De visita oficial en Atenas hace algunos años, el presidente de la China, Xi Jinping, mencionó la democracia occidental moderna: "vuestra democracia es la democracia de la antigua Grecia y la antigua Roma; es vuestra tradición, nosotros tenemos la nuestra".
Xi Jinping se refería con "la nuestra" a la herencia confuciana, fondo invariable en su país desde hace más de dos milenios, y pareció fundir la democracia de Pericles, que trataba de limitar el poder de los ricos y los nobles, con lo que tiene el mismo nombre en la actualidad y trata de evitar el poder de los pobres.
Pocos días después, en la conmemoración en Qufu, el pueblo natal de Confucio, de los 2576 años del nacimiento del filósofo, Xi dijo que la China de hoy "ha convertido el confucianismo en su más estable y fuerte seña de identidad internacional".
En Grecia reseñó en qué ha venido a parar en su criterio la democracia occidental: "en los últimos años, algunos países occidentales se han visto envueltos en feroces luchas entre partidos políticos, deshonestidad gubernamental, desorden social y epidemias fuera de control". "Se han intensificado la polarización política, la polarización entre ricos y pobres y los antagonismos étnicos. El racismo ha prevalecido con el populismo y la xenofobia, y los problemas de derechos humanos se han vuelto cada vez más prominentes".
Xi Jinping habría podido perfeccionar su exposición con alguna referencia igualmente verídica a su propia conducta como gobernante, pero no será un político el que haga eso.
La civilización china es enigmática para los occidentales, que han ensayado diversas interpretaciones, casi todas poco o nada afortunadas. Desde algunos siglos antes de nuestra era, la parte más exterior y visible de la civilización china estuvo marcada por el confucianismo, que en occidente solía presentarse como una religión.
Parece ser más bien el aspecto exterior del taoísmo, el inicio del camino para llegar a él, es una doctrina moral, social, política, jurídica y ritual que permitía preservar el núcleo taoísta bajo bajo la corteza confucianista.
Confucianismo, taoísmo y budismo son las tres grandes doctrinas que han pervivido a lo largo de buena parte de la historia china y se sostienen todavía, incluso bajo un marxismo adaptado al modo oriental.
Posiblemente el budismo, que tiene en la base doctrinas hindúes, no estaba dirigido en principio a la India, de donde desapareció rápidamente después de tomar ideas del hinduismo, sino a culturas como la china, en la que tuvo amplia aceptación. Ahora está creciendo en occidente, a pesar de ser ajeno al proselitismo. Llegó a la China en el siglo VI por iniciativa de un emperador que envió una misión a la India para traer monjes budistas, escrituras e imágenes de Buda.
Sería un caso parecido en algunos puntos al del cristianismo, que surgió en terreno judaico pero no estaba hecho para el judaísmo sino para otro tipo de mentalidad y se expandió fuera de Palestina. A diferencia del budismo, la tendencia del cristianismo al proselitismo e incluso a la intolerancia es muy marcada.
Como sea, una cultura varias veces milenaria, un país que fue la mayor potencia comercial del mundo, pudo conciliar doctrinas aparentemente tan diferentes como las religiones orientales y el marxismo y conseguir un equilibrio a veces precario pero siempre operante, nunca destruido del todo.
Después de abrir la flota imperial británica a cañonazos los puertos chinos en el siglo XIX e imponer al país las guerras del opio, la China vivió "la gran humillación", uno de muchos períodos oscuros en su historia milenaria.
Esas eran las condiciones cuando Mao llegó al poder a mediados del siglo pasado en un país pobre y devastado por la invasión japonesa y la guerra civil.
Hoy es una potencia mundial, quizá otra vez la primera del mundo en materia económica después de siglos. Esa sorprendente evolución se debió a una campaña sigilosa pensada por Deng Xiaoping, un gobernante posterior a Mao que lanzó el programa de "reforma y apertura" dirigido a devolver a la China su grandeza milenaria y a vengar la gran humillación.
Deng aceptó el socialismo de Mao porque las que aparecen como contradicciones pueden ser aspectos complementarios de una misma cosa: hay que encontrar el punto de coincidencia.
Eligió la idea de "socialismo con características chinas" para impulsar reformas económicas centradas en la agricultura, la industria y el comercio exterior.
En 1978, cuando se inició el cambio, la China era un país empobrecido, su producto bruto interno era alrededor de 15 veces menor que en 2018.
Deng Xiaoping era secretario general del gobernante Partido Comunista de China cuando propuso las "cuatro modernizaciones" después de la muerte de Mao, empezando por la económica.
En la agricultura la China abandonó el sistema de economía rural planificada, aumentó la productividad y sacó a vastas zonas de la pobreza al tiempo que alentó la migración de mano de obra a las ciudades.
Se crearon zonas económicas especiales, como en Shenzhen, cerca de Hong Kong, que sufrió una enorme transformación hasta ser llamada hoy, con 13 millones de habitantes, "el Silicon Valley" de China, en alusión al núcleo de industrias informáticas en la bahía de San Francisco, en los Estados Unidos.
