La cocaína es una de las drogas más conocidas y nombradas en la actualidad. A veces se asocia con el estatus social o la fiesta, pero… ¿Sabemos realmente qué es esta sustancia? ¿Cuáles son los efectos de la cocaína en el cerebro? ¿Cómo afecta a corto y a largo plazo? ¿Es reparable el daño cerebral tras el consumo prolongado? A continuación, damos respuesta a todas estas cuestiones.
¿Qué es la cocaína?
La cocaína es una sustancia que tiene un potente efecto estimulante en nuestro sistema nervioso central.
La cocaína tiene origen natural, procede del arbusto o planta de la coca y era para los Incas una planta sagrada. En las zonas donde crece de forma espontánea, sus hojas eran masticadas para obtener energía durante el trabajo en las minas y en el campo, o para tratar el llamado “mal de altura”, que aparecía en las subidas desde las llanuras hasta los altos, y que consiste en el malestar por la falta de oxígeno que aparece en zonas de gran altitud.
Consumida de esta forma, la cantidad de cocaína absorbida por nuestro organismo es reducida y apenas se registran consecuencias negativas -excepto problemas bucales-.
El principio activo de la sustancia, denominado cocaína, se aisló a finales del siglo XIX y fue utilizado con fines medicinales sirviendo como anestesia local, para fortificar el corazón o mejorar las funciones digestivas, así como remedio para la gripe, el estrés o el alcoholismo. Incluso Sigmund Freud publicó un estudio en el que valoraba positivamente el uso de la cocaína en el tratamiento de la depresión o el nerviosismo.
Fue a principios del siglo XX cuando se comienza a registrar los efectos de la cocaína en el cerebro, su gran poder adictivo de la cocaína y las consecuencias adversas tales como las intoxicaciones mortales, las convulsiones o la conducta psicótica, haciéndose ilegal en Estados Unidos en 1914.
Según el proceso químico al que es sometida la hoja de coca se obtienen diferentes derivados. Por ejemplo, dos de ellos son la cocaína base (o crack) y el basuko (o pasta base), que generalmente se fuman mezclados con tabaco u otras sustancias.
La forma más conocida, denominada popularmente como cocaína o farlopa, es el polvo blanco o clorhidrato de cocaína. Su consumo puede llevarse a cabo inyectándose en la vena, aunque se realiza principalmente esnifándola por la nariz, en forma de “rayas”. La absorción y llegada al cerebro es muy rápida.
Según el informe anual del Observatorio Europeo de las Drogas del año 2015 “la cocaína es la droga estimulante ilegal más consumida en Europa” y estima que unos 2,3 millones de jóvenes entre 15 y 34 años consumieron cocaína en el último año. Además, este informe concluye que España, junto con Reino Unido y Francia, son los países que más consumen esta sustancia dentro de la UE.
Más concretamente, según datos de la encuesta sobre alcohol y otras drogas en España 2013/2014 (Edades), la edad media de inicio de consumo de cocaína se encuentra en los 21,3 años y, las diferencias según el género apuntan a que el consumo en hombres es 3,5 veces mayor que en las mujeres.
La parte favorable de este informe, nos dice que el consumo de cocaína sigue una tendencia que disminuye desde el año 2007.
Efectos de la cocaína en el cerebro
Nuestro sistema nervioso central, cuyo órgano principal es el cerebro, está formado por neuronas que se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos o químicos para transmitir mensajes cargados de información de nuestro entorno o del interior de nuestro cuerpo. Se encargan del funcionamiento del resto de sistemas y órganos, así como de llevar a cabo funciones mentales superiores tales como el aprendizaje, la memoria, la conducta, o la relación con el medio exterior y con nuestro cuerpo.
Las neuronas forman una red de conexiones a lo largo de todo el sistema nervioso, pero no están unidas entre sí. Entre ellas existe un hueco llamado espacio sináptico a través del cual pasan unas sustancias químicas llamadas neurotransmisores y que actúan como mensajeros que van llevando mensajes de una neurona a otra. Existen diferentes tipos de neurotransmisores, según el tipo de mensaje que transmiten.
¿Cómo afecta la cocaína al cerebro? La dopamina es el neurotransmisor que más afectado se ve durante el consumo de cocaína –y otras drogas como el alcohol o la heroína-. La dopamina está presente en la regulación del comportamiento emocional (por ejemplo, en la felicidad o el estrés), en la regulación de los movimientos y en funciones mentales superiores como la memoria, la conducta o la motivación. Esta sustancia también juega un papel muy importante en lo que se denomina el sistema de recompensa del cerebro, es decir, en la sensación de placer que nos produce nuestro cerebro ante determinadas situaciones o sustancias como la comida, el sexo o, en este caso, la cocaína.
Lo que hace la cocaína en nuestro cerebro es impedir que la dopamina sea capturada por las neuronas y por ello, en el espacio sináptico, se acumula gran cantidad de este neurotransmisor y así, aumentan las funciones que están directamente relacionadas con la dopamina.
