Hablar de gordofobia es hablar de la discriminación hacia un tipo de cuerpo que se sale del canon estético actual. Las personas que sufren esta discriminación son señaladas por ello e invisibilizadas al mismo tiempo.
El canon estético dominante durante las últimas décadas ha dado lugar a un tipo de discriminación hacia los cuerpos gordos que ha sido acuñada con el término de gordofobia.
La obsesión por la búsqueda de la belleza no es nada nuevo. Si algo nos ha enseñado la historia del arte respecto al canon estético es que es cambiante y variable. Desde las Venus de Willendorf y sus formas voluptuosas allá por la prehistoria, pasando por las Gracias de anchas caderas y piel pálida que Rubens retrataba en el Renacimiento y continuando con los cuerpos peligrosamente encorsetados de las mujeres victorianas.
Desde la aparición y la popularización del cine y los medios de comunicación de masas y su facilidad para llegar a más público, el canon ha ido evolucionando con más intensidad y variabilidad. Los cuerpos delgados y rectilíneos de aquellos locos años 20. La vuelta a los cuerpos curvilíneos de las femme fatale del cine negro. Los cuerpos aniñados de las Lolitas de los años 50. La delgadez extrema de las pasarelas de los años 90.
Así, hasta llegar a donde nos encontramos hoy en día. Un canon que para las mujeres está caracterizado por delgadez y vientre plano combinado con volumen en labios, pechos y nalgas; mientras que para los hombres las exigencias están la altura, la musculatura corporal y la falta de grasa en el abdomen.
La idea inflexible de belleza, el caldo de cultivo de la discriminación
Normalmente, la manera en la que se presenta socialmente el canon belleza a seguir es una idea rígida, inflexible y uniforme. El modelo de canon es uno solo y desviarse del mismo puede suponer, como ocurre en la obesidad, un motivo de discriminación.
Esta forma de percibir el cuerpo como algo estático, que no cambia pese a cumplir años, donde no caben la grasa, las arrugas, las canas, los granos o el pelo, supone dejar fuera a la mayoría de las personas que habitamos en este planeta.
Este ideal de belleza inflexible afecta a nuestra percepción-tanto a la de nosotros mismos como a la de los demás-. De forma pública, afecta a nuestra forma de vestir, a las situaciones en las que podemos sentir que nuestro físico se está juzgando o exponiendo y a la relación que establecemos entre nuestro cuerpo y las demás personas o contextos. De forma privada puede afectar a nuestra autoestima y a nuestra relación con la ropa, la comida y el ejercicio.
El movimiento body positive persigue flexibilizar el modelo de belleza, dando cabida a la diversidad de cuerpos y formas que podemos encontrar. Poniendo el valor de la belleza no en acercarse o alejarse de una “norma”, sino en que todos, siendo cada uno de nosotros únicos y diferentes, podamos disfrutar de los mismos derechos que los demás, sin importar la altura, los kilos o el color de nuestra piel.
Los múltiples brazos de la gordofobia
Aunque puede estar vestida de preocupación por la salud, este estigma va más allá de mero indicador de un cuerpo saludable. La gordofobia condiciona la vida de quién la sufre y está presente de forma sigilosa en muchos momentos del día a día. A veces, toma forma de mirada, otras de comentario dañino vestido de buenas intenciones y deseos, otras simplemente la discriminación se quita su disfraz y aparece de la forma más pura y dañina.
Los mensajes discriminatorios pueden llegar por todos los flancos: amigos, familias, publicidad, profesionales de la salud, medios de comunicación, redes sociales, cine, moda, etc. Como una gota de agua que cae siempre en el mismo lugar, las primeras no harán daño, mientras que las últimas dolerán incluso antes de caer. Día tras día, mensaje a mensaje, por muy inocentes o bienintencionados que estos parezcan, pueden ir erosionando la autoestima de las personas que los reciben.
Las heridas de esta discriminación pueden enquistarse en nuestra vida, produciendo un gran dolor emocional cada vez que el dedo ajeno o el propio la toca. Cuando esto sucede y ese dolor toma forma de vergüenza, ansiedad, dificultades para tomar decisiones o problemas de alimentación, es cuando tenemos que revisar esa inflexibilidad que hemos hecho nuestra para ir aprendiendo a relacionarnos con el cuerpo, la comida, los demás y nosotros mismos de forma más flexible y sana.
El malestar no lo causas tú, pero está en tu mano elegir desde dónde te vas a relacionar con él
Imagínate que estás caminando por el monte y, de repente y sin venir a cuento, alguien te empuja a un río cercano. No ha sido culpa tuya estar ahí, desde luego que no lo has elegido, pero el caso es que ahora mismo te estás mojando y está en tus manos salir ese río.
Algo parecido pasa con la gordofobia y el malestar que nos genera el canon estético. No hemos elegido el canon actual, ni la influencia que ha tenido en nosotros, sin embargo, podemos elegir desde dónde queremos relacionarnos con este malestar y hasta qué punto le vamos a dejar que interfiera en nuestra vida.
Algunas personas ven su vida completamente paralizada por estos pensamientos y sentimientos negativos respecto a su cuerpo. Incluso es posible que existan personas que se apropien de ese malestar y se culpen por sentirlo.
Déjame decirte algo importante: no es culpa tuya, tu cuerpo no está mal hecho, no tienes por qué esconderlo o justificarlo. No has cometido ningún error por vivir en el cuerpo que habitas. Si alguna vez te han discriminado por tu peso y tu talla, ha sido injusto y, seguramente, doloroso.
Es válido sentir ese dolor, esa herida. Da igual la forma de nuestro cuerpo, gracias a él podemos disfrutar, sentir placer, alegría, emocionarnos, reír hasta llorar, querer y que nos quieran. Mirarnos a nosotras mismas con autocompasión y ser conscientes de que nada malo hay en nuestro cuerpo será un paso importante para aprender a relacionarnos con nosotros y con los demás.
Educación, compasión y respeto
Las ideas y los pensamientos echan raíces tan profundas que pueden confundirse con la realidad. Sin darnos cuenta podemos estar caminando a ciegas, sin mirar el sendero de lo real, guiados por nuestros miedos y pensamientos en lugar de por nuestros sentidos.
El canon estético, la gordofobia y la importancia de la belleza están tan arraigados a nivel individual y social que podemos movernos por la idea de esa belleza, de esa norma, en lugar de por la realidad que percibimos día a día.
Un buen ejercicio para relacionarnos con nosotros mismos y con los demás es trabajar la compasión hacia el otro y hacia uno mismo, escuchar sus vivencias y repasar las propias. Pararnos a reflexionar sobre cómo estas nos afectan y nos limitan. Hablarnos a nosotros mismos como si hablásemos con nuestro mejor amigo y tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen a nosotros mismos.
Estos pensamientos y emociones guían nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos y nuestro entorno. La contemplación de lo bello reclama por el bien de nuestra salud, una mirada más amplia y plural.
Quedarnos en lo estético, identificar el valor de una persona por un número o una talla es reduccionista, simple y dañino. Está en la mano de todos evitar la gordofobia, la discriminación por el cuerpo y la violencia estética se siga expandiendo y afectando a la calidad de vida de quien la sufre.
Fuente: La Mente es Maravillosa-.
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