Saltar menúes de navegación e información institucional Teclas de acceso rápido

El clima hoy en:

-

- -

El dólar hoy: (BCRA)

$986,5 / $1026,

Salud y Bienestar
Salud y Bienestar

Chocohólicos: La verdad sobre la adicción al chocolate

“Puedo renunciar a todo menos al chocolate” es una frase que todos hemos escuchado (o quizá pronunciado) alguna vez. La palabra chocohólico se usó por primera vez en 1968, una combinación de chocolate y alcohólico, para referirse, un poco de broma, a las personas que dicen ser adictas al chocolate.
En España, durante las primeras semanas del confinamiento por el coronavirus, el consumo de chocolate y otros dulces aumentó hasta en un 50 por ciento según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Pero en realidad no hay ninguna prueba de que el chocolate sea adictivo. Es cierto que contiene sustancias bioactivas como el triptofano o la feniletilamina, que podrían influir en el comportamiento, pero no hay pruebas de que sean sustancias que provoquen síndrome de abstinencia. En realidad, la supuesta adicción al chocolate tiene mucho que ver con su contenido en azúcar. Poca gente dice ser adicta al chocolate amargo con un 99 por ciento de cacao.
También hay una creencia extendida de que los antojos, como el chocolate, son una señal de una deficiencia nutricional. Sin embargo, se ha comprobado que la mayor parte de las veces no es así. En realidad, el chocolate no contiene altos niveles de nada en lo que podamos ser deficientes.
Una de las explicaciones más habituales de los antojos de chocolate es la deficiencia de magnesio, algo que mirando con más detalle no se sostiene. Se calcula que necesitamos 300 mg de magnesio al día, y mucha gente es deficiente en este mineral. Es cierto que en una tableta de 100 g de chocolate negro hay 146 mg de magnesio (aunque solo la tercera parte si es chocolate con leche). Pero podemos obtener la misma cantidad de magnesio de un plato de espinacas, y los antojos irresistibles de espinacas no son un fenómeno común.
Por otro lado, se justifica que el chocolate sea un antojo tan común porque tiene altas cantidades de feniletilamina, una molécula que hace que el cerebro libere neurotransmisores asociados al bienestar, como la dopamina y la serotonina. Pero muchos otros alimentos contienen feniletilamina en cantidades mucho mayores, como por ejemplo el yogur, y no se nos antojan tan a menudo. Además, cuando comemos chocolate, una enzima descompone la feniletilamina, por lo que no alcanza el cerebro en cantidades significativas.
Los antojos funcionan en realidad por respuesta condicionada, un fenómeno conocido por los experimentos de Ivan Pavlov con perros, que después de escuchar una campanilla justo antes de comer durante semanas, terminaron por salivar solo con el sonido de la campanilla, sin que hubiera comida presente. Lo mismo ocurre con la comida en los humanos. Si asociamos ver una película con comer palomitas, sufriremos un antojo irresistible de palomitas en esos momentos, que no tendrá nada que ver con una deficiencia de sodio.
Por otro lado, los antojos de chocolate son dos veces más frecuentes en las mujeres que en los hombres, lo cual no tendría sentido si se tratara de una adicción química. Los cambios hormonales que se producen durante la menstruación se utilizan a menudo para explicar esta diferencia. En EE.UU. se calcula que el 45 por ciento de las mujeres sufren antojos de chocolate, la mayoría de ellos asociados a la menstruación.
Pero cuando se estudiaron los antojos en mujeres comparando diferentes días del ciclo, se pudo observar que los antojos tenían que ver con conductas potencialmente inadaptadas relacionadas con el peso y la alimentación y estaban relacionados con un mayor índice de masa corporal, una elevada restricción dietética, menor control consciente sobre la ingesta y más culpa asociada al consumo de chocolate.
Este es precisamente otro factor importante, la idea de que el chocolate está muy bueno, pero es una golosina y engorda, y por tanto hay que comerlo con moderación. Esta ambivalencia empeora las cosas: si se intenta restringir la cantidad de chocolate, aumenta el deseo de comerlo, con lo que pasa de ser una apetencia a convertirse en un antojo. Aquí es donde mucha gente prefiere culpar al chocolate de “ser adictivo” en sí mismo para explicar su incontinencia.
Para terminar de apoyar la hipótesis de que la adicción al chocolate es cultural y aprendida basta con mirar las diferencias entre los antojos de las mujeres occidentales y aquellas que provienen de otras zonas del mundo, especialmente Asia, donde el chocolate no forma parte de la cultura tradicional.
En un estudio con mujeres inmigrantes en EEUU se pudo comprobar que aunque los antojos de chocolate asociados a la menstruación afectaban a un 32,7 por ciento de las mujeres nacidas en aquel país, descendía al 17,4 por ciento para las mujeres inmigrantes, que en su mayoría procedían de países asiáticos, y era menor cuanto más se identificaban con su cultura de origen y menos con la cultura estadounidense de adopción.
El chocolate está muy bueno, pero si no puedes parar de comer, no puedes echarle la culpa al chocolate.
El chocolate contiene varios componentes biológicamente activos (metilxantinas, aminas biógenas y ácidos grasos similares a los cannabinoides), todos los cuales pueden causar conductas anormales y sensaciones psicológicas paralelas a las de otras sustancias adictivas.
Estos resultados sugieren que cada incremento del contenido de azúcar del chocolate aumenta sus efectos psicoactivos. Estos resultados amplían nuestra comprensión del atractivo del chocolate y su capacidad única de provocar una respuesta alimentaria adictiva.
El condicionamiento pavloviano sin duda juega un papel importante en la etiología del deseo de comer. Se argumenta aquí que aprender a reconocer los alimentos asociados a una consecuencia gratificante aumenta el valor de incentivo de estos alimentos. Esta es una noción importante, ya que significa que no se pueden anhelar alimentos de alto contenido calórico con los que no se está familiarizado.
Se informó de un 28,9 por ciento (n=28) de antojos menstruales, que se asociaron a comportamientos y actitudes potencialmente inadaptados relacionados con el peso y la alimentación, como un mayor índice de masa corporal, una mayor restricción dietética, un control menos flexible de la ingesta y una mayor culpa asociada al consumo de chocolate.
Sin embargo, los intentos de restringir la ingesta provocan que el deseo de comer chocolate se haga más evidente, una experiencia que luego se califica como un antojo. Esto, junto con la necesidad de dar una razón de por qué resistirse a comer chocolate es difícil y a veces fracasa, puede, a su vez, llevar al individuo a una explicación en términos de adicción (por ejemplo, “chocoholismo”). El aumento (“provocar el deseo de más”) se produce durante un episodio de alimentación, en lugar de precederlo, y se experimenta cuando el comensal trata de limitar el consumo antes de que se haya saciado el apetito por la comida.
Las mujeres inmigrantes de segunda generación y las nacidas en el extranjero que apoyaban el deseo de chocolate menstrual informaron de una aculturación estadounidense significativamente mayor y de una menor identificación con su cultura nativa que las que no lo eran.
ElDiario.es.-

adicción al chocolate chocolate

Dejá tu comentario sobre esta nota

Artículos Relacionados

Teclas de acceso