Colonia Hughes está actualmente un kilómetro al este de la ruta nacional 14, dentro del ejido municipal de la ciudad de Colón. No era así a fines del siglo XIX, cuando se inició allí una experiencia social poco conocida, relacionada con el "loco" Juan José Durandó, un suizo francés que quiso llevar a la práctica las ideas del socialista utópico Charles Fourier.
Durandó, nacido según algunos testimonios en Turín, según otros en Suiza, fundó en 1888 en Colonia Hughes, en un campo de 200 hectáreas, una comunidad autosuficiente dedicada a la agricultura y la ganadería. En el apogeo allí vivieron alrededor de 120 personas, entre ellos herreros, carpinteros, zapateros y sastres. Había una escuela primaria y una banda de música. El museo de Colón exhibe una foto de la banda de Durandó desfilando por la actual calle céntrica 12 de Abril, nombre que recuerda la fecha de la fundación de Colón en 1863.
Falansterio es una palabra derivada de falange, que designaba en la antigüedad un cuerpo de infantería griega. Fourier la usó para designar una colectividad de alrededor de 1600 personas que vivirían según los principios del comunismo en solidaridad y repartiendo entre ellas todos sus recursos productivos y bienes de consumo.
En el falansterio de Durandó su propia familia -él, su esposa y sus siete hijos- vivían en condiciones privilegiadas dentro de la comunidad, y fuera de ella corrían rumores que las demás eran esclavos de Durandó.
Tenían luz artificial producida por carburo de calcio, cuyo uso hoy está restringido a la soldadura autógena, baños con agua corriente, molino de viento y depósito para 10.000 litros de agua.
Durandó era o había sido espiritista y decía tener comunicación directa con Dios, de modo que sus órdenes eran en realidad de Dios y por eso eran mandