La vecindad con los Estados Unidos, peligrosa para México, vuelve al tapete en momentos en que las dificultades internas del imperio, ya indisimulables, lo inducen a desparramar guerras por el mundo.
México ha sido amenazado con una intervención militar directa porque allí se fabricaría fentanilo, la droga de diseño que está arrasando con la juventud estadounidense, sobre todo los marginales.
En una reunión después de la amenaza con la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, y con el secretario de Estado, Antony Blinken, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, adaptó a la circunstancias la frase atribuida al dictador Porfirio Díaz en el siglo XIX: "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos".
La cambió para los oídos de los yanquis por “Bendito México, tan cerca de Dios y no tan lejos de Estados Unidos.” A Porfirio no le habría gustado el cambio, pero Porfirio terminó tras 35 años dictadura "positivista" por cansar a los mexicanos, que lo obligaron a renunciar y lo mandaron a morir en París.
Hace dos siglos, México tenía frontera con el imperio de los zares en California, donde los rusos, a la vista de la declinación del poder español, instalaron un fuerte para abastecer a Alaska, que era parte de Rusia.
Fronteras móviles
Actualmente, entre México y Rusia hay 10.000 kilómetros, una muestra de la movilidad de las fronteras con el tiempo. En el medio, están los Estados Unidos y el Canadá, dos representantes modernos de la angloesfera, dos descendientes del imperio británico.
Y también en el medio, en sentido temporal, está la guerra en que Estados Unidos "podó" a su favor el territorio mexicano y se quedó con dos millones de kilómetros cuadrados.
Desde mediados del siglo XIX, California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah, y parte de Colorado y Wyoming pasaron a ser estadounidenses gracias a la guerra.
El paraíso perdido
También en el camino, recluidos en reservas, quedaron los habitantes originarios de las praderas norteamericanas, que vivieron en el paraíso durante miles de años hasta que llegaron los "carapálidas" del otro lado del mar.
El oro de California fue el anzuelo que desplazó a miles de aventureros del Este al "Far West", del Atlántico al Pacífico. Fue una conquista brutal convertida en leyenda, falsificada por Holywood en las películas de "cowboys" que hicieron las delicias de niños de todo el mundo durante décadas.
Gerónimo, su hermana "Apache Juana de Arco", Toro Sentado, Caballo Salvaje, Pocahontas, Nube Roja, Cochise, la exploradora Sacagawea, son algunos nombres a los que concedieron el heroísmo o la sabiduría tras ubicarlos en la barbarie en el registro histórico de los Estados Unidos, donde fue tan cierto como en la Argentina que el único indio bueno es el indio muerto.
De esos "bárbaros", los estadounidenses actuales han recogido algunas perlas, como la ecológica "no hemos heredado el mundo de nuestros padres, sino lo hemos tomado prestado de nuestros hijos". O "el dinero no se come" a la vista de la conducta desquiciada de los blancos. O el que invita a no ir detrás de alguien que quizá no sea un adalid, ni adelante de quien no quiera seguirnos, sino a caminar junto a él.
El fentanilo avanza
Hace pocas semanas, el senador republicano por la Florida, Marco Rubio, de origen cubano, propuso al gobierno de Washington intervenir militarmente en México para combatir la producción de fentanilo allí mismo donde se produce, según él.
Es decir, un nuevo episodio que puede resultar como el que en 1848 terminó con el tratado de Guadalupe Hidalgo y la mitad del territorio mexicano en poder de los Estados Unidos.
El problema que según Rubio justificaba la intervención directa del imperio en su patio trasero es el arrasamiento de amplias capas de población juvenil que está produciendo el fentanilo, que de acuerdo con las estadísticas mata a más de 100.000 estadounidenses por año.
Como es habitual, ante un problema interno, el poder estadounidense ubica un origen externo y se apresta a intervenir por la fuerza para resolverlo. El imperio no tiene amigos, solo vasallos o quizá admiradores incondicionales, nunca iguales.
El problema del fentanilo es mundial, pero máximo en los Estados Unidos. Su gobierno no se pregunta por qué allí más que en otros sitios. En lugar de eso, amenaza con llevar a México su ejército junto con la salud, la democracia y la libertad, y además genera la sospecha de que la cuna del fentanilo está en Asia, en particular, China.
El fentanilo es un opiáceo sintético de la familia de la morfina, entre 50 y 100 veces más potente. Su creador, el belga Paul Janssen, la sintetizó junto a su equipo de colaboradores en la década de los 60 del siglo pasado.
La finalidad de Jenssen era combatir el dolor en las etapas posteriores a algunas intervenciones quirúrgicas. No sabía que algunas décadas después sus intenciones se hundirían en una política oscura que trata de mantener a la población sobrante dopada y dependiente, anestesiada y estúpida, lejos de toda rebeldía, hasta eliminarla y convertirla en estadística y en justificación de intervenciones militares.
El fentanilo disminuye el dolor a dosis bajas y sigue siendo usado por su potencia analgésica, pero una dosis de apenas dos miligramos es potencialmente mortal.
No tardó en llegar la prescripción irresponsable y el negocio de la droga a ocupar el terreno. No solo empezaron a contarse los muertos entre los marginales que viven en las calles de Los Angeles sino que el fentanilo se convirtió en arma de guerra.
En 2017 produjo el 60% de las muertes relacionadas con opiáceos en Estados Unidos y Canadá
Ya en los inicios de la modernidad, el médico y alquimista suizo, Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, Paracelso, sostuvo que la diferencia entre un medicamento y un veneno es la dosis.
La sobredosis de fentanilo, que debe administrarse en cantidades ínfimas para que tenga efecto terapéutico, provoca aumento de la presión arterial y cese de la respiración.
Los opiáceos, drogas similares a la morfina, tienen una actividad sobre el sistema nervioso central similar a las que éste genera naturalmente, las endorfinas.
En 1972, cuando ya era ampliamente usado en Europa, la Administración Nacional de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos aprobó el uso del fentanilo.
Pero no tardaron en producirse muertes por sobredosis porque se empleaba fuera del control médico y del uso como analgésico.
Se fabrica sin mucha sofisticación y se necesitan dosis pequeñas, es lo que los narcotraficantes necesitan. Lo están fabricando en laboratorios clandestinos y lo venden mezclado con heroína, cocaína o anfetaminas, lo que lo hace más peligroso.
En los Estados Unidos, dos de cada tres muertes por sobredosis están relacionadas con un opiáceo, cada vez más con el fentanilo. La epidemia de sobredosis en Estados Unidos está provocando alrededor de 200 muertes por día.
La naloxona es un antídoto contra el fentanilo; en dos o tres minutos restablece la respiración normal de los que se están asfixiando; pero la muerte es tan rápida que los servicios de salud, aunque acudan de urgencia, no suelen llegar a tiempo.
Un diario de Los Ángeles da una semblanza de la situación en las calles, entre los indigentes cada vez más numerosos: "Partes de Los Ángeles se han convertido en escenarios de desesperación, con hombres y mujeres escuálidos tumbados en aceras, acurrucados en bancas y desplomados en callejones. Algunos se acurrucan fumando la droga, otros se la inyectan".
De la Redacción de AIM.
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