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Salud y Bienestar
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Aditivos sintéticos en los alimento

Algunos aditivos  tener en nuestro organismo efectos perniciosas, especialmente los aditivos sintéticos en comparación con los naturales. El libro ‘Los aditivos alimentarios. Peligro’ de Corinne Gouget señala especialmente a dos: el aspartamo, codificado en Europa con el número E951, y el glutamato monosódico, con el E621.

Foto ilustrativa.
Foto ilustrativa.

El aspartamo es un edulcorante no calórico empleado en refrescos y comida “light”. Algunos estudios han apuntado a las negativas consecuencias que puede tener en nuestra salud. La Fundación Ramazzini de Oncología y Ciencias Ambientales, con sede en Italia, publicó, en 2005, en la revista Environmental Health Perspectives los resultados de un exhaustivo trabajo donde, a partir de la experimentación con ratas, señalaba los posibles efectos cancerígenos del aspartamo para el consumo humano. El informe concluía que el aspartamo es un agente carcinogénico potencial, incluso con una dosis diaria de 20 miligramos por kilogramo de peso, muy por debajo de los 40 miligramos por kilogramo de peso de ingesta diaria aceptada por las autoridades sanitarias europeas. La Fundación Ramazzin concluía que era necesario revisar las directrices sobre su utilización y consumo. Sin embargo, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (Efsa, por sus siglas en inglés) hizo caso omiso a dichas conclusiones y, siguiendo la pauta habitual con los informes científicos críticos, desautorizó el trabajo. No olvidemos, los lazos estrechos de la Efsa con la industria alimentaria y biotecnológica y cómo, por ejemplo, su presidenta en la Agencia Española de Seguridad Alimentaria es Ángela López de Sa Fernández, exdirectiva de Coca-Cola.

El glutamato monosódico, por su parte, es un aditivo potenciador del sabor muy utilizado en fiambres, hamburguesas, mezclas de especias, sopas de sobre, salsas, patatas fritas, chucherías. Estos últimos, muy consumidos por los más pequeños. En el año 2005, el catedrático de fisiología y endocrinología experimental de la Universidad Complutense de Madrid Jesús Fernández-Tresguerres, uno de los 35 miembros de la Real Academia Nacional de Medicina, publicó en los Anales de la Real Academia Nacional de Medicina los resultados de un largo trabajo donde analizaba los efectos de la ingesta de glutamato monosódico en el control del apetito. Las conclusiones fueron demoledoras: su ingesta aumentaba el hambre y la voracidad en un 40 por ciento e impedía el buen funcionamiento de los mecanismos inhibidores del apetito, con lo que contribuía al incremento de la obesidad y a partir de ciertas cantidades se consideraba podía tener efectos tóxicos sobre el organismo. Algunos han llegado a denominar esta sustancia, informalmente, como “la nicotina de los alimentos”.

Más allá del aspartamo y del glutamato monosódico, otros aditivos se han mostrado también perjudiciales para la salud humana, y han acabado siendo retirados del mercado. En 2007, la Comisión Europea prohibió el uso del colorante rojo 2G (E128), utilizado mayoritariamente en salchichas y hamburguesas, al considerar, después de una reevaluación de la EFSA, que éste podría tener “efectos genotóxicos y carcinógenos” para las personas. La anterior evaluación toxicológica se había realizado 25 años atrás. Otros estudios han señalado como la mezcla de algunos colorantes, a menudo utilizados en refrescos y “chucherías”, combinados con la ingesta de otros aditivos presentes a la vez en estos productos provocaría hiperactividad infantil. Así concluía un estudio sobre aditivos alimentarios publicado en la revista The Lancet, en 2007: “Los colores artificiales o el conservante benzoato de sodio (o ambos) en la dieta provocan un aumento de la hiperactividad en niños de 3 años y en niños de entre 8 y 9 años”. El maravilloso y duro documental francés "Nuestros hijos nos acusarán", nos recuerda, como señala su título, la responsabilidad que tenemos.

La agricultura ecológica, en cambio, prescinde de estos aditivos químicos de síntesis, colocando en el centro de la producción de alimentos la salud de las personas y la del planeta. ¿Quién puede considerar, visto lo visto, que la agricultura y la alimentación industrial, intensiva y transgénica es más respetuosa con las personas y el medio ambiente que la ecológica? Ustedes deciden.

Por Esther Vivas, escritora y periodista española. Autora de diversos libros sobre movimientos sociales y políticas agrícolas y alimentarias.

 

 

Aspartamo

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