Cambiar para mejorar la salud, asentar nuevos hábitos o crecer profesionalmente. ¿Te has dado cuenta de lo que nos cuesta llevar a cabo estos procesos? Hay factores que nos lo impiden y que te gustará conocer para desactivarlos. ¡Te los explicamos!
El cambio de comportamiento es un proceso de ingeniería psicológica que requiere la intervención de un artefacto cognitivo y emocional muy particular: la mente. Pocos procesos resultan tan complejos como frustrantes. ¿Has intentado asentar el hábito de ir al gimnasio, pero te rindes a los pocos días? ¿Desearías mejorar tu carácter y lo ves casi imposible? Todo esto te lleva a cuestionar por qué cuesta tanto cambiar.
Lograr que una transformación de comportamiento se quede a largo plazo de manera efectiva no es algo sencillo. No lo es, en primer lugar, porque al cerebro le cuesta asumir los cambios. Él siempre preferirá la homeostasis, es decir, que todo permanezca en equilibrio y que no varíe. Sin embargo, nuestro progreso como seres humanos, incluso nuestro bienestar, requiere asimilar nuevos hábitos.
Cambiar para alcanzar nuestra mejor versión, conquistar propósitos y sentirnos mejor es algo que todos deberíamos promover. Para lograrlo, nos será de utilidad conocer esos enemigos psicológicos que imposibilitan integrar conductas y actitudes diferentes. Porque este mecanismo requiere algo más que valor: demanda de nosotros nuevas herramientas mentales.
En ocasiones, aunque estemos pasando por una situación adversa, no encontramos los mecanismos para el cambio. Hay factores psicológicos inconscientes que refuerzan el mantenernos inmóviles.
El cambio siempre requiere movilizar múltiples recursos psicológicos.
Si hay algo que promovemos desde la psicología es el cambio en el comportamiento para favorecer mejoras de las personas. Ofrecemos mecanismos con el fin de que, por sí mismas, den el paso al bienestar, al logro de metas saludables. No obstante, la evidencia nos dice que nuestro el cerebro está dominado por mecanismos inconscientes que dificultan la integración de nuevos hábitos.
Una investigación de la Universidad de Vermont, por ejemplo, destaca un punto importante. Cambiar un comportamiento es un proceso complejo y muy inestable, es decir, hay recaídas, pasos atrás y abandonos. No poder mantener de forma sostenida esas nuevas conductas o actitudes, puede revertir en la salud física y mental. Es, por tanto, un tema relevante.
Un modo de enfrentarnos a esas resistencias es conociéndolas. Porque, insistimos, muchas veces la dificultad no reside en la falta de voluntad o disciplina. Hay procesos psicológicos subyacentes que arrastramos durante años y que deberíamos detectar para desactivar. Los analizamos, a continuación.
Tus creencias limitantes
Las creencias limitantes son opiniones o percepciones negativas que tenemos de nosotros mismos y que nos condicionan. Es fundamental saber que buena parte de ellas se gestan en la infancia y educación. A menudo, incorporamos mensajes del todo invalidantes del exterior que merman nuestras valías, virtudes y fortalezas.
Creer que no somos capaces de algo, que somos falibles o poco competentes son obstáculos importantes para el proceso del cambio.
Un exceso de emociones de valencia negativa
Imagina que estás mal en tu relación de pareja, que eres muy infeliz. Sabes que debes dar el paso y dejar ese vínculo, pero hacerlo te da miedo. Si te preguntas por qué cuesta tanto cambiar y avanzar, las emociones de valencia negativa son un factor indiscutible. Está la angustia, la ansiedad, la sensación de culpa, la tristeza y hasta la vergüenza.
Ese cúmulo de sensaciones llenan tu mente de ideas adversas y hasta fatalistas. Temes fracasar o arrepentirte; a ello se le añade el miedo a lo desconocido. ¿Qué pasará después del cambio?
Muchas veces vemos los cambios con miedo, nos sentimos inseguros y tememos a lo que ocurra después. Esto dificulta dar el primer paso.
Síndrome del impostor y la baja autoestima
Dar un paso hacia delante, más que esfuerzos, requiere compromiso y plena confianza en uno mismo. Si esto último falla, todo se derrumba. De este modo, es muy común, por ejemplo, que las personas con síndrome del impostor (las que creen que no son inteligentes y que nunca están a la altura de casi nada) les cueste radicar nuevos hábitos.
Cuando uno no sintoniza con sus valías y evidencia, además, una baja autoestima, resulta complejo promover un cambio a largo plazo.
Cuesta cambiar por tus disonancias cognitivas y autoengaños
Saber que el sedentarismo pasa factura a la salud, pero decirnos que no son más que falsos mitos. Entender que deberíamos buscar otro trabajo mejor, pero argumentarnos, a su vez, que más vale la pena tener algo seguro, aunque sea precario. Las disonancias cognitivas son mecanismos que nos permiten racionalizar las propias incoherencias para evitar el sufrimiento psicológico.
