Algunas interpretaciones, quizá demasiado rápidas, suponen que el asesinato en enero pasado del general iraní Qasem Soleimani en el aeropuerto de Bagdad tuvo la finalidad frustrada de desatar una guerra mundial; o que el homicidio policial de Georg Floyd el 25 de mayo tuvo el propósito todavía en veremos de provocar una guerra civil en los Estados Unidos.
La situación actual de la política internacional no convalida estas interpretaciones, pero permite que surjan y las hace creíbles. No era así durante la guerra civil española, pero las operaciones de potencias extranjeras en aquel conflicto devastador se fueron decantando con las décadas y en muchos casos lo que era sospecha se convirtió en dato histórico.
El catalán Andreu Nin, fundador del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), fue torturado y despellejado vivo en junio de 1937, en plena guerra civil, por los servicios secretos estalinistas tras una campaña de prensa para estigmatizarlo como “trotzkista” al servicio de la Gestapo.
Nin nació en Tarragona en 1892. Con 17 años quiso impedir la llegada Barcelona de un tren militar que pretendía sofocar la rebelión contra el reclutamiento para la guerra de Melilla, en el norte de Africa, que provocó la "semana trágica" catalana. En la zona del Rif, en Marruecos, se había producido un levantamiento contra los restos del colonialismo español.
La orden de reclutamiento para pelear en Melilla permitía quedar exento de la incorporación a filas al que pudiera enviar a otro en su lugar o pagar un canon de 6000 reales, suma inalcanzable para un trabajador, porque era el sueldo de casi dos años.
La rebelión comenzó cuando algunos soldados arrojaron al mar los escapularios y las medallitas que aristócratas barcelonesas les habían entregado. Desde el muelle la gente gritaba: ¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno!
Durante la Semana Trágica, Barcelona fue una ciudad quemada. Se levantaron cientos de barricadas y el fuego dio cuenta de iglesias, conventos, colegios y patronatos de las órdenes religiosas. La protesta comenzó contra la guerra pero dio un giro que tomó al clero católico como objetivo principal.
Unos 10.000 soldados enviados por el gobierno central a Barcelona aplastaron la insurrección. Hubo 78 muertos, medio millar de heridos y 80 edificios religiosos reducidos a escombros por el fuego. Hubo millares de detenidos, 175 desterrados, 59 condenados a prisión perpetua, los sindicatos fueron clausurados y las escuelas laicas cerradas.
A la muerte de Lenin, Nin tomó partido por Trotzky en la pugna que lo enfrentó con Stalin. Rápidamente se distanció de Trotzky, pero Stalin siguió considerándolo un trotzkista y lo expulsó oficialmente de la Urss en 1930.
En 1935 Nin publicó en catalán "Els moviments d’emancipació nacional", donde postulaba una Unión de Repúblicas Socialistas de Iberia sin excluir el derecho a la autodeterminación. En septiembre de ese año promovió la creación del antiestalinista Partido Obrero de Unificación Marxista
En 1937, en plena guerra civil, como consecuencia de diferencias que fueron consideradas "guerra civil dentro de la guerra civil" Nin fue secuestrado y asesinado por agentes de la policía secreta de Stalin, que se movían sin problemas en España con la complicidad de los comunistas españoles.
La posibilidad de consultar los archivos soviéticos abierta en la década de los 90 del siglo pasado permitió conocer algunos detalles del destino de Nin. El responsable del crimen fue Alexander Orlov, miembro de la Nkvd (sigla de Comisariado del pueblo para asuntos internos) soviética. Orlov fue secundado por el húngaro Erno Gerö y un ruso-brasileño llamado José Escoy (Juzik, además de españoles no identificados.
Nin murió despellejado el 22 de junio de 1937, posiblemente en Alcalá de Henares, por orden de Alexander Orlov, un agente de la Nkvd, el antecedente de la KGB. En esas fechas, la República había puesto en marcha las Brigadas Especiales, centradas en la detención, interrogatorio, y a veces eliminación de "elementos sospechosos".
La complejidad de la situación española de entonces, se advierte en que el presidente de la república, Juan Negrín, prefirió no investigar los hechos para no perjudicar la ayuda militar de Moscú, y dejó correr la idea de que Nin era un agente fascista que quizá estaba refugiado en Berlín.
Nin tenía una posición anticlerical muy contundente, resto Equizá de las barricadas de la Semana Trágica. En 1937 dijo que la clase obrera española había resuelto de manera clara el problema de la iglesia: "sencillamente, no dejando en pie ni una siquiera".
El resultado de las investigaciones de jóvenes historiadores rusos posteriores a la caída de la Urss es que Nin fue detenido en Barcelona y transferido primero a Valencia y luego a Madrid, donde quedó en manos de los servicios de contraespionaje de la Nkvd.
Cuando su desaparición fue evidente, la escritora y sindicalista anarquista Federica Montseny, ministra de Sanidad en 1936, fue la primera que planteó la cuestión públicamente. Pero la versión oficial, que recitaba una liturgia ajena sostenida por el presidente Negrín, fue que Nin había sido liberado de la checa por «sus amigos de la Gestapo».
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