuáticos, en todo el mundo.

Sabemos que es un producto natural elaborado por las abejas, insectos sociales que viven agrupadas en enjambres, en espacios conocidos como colmenas. No obstante, de las casi 20.000 especies de abejas que existen, muchas son solitarias o poco sociales, y sólo 5 de esas especies son melíferas, es decir productoras de miel.

La composición química nos devela la presencia de un 80 por ciento de glucosa y fructosa, 18  por ciento como máximo de agua y el resto es sacarosa y otros compuestos relacionados con la misma elaboración natural (cera, resinas, sales inorgánicas). De modo que lo primero que se puede decir a partir de estos datos, es que tiene un intenso sabor dulce.

En el panal construido exactamente hexagonal con cera segregada por las abejas obreras, se almacena la miel y el polen, que luego apicultores especializados en la tarea, se encargan de cosechar. El sabor y dulzura de cada miel obtenida, dependen del tipo de flor que le dio su néctar. Éste es un líquido dulce porque contiene alta concentración de sacarosa – nuestro conocido azúcar- y es producido en el fondo de las flores, al igual que el polen, por lo tanto, algunas abejas obreras recolectan néctar y otras polen, cuando visitan y succionan flores.

El polen es un polvo fino que encierra las propiedades de fecundación de las flores. Está enriquecido en sustancias nutritivas como vitaminas, minerales y aminoácidos, por eso es un alimento nutritivo, también para las abejas.

Se sabe que hay muchas plantas que tienen pequeñas flores verdes sin ningún aroma, y el transporte del polen es efectuado por el aire, es el viento el que lo dispersa y llega por casualidad a otras flores de la misma especie (y a nuestros órganos sensitivos provocando a veces alergia). Esta forma es común en la meseta Patagónica.

Y hay otras plantas que poseen flores llamativas y de colores brillantes, o con un perfume fuerte y atractivo o ambas cosas a la vez. Solamente estas flores producen néctar y reciben por lo tanto la visita de las abejas melíferas. Esa es la natural razón de ser del olor perfumado: justamente atraer a las abejas para que las ayuden a reproducirse. Entre abejas y plantas hay reciprocidad laboral.

El perfume proviene de los aceites esenciales que fabrican las plantas, que es transportado por el aire y así detectado por las abejas; también con el aroma se protegen de algunas enfermedades y ahuyentan depredadores. Y los aceites son mezclas de varios compuestos químicos que dan el perfume característico a las flores, y también a los frutos, la corteza del árbol, sus hojas y sus semillas. Se pueden extraer por métodos como la maceración, el prensado, la extracción con solventes orgánicos volátiles y por destilación. Es labor de la Fitoquímica.

Existe una larga lista de plantas melíferas, denominadas así al igual que las abejas por servir de materia prima para la elaboración de la miel. Mencionaré algunas, abundantes en territorio patagónico, por ejemplo en la cordillera, es el caso de las acacias, abetos, abedules, sauco; en el valle Inferior del rio Chubut hay álamos, olmos, parras, eucaliptos, lavanda, rosales, ciruelos; en las bardas hay arbustos como el tomillo, y la lista continúa.

Ahora bien, las colmenas están siendo amenazadas tanto en Argentina como en el mundo. En el Centro de Investigación en Abejas Sociales de Mar del Plata -único en el país dedicado a esta actividad- los investigadores indican que desde el año 2000 se detecta la muerte de abejas de un día para otro, a causa de un síndrome que en el hemisferio norte denominan “Síndrome del colapso de las colonias” (CCD las siglas en inglés), y del cual todavía no han podido detectar detalles, aunque manejan algunas hipótesis y trabajan en el desarrollo de curas naturales de recuperación de colmenas, sin impacto en las propiedades de la miel, para que pueda seguir siendo un alimento.

Las colonias estarían siendo afectadas probablemente por alguna de las tres razones que sostienen en el Cias: la proliferación de un ácaro, o por el desarrollo de un hongo parásito, o por el uso descontrolado de agroquímicos. El manejo de sustancias ajenas a los ecosistemas en los que viven las abejas está produciendo cambios en los ambientes y por lo tanto la pérdida de la diversidad floral, sustento de este grupo de insectos.

El acierto sería lograr el retroceso de las causas que estarían provocando este daño irreparable, acompañando iniciativas que favorezcan el cuidado de los ambientes naturales, sin contaminación, ni deforestación, entre otros aspectos.

En una de sus frases más célebres, Einstein avisó: “sin abejas sólo quedarían 4 años para la Humanidad”.

* Prof. Esp. en la Enseñanza de las Ciencias Naturales Marilina Scarlata

Directora de divulgación científica de la Asociación de Amigos de Parques Nacionales.