La culpa, la vergüenza y el orgullo son emociones que se relacionan con el sentido de yo y que surgen a partir de una serie de evaluaciones y atribuciones internas.
Experimentar vergüenza a la hora de dar nuestra opinión, sentir culpa por aquello que un día hicimos u orgullo por un logro conseguido… Cualquiera de los ejemplos anteriores corresponde a una serie de emociones en las que existe una evaluación relativa al propio yo y que en el ámbito de la psicología se han denominado emociones autoconscientes.
Se trata de estados emocionales que tienen una serie de características comunes, pero que también presentan unos rasgos específicos según como se evalúe la conducta y la atribución que se haga de la misma. Profundicemos.
Las emociones autoconscientes
En los últimos años, las emociones han cobrado protagonismo, ya no son las grandes olvidadas, sino todo lo contrario. No obstante, aún nos queda mucho por descubrir sobre ellas.
Si bien es cierto que existen bastantes estudios sobre las emociones básicas y la inteligencia emocional, no sucede lo mismo con aquellas en las que su variabilidad y complejidad es mayor, como es el caso de las emociones autoconscientes.
Pese a todo, el interés sobre este tipo de emociones ha aumentado de forma progresiva y ya existen modelos teóricos sobre ellas. Así, según los diversos estudios realizados, las emociones autoconscientes comparten una serie de características importantes:
Son emociones secundarias. Esto quiere decir que surgen a partir de la transformación de otras más básicas.
Son emociones complejas. Es necesario el desarrollo previo de ciertas habilidades cognitivas, como una noción del yo o autoconciencia, es decir, es necesario que exista una diferencia entre el yo y los demás.
Son emociones sociales. Aparecen en contextos interpersonales.
Son emociones morales. Este tipo de emociones son fruto de la interiorización de valores, normas y criterios culturales a partir de los cuales se establece qué es correcto y qué no a nivel comportamental. Además, son fundamentales como elementos motivadores y controladores de la conducta moral junto con la empatía.
Por ejemplo, la culpa y la vergüenza son capaces de inhibir conductas consideradas como inmorales o de facilitar aquellas catalogadas como altamente morales, ya que, al no hacerlo, se experimentaría una gran vergüenza o culpa. Por otro lado, el orgullo estaría asociado con la buena acción y el reforzamiento resultante de acciones similares en el futuro.
Otro dato importante a tener en cuenta es que a pesar de que este tipo de emociones son consideradas como autoconscientes, los diversos autores que han investigado sobre ellas afirman que la autoevaluación que se realiza no tiene por qué ser consciente ni explícita.
Aspectos diferenciales de la culpa, la vergüenza y el orgullo
A pesar de los rasgos que comparten las emociones autoconscientes, también existen ciertos aspectos que las diferencian. Cada una de ellas surge ante un evento determinado, tienen una experiencia subjetiva particular y conllevan una serie comportamientos distintos.
Michael Lewis ha desarrollado un modelo que explica las emociones autoconscientes a partir de dos variables:
1. La evaluación positiva o negativa de la propia conducta.
2. La atribución interna (global o específica) que se hace sobre la conducta.
Según el autor, evaluamos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones como éxitos o fracasos según una serie de reglas, estándares y metas, tanto a nivel cultural como personal. Y sobre ellos, llevamos a cabo atribuciones internas, es decir, reflexionamos a qué se deben.
Si consideramos que el éxito o el fracaso se debe a nuestro yo en su conjunto, la atribución interna sería global y si consideramos que es debido a un pensamiento, acción o sentimiento determinado, sería específica. Y partir de ahí, surgiría una u otra emoción.
Además, todo este proceso depende tanto de influencias culturales como de variables personales. Por esta razón, una misma acción puede ser considerada como un fallo por una persona y un éxito por otra y lo mismo ocurre con las atribuciones, las cuales podrán ser globales o específicas dependiendo de la persona.
A continuación, explicamos las características principales de este tipo de emociones según la perspectiva de Lewis.
Culpa y vergüenza, emociones con autoevaluaciones negativas
Cuando experimentamos vergüenza realizamos una evaluación negativa del yo a nivel global. Deseamos escondernos o desaparecer porque percibimos que hemos hecho el ridículo y lo único que queremos es librarnos de ese malestar. De hecho, experimentamos cierta confusión mental, pero deshacerse de ese estado emocional no es tan fácil como reparar una acción determinada, por lo que recurrimos a mecanismos como el olvido o la reinterpretación de lo sucedido.
Por otro lado, la culpa surge de una evaluación negativa del yo, pero a nivel específico, es decir, por una acción concreta. Nos sentimos culpables por algo que hemos hecho, pensado o sentido, porque hemos hecho daño. Sin embargo, en este caso no se interrumpe la acción, la culpa conlleva conductas para reparar esa acción y librarse así del estado emocional experimentado, además de una reflexión sobre cómo actuaremos en un futuro.
Lewis considera a la culpa como menos destructiva y más útil que la vergüenza, debido a la implicación de medidas correctoras.
Orgullo y hubris, emociones con autoevaluaciones positivas
El orgullo surge a partir de una evaluación positiva del yo de carácter específico. Cuando experimentamos orgullo, lo hacemos porque nos sentimos satisfechos por una acción propia. Al ser un estado emocional placentero es muy probable que nuestra tendencia sea intentar reproducirlo de nuevo.
Michael Lewis en su modelo explicativo sobre las emociones autoconscientes hizo referencia también a una disposición de la personalidad, más que a una reacción emocional, para referirse a un orgullo exagerado: hubris. Se trata de una emoción que no está lexicalizada en inglés ni en el castellano común y que se origina a partir de una evaluación positiva a nivel global que se encuentra asociada al narcisismo en casos extremos.
Cuando una persona experimenta hubris, se encuentra muy satisfecha consigo misma, por lo que intentará mantener ese estado, aunque no resulte tan fácil. Además, suele estar asociado a un sentimiento de superioridad, razón que provoca el rechazo de los demás.
Conclusiones
¿Qué pensamos cuando sentimos vergüenza? ¿a qué atribuimos nuestro orgullo o por qué experimentamos culpa? ¿reconocemos el estado de hubris en algún momento de nuestra vida? Como hemos visto, si algo diferencia a las emociones autoconscientes es el proceso de desarrollo que las caracteriza relacionado con la evaluación del propio yo. Algo que podemos comprobar en nuestro día a día cuando las experimentamos.
Sin embargo, aún queda mucho por investigar sobre este tipo de emociones tanto a nivel personal como social, como por ejemplo hasta qué punto el orgullo y la hubris suelen ser emociones positivas y cuándo se transforman en estados emocionales con consecuencias negativas.
El universo emocional es apasionante, pero no deja de ser complicado y en ocasiones misterioso, debido a que está sujeto por un gran número de variables y aspectos. Aun así es fundamental su estudio porque nos facilita el estudio y la comprensión de nuestra esencia, un aporte más para completar la respuesta a uno de nuestros grandes interrogantes: ¿cómo funcionamos?
Gema Sánchez Cuevas para La Mente es Maravillosa.-
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