En 2001, cuando todavía el plan de Den Xiaoping no se había hecho evidente a los occidentales, a los que tomó por sorpresa porque así estaba previsto, la China entró en la Organización Mundial del Comercio
En 2008, cuando se produjo una gran crisis financiera mundial, la China se convirtió en la fábrica del mundo, como había sido Inglaterra en la revolución industrial.
Ahora ya no se trata de producir masivamente manufacturas, sino de innovar sin cesar. Esta otra etapa de su proyecto se ve en que la cantidad de patentes de invención que se registran anualmente en la China duplica a todas las occidentales.
Las cuatro modernizaciones se refieren específicamente a la agricultura, a la industria, a la defensa nacional, y a la ciencia y tecnología.
Hasta 1978 la agricultura se había basado en la colectivización, con la tierra como propiedad pública. Deng aumentó la extensión de las parcelas privadas
En la industria la China abandonó la autarquía y borró la desconfianza al extranjero; permitió incentivos a los trabajadores y la elección libre del trabajo. El Estado dejó de fijar precios y dio más libertad al salario y a los contratos de trabajo
En materia de defensa el ejército creció, sobre todo la Armada con vistas a disputar a la séptima flota estadounidense la preeminencia en el Pacífico. Se reintrodujeron los grados militares y la milicia de los tiempos de Mao fue considerada una reserva para casos de guerra.
La China dio prioridad al desarrollo económico, para solo en una etapa posterior fundar sobre él el desarrollo militar. Era claro que no podría aumentar el presupuesto militar de modo de cerrar la brecha con el extranjero, porque en 1980 debería haber decuplicado sus gastos en armas.
En cuanto a ciencia y tecnología hubo financiación abundante para escuelas de calidad y los estudiantes más capaces fueron enviados a universidades extranjeras para aprender los secretos del progreso tecnológico.
La finalidad de las cuatro modernizaciones fue hacer de la China una gran potencia económica a comienzos del siglo XXI, objetivo plenamente logrado.
Confucio en el fondo de las modernizaciones
El confucianismo es un fenómeno espiritual, cultural y político que apareció en la China antes de nuestra era y que aún hoy da forma a muchos aspectos de la ética, el derecho y la política de la República Popular.
El confucianismo, como el taoísmo del que es su aspecto exterior, no tiene fecha de nacimiento; es muy anterior al mismo Confucio, que vivió entre 551 y 479 antes de la era corriente.
La palabra "confucianismo" fue creada por los jesuitas que trataron de cristianizar a la China a la que llegaron a fines del siglo XVI y abandonaron en 1772 por orden del Papa Clemente XIV.
Siguiendo el modelo taoísta, Confucio admitía que sus ideas provenían de dinastías muy antiguas que constituían modelos de perfección. Trató de revivificar esas ideas en un período de crisis grave, de colapso de una civilización; quiso retransmitirlas y sembrarlas en medio de la disgregación y de luchas fratricidas de aquellos tiempos.
Su obra, recogida en las Analectas, fue escrita por discípulos que recogieron su enseñanza oral. Murió pensando que había fracasado y sería olvidado, amargado por la muerte prematura de Yan Hui, de su discípulo más querido; pero fueron justamente sus discípulos quienes recogieron las charlas del maestro y expusieron su arte de vivir, su modelo de sabiduría y autoconocimiento.
Confucio no quería imponer una ley que la gente siguiera como autómatas, quería que el pueblo autorregulara sus actos privados y públicos con base en el amor a los padres y la reverencia a los antepasados.
La manera de convencer de la conducta apropiada era el ejemplo vital. A las teorías sobre el comportamiento humano prefería seres que se comportaran correctamente; es decir, amar las cosas bien hechas en lugar de cumplir ritos mal comprendidos. Confucio admitía que no había formulado ninguna idea nueva, sino sólo transmitido las de sus modelos antiguos.
De Confucio proviene, incluso en la China actual, la tendencia al perfeccionamiento individual, a la realización de las virtudes, a la valoración de la familia y de la cosa pública.
Una consecuencia de que los hombres se gobiernen por sí mismos es que no deben ser gobernados por la ley, porque en ese caso se arruinaría la autenticidad, la espontaneidad de la conducta correcta y no habría cambios en el corazón.
Los inicios de la República Popular China fueron el fin de la estructura gubernamental confucianista, pero el confucianismo perduró a pesar de los golpes provocados por la revolución cultural, cuando los guardias rojos destruyeron los templos confucianos. Y no desapareció porque era una doctrina que impregna la forma de ser china, que no es posible eliminar. La revolución cultural destruyó estatuas, templos, libros y todo rastro que pudo de Confucio, pero no borró de la consciencia de los chinos las formas de pensar, sentir y decidir instaladas allí a través de milenios.
De la Redacción de AIM.
Dejá tu comentario sobre esta nota