Ante ello, si te preguntas por qué cuesta tanto cambiar, es recomendable que revises algunos de tus autoengaños. Puede que seas muy consciente de que necesites dar nuevos pasos en tu vida, pero que estos te den miedo. Y para evitar esa angustia, recurres a razonamientos muy artificiales que justifiquen que sigues en tu zona de confort.
Subestimas el proceso
Un cambio no sucede de un día para otro. Promoverlo requiere de una artesanía meticulosa que demanda elementos emocionales, conductuales y cognitivos. Pasar por alto esos componentes hará que fracasemos en ese intento. También que, en cada paso atrás, la autoimagen y autoestima se vengan abajo.
Los cambios exitosos son el resultado de múltiples pasos interconectados entre sí que requieren de un compromiso, tener claro el propósito y añadir buenas dosis de entusiasmo. Sin embargo, a veces, por falta de conciencia y de herramientas para comprender estos procesos, erramos en los mismos.
Estrategias para llevar a cabo un cambio con efectividad
La ciencia siempre se ha preocupado por el cambio. Un estudio de la Universidad de Helsinki e Irlanda, por ejemplo, destaca algo llamativo. En el potencial del cambio humano se integran factores sociales, emocionales y también biológicos.
Para alcanzarlo, debes trabajar desde aspectos motivacionales, comportamentales y educacionales, hasta revisar muchas de las creencias que se integran en tu universo psicológico. Es momento de reflexionar en esas herramientas que te facilitarán este proceso.
1. Para despertar tu motivación, recuerda tus razones del cambio
La motivación no siempre la encontramos cuando la necesitamos. Hay días en que fallan las fuerzas y la mente no responde. Si necesitas iniciar un cambio, debes clarificar tus propósitos y el motivo por el cual necesitas dar dicho paso. Ese será tu combustible cotidiano.
2. Plan de acción: planifica-evalúa-corrige
A la hora de iniciar un nuevo hábito o asentar una transformación, es necesario definir un plan de acción. No es bueno improvisar, lo ideal es diseñar los pasos a seguir y, después, evaluar ese proceso. ¿Nos está siendo útil? ¿Deberíamos modificar algo? Todo plan debe ser flexible para ir adaptándonos a cada desafío y circunstancia.
3. Maneja el estrés
Es necesario integrar en nuestro día a día recursos de manejo del estrés. Al fin y al cabo, todo cambio nos sitúa en nuevos escenarios que nos hacen tambalearnos o acumular emociones de valencia negativa. No dudes en practicar algún deporte, técnica de relajación o meditación. Con ellas darás paso a una mente más relajada y a un cuerpo con menos cortisol.
4. Potencia tu autoeficacia: eres hábil y competente
La autoeficacia es la confianza que tenemos en nuestras competencias para lograr aquello que deseamos. Este es el tendón psicológico más decisivo al integrar un cambio en la vida. Es saber que tenemos recursos para lograrlo, que somos hábiles y que disponemos de competencias para tener éxito.
5. Sí a los pequeños avances cotidianos: menos siempre, es más
En el libro Hábitos atómicos, de James Clear, nos habla del poder que tienen los pequeños logros cotidianos. A veces, los grandes cambios requieren solo diminutos avances diarios, ser constantes y enfocarnos en nuestro propósito. Por ello, recuerda que no es bueno precipitarse o hacer demasiadas variaciones a la vez. Mejor poco a poco.
6. Disciplina y acción
Muchas veces situamos la mirada en la motivación a la hora de iniciar un cambio. Pero este elemento emocional no siempre aparece cuando más lo necesitamos. Es ahí cuando entra en acción el factor más decisivo: la disciplina. Así es, debemos ser disciplinados y comprender que asentar nuevos hábitos requiere compromiso, acción y repetición.
7. Resistencia a la frustración
¿Quién no se ha sentido frustrado al comprobar lo difícil que es iniciar un cambio? Nada es tan común como dar un paso atrás, fallar, venirse abajo durante unos días y, después, avanzar otra vez. Ningún cambio es lineal, siempre hay altibajos y debemos saber resistirlos y aceptarlos.
No hay cambio es sencillo, pero los pequeños pasos cotidianos guiados por la confianza en nosotros mismos nos servirán de guía.
Compromiso con el cambio
Si te has preguntado por qué cuesta tanto cambiar, debes saber que esta es una experiencia compartida. No eres el único. Vale la pena recordarte que tienes un potencial extraordinario para lograrlo. Puedes hacerlo. Comprométete en estos pasos, hazlos tuyos y conquistarás esa cima que tanto anhelas para tu bienestar y autorrealización.
Fuente: La Mente es Maravillosa.-
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