En Sala Mayo, se realizó hoy una jornada de trabajo sobre espacios de cuidados y normativas vigentes en adultos mayores, organizado por la Municipalidad de Paraná y el Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia, constató AIM. Al estar Entre Ríos tercera en el ranking nacional de incremento de este grupo etario, es de suma importancia el trabajo en políticas de cuidado en beneficio de las vejeces.
En Entre Ríos, la tercera provincia del país con mayor incremento poblacional de adultos mayores (a partir de los 60 años), este grupo etario alcanza casi el 16 por ciento de los habitantes entrerrianos, cuando el porcentaje promedio a nivel global es del 11 por ciento, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Natalia Osuna, subsecretaria de Desarrollo Humano de la Municipalidad confirmó que se trató de un trabajo conjunto con municipios de los departamentos Victoria y Diamante “fortaleciendo las políticas públicas que se desarrollan en cuanto a vejez” y que de este modo “podemos dejar plasmado en la mesa lo que cada una de las reparticiones hace”, ya sean áreas o residencias. Agregó que “intercambiar experiencias de distintos lugares es muy positivo”.
Las políticas de cuidado abarcan aquellas acciones públicas referidas a la organización social y económica del trabajo destinado a garantizar el bienestar físico y emocional cotidiano de las personas con algún nivel de dependencia. Estas políticas consideran tanto a los destinatarios del cuidado, como a las personas proveedoras e incluyen medidas destinadas a garantizar el acceso a servicios, tiempo y recursos para cuidar y ser cuidado, además de velar por su calidad mediante regulaciones y supervisiones.
En nuestra sociedad, donde se tiende a valorar a las personas por su vinculación con la capacidad de producir o de acumular riqueza material, el paradigma a emular resulta ser el de la juventud, sana, fuerte y productiva. En sentido inverso, se ha cargado de signos negativos a la ancianidad, asociándose a la enfermedad, la incapacidad y la improductividad; y sobre la base de esta valoración negativa estereotipada se han generado toda clase de actitudes y prácticas discriminatorias, desde el aislamiento en el seno de la familia, a la falta de respeto en la vía pública, o el maltrato en las instituciones.
Todos los seres humanos potencialmente son sujetos de cuidado a lo largo del ciclo de vida: de allí que pueden también recibirlo personas que sin ser dependientes, no pueden total o parcialmente cubrir por sí mismos sus necesidades de cuidados.
La persona mayor que acompañamos puede requerir ciertos apoyos para realizar las actividades de la vida diaria. En este punto, es importante diferenciar entre independencia y autonomía para no anularla.
Aunque exista algún tipo de dependencia es fundamental respetar la autonomía en la persona, su capacidad de valerse por sí misma, de tomar sus propias decisiones.
En un contexto marcado por profundos cambios culturales y demográficos, que incluyen la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, cambios de las estructuras familiares, los tradicionales arreglos de cuidado se resienten y agotan. Por ello, el envejecimiento progresivo de la población requiere complejas y mayores necesidades de cuidado y la ampliación de la noción del cuidado como un derecho a ser demandado.
Ante la denominada crisis del cuidado, la necesidad de respuestas públicas en esta materia se ha vuelto urgente, demanda de mucha reflexión e insta a los Estados a seguir revisando políticas y nos interpela también como sociedad, familia, ciudadanía, para poder mancomunar esfuerzos y poner en visibilidad las brechas todavía existentes, para trabajar en pos de las vejeces.