Efectos inmediatos de la cocaína
Los efectos inmediatos de la cocaína, dependen de distintas variables. Por ejemplo, con la forma de consumirla, con las características de la persona que la consume o la cantidad de veces que la ha consumido, es decir, la costumbre o falta de costumbre de nuestro cuerpo a la sustancia química.
En general, cuando se esnifa, el efecto puede durar entre 30 minutos y tres horas, dependiendo de la calidad de la cocaína o el tamaño y cantidad de las rayas.
La cocaína hace que se reduzca el tamaño de las venas -es vasoconstrictora- y por ello se da un aumento de la presión arterial y aparecen palpitaciones o taquicardia. También hace que suba la temperatura corporal y que se dilaten las pupilas.
Muchos de los efectos inmediatos de la cocaína estarán directamente relacionados con las funciones en las que está implicada la dopamina. Así, aparece un estado de excitación motora, de intranquilidad o agitación en los movimientos –de ahí que un síntoma claro de que alguien ha consumido es el movimiento rápido y repetido de la mandíbula- y aumenta el nivel de actividad de la persona, que se encuentra en estado de alerta o vigilancia.
Aparecerán también cambios en el estado de ánimo: sensación de euforia, sensación de energía o de falta de cansancio, insomnio y disminución del hambre.
La cocaína afecta también a las funciones mentales superiores: provoca hiperactividad verbal –es decir, las personas hablan mucho y muy rápido- y también del pensamiento –aparecen muchas ideas o pensamientos seguidos-, así como una falsa sensación de agilidad mental.
Y por supuesto, la cocaína actúa sobre las regiones de cerebro que se encargan del placer.
Cabe decir, que a medida que los efectos y la euforia van desapareciendo, aparece un “bajón” que en ocasiones hace que las personas se encuentren irritables, tristes, deprimidas o confusas.
Efectos a medio y largo plazo del consumo de cocaína
Los consumidores habituales de cocaína, no solo el llamado cocainómano sino también las personas que consumen durante los fines de semana, experimentan cambios más estables en su cuerpo, su cerebro y su personalidad.
La cocaína modifica esos sistemas de nuestro cerebro encargados del placer, la motivación y las recompensas, y su consumo a la larga hace que los consumidores tengan menos capacidad para experimentar placer de forma natural a través, por ejemplo, del sexo, el deporte o la comida, y hace también que, con el tiempo, sean menos sensibles a las sensaciones agradables y a las emociones. Por este motivo resulta tan sumamente adictiva.
¿Qué otros efectos produce el consumo de cocaína el cerebro? Su consumo está relacionado con el aumento de los pensamientos y en general de la actividad mental, pueden aparecer trastornos psíquicos como ideas paranoides (por ejemplo, que alguien nos persigue) o cuadros psicóticos. Pueden aparecer también alteraciones en la percepción: por ejemplo, la aparición de sentimientos de referencia a uno mismo con contenidos de crítica o reproche que pueden provocar temor incontrolable; o cambios en la intensidad de la percepción de los colores, así como conductas y movimientos repetitivos o bruxismo.
La cocaína también afecta al cerebro produciendo cambios emocionales. A largo plazo pueden aparecer cambios bruscos de humor, agresividad, trastornos de ansiedad o depresión.
El consumo de cocaína durante mucho tiempo, además de daños cerebrales y efectos negativos en el sistema neurológico, provoca también daños físicos como alteraciones cardiovasculares. También aparecen daños específicos según la forma de consumo. Por ejemplo, al esnifarse, puede aparecer pérdida de olfato, sangrado de nariz o incluso la perforación del tabique nasal; y al consumirse inyectada, pueden aparecer enfermedades por infección muy relacionadas con a esta vía, como la hepatitis o el Sida.
¿Es reparable el daño cerebral producido por la cocaína?
Abandonar el consumo de una sustancia como la cocaína es posible.
Cabe resaltar que el síndrome de abstinencia que se produce al dejar la cocaína es menos agresivo a nivel físico que el que aparece con otras sustancias. Sin embargo, todo lo relacionado con el contexto social y el hábito de consumo es muy relevante. Por ello, el tratamiento de elección consiste generalmente en integrar los abordajes farmacológico y psicológico a nivel individual, familiar y en terapia de grupo.
Cuando nuestro cerebro se ha acostumbrado a la presencia de la cocaína en él, deja de generar neurotransmisores como la dopamina que, en circunstancias normales, produce de forma natural.
Las neuronas, zonas o sistemas cerebrales dañados tras el consumo prolongado necesitan readaptarse a la nueva situación y mediante la intervención farmacológica, que actúa sobre los receptores cerebrales, y la intervención psicológica que actúa sobre la motivación y sobre la aceptación de sensaciones y pensamientos que provocan un malestar en la persona que ya no tiene la droga en su cuerpo, se van reparando las estructuras cerebrales así como la recuperación de las funciones cerebrales alteradas por la cocaína.
Fuente: CogniFit – Salud, Cerebro y Neurociencia.-
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