El yaguareté es el felino más grande del continente americano y el tercero del mundo. Sin embargo, este imponente animal se encuentra aún en peligro de extinción. Tal es así que en Argentina quedan menos de 250 ejemplares que viven en tres zonas del país: las selvas de montaña (yungas) de Salta y Jujuy; en una extensa zona que une a Chaco, Formosa y Santiago del Estero y en Misiones.
El dato alentador es que, desde la Red Yaguareté, una fundación sin fines de lucro que lleva adelante sus acciones para la preservación de la especie en estos territorios, indicó que de las tres regiones la tierra colorada es la que presentó un aumento en la población de estos felinos en los últimos años.
“Lo más interesante de la selva misionera es que es la única de las tres poblaciones argentinas que mostró señales de recuperación, sobre todo en el bloque norte donde hay mayor control de la cacería”, celebró Nicolás Lodeiro, director ejecutivo de la fundación, en diálogo con El Territorio.
Desde la Red Yaguareté se llevan adelante diferentes líneas de acción para evitar que la especie desaparezca, como lograr la convivencia entre el animal y la ganadería con la colocación de cercos electrificados con paneles solares que los ahuyenta cuando quieren depredar las vacas de los ganaderos de las zonas lindantes a las áreas protegidas y así evitar que los maten, lo que sucedía a menudo años atrás.
Otro peligro de muerte al que se enfrenta este felino es el atropellamiento por exceso de velocidad en las rutas que atraviesan áreas protegidas y parques. Desde la asociación vienen trabajando en la propuesta de que en estos tramos el máximo sea de 60 km/h para que estos incidentes no ocurran con ninguna especie de la biodiversidad que tiene Misiones.
“Hicimos propuestas para bajar las velocidades en la ruta 12 que llega a Puerto Iguazú, la 101 sobre todo en el tramo que cruza con la 12 hasta el aeropuerto de Iguazú, la ruta provincial 19 que cruza el Parque Provincial Urugua-í y otras rutas de menos densidad de fauna silvestre como la ruta 2 llegando al Moconá”, enumeró Lodeiro.
En esa misma línea, señaló: “Hicimos estudios durante dos años con radares propios y comprobamos que el 97 por ciento de los vehículos viola la velocidad máxima establecida en zonas y en épocas normales hay que tener en cuenta que pasan hasta cinco vehículos por minuto”.
Sin embargo, una de las amenazas más latentes a las que se enfrenta es la caza furtiva o de esparcimiento -como prefiere llamarla Lodeiro- sobre todo de cazadores que cruzan al monte misionero desde Brasil a la Reserva de la Biosfera Yabotí, por ejemplo.
“El desafío más grande que tenemos, para que Misiones vuelva a ser el paraíso de la fauna, es terminar con la cacería. En Misiones hay algunas especies que están más complicadas que el yaguareté, como la harpía, el zorro pitoco, el pato serrucho o la nutria gigante, que es una especie que hace casi 50 años no se tiene registros. Esto es por la cacería, no por otra cosa, si no se la combate la fauna siempre va a estar disminuida y camino a desaparecer”, alertó. En esa misma línea sostuvo que en el Parque Provincial Urugua-í ocurre lo mismo y que el cuerpo de guardaparques no da abasto para controlarlo.
“En la Biosfera de Yabotí trabaja el Grupo de Operaciones de Selva (GOS) y se encuentran con campamentos en la frontera con Brasil, como es un río que se puede cruzar fácil, se arman tours de caza de esparcimiento con profesionales que están establecidos hace años. Cuando se arman operativos los reciben a balazos, es gente de un país vecino que viene a cazar al nuestro y nosotros no estamos interviniendo”, se lamentó.
Cámaras trampa
Amboty, Iru y Mombyry son los apodos de algunos de los ejemplares de yaguareté que identificó la fundación a través de alrededor de 30 cámaras trampa que están instaladas en los parques provinciales Salto Encantado, Moconá, Esmeralda, Puerto Península y en la reserva militar de este último lugar, así como en propiedad privada.
Estas cámaras trampa del Programa de Monitoreo Poblacional del Yaguareté es uno de los instrumentos que más utilizan para saber dónde están, cómo evolucionan y cómo se comportan a lo largo del tiempo ya que se activan ante el paso de los animales y los documenta con video y fotografías.
Fuente: El Territorio.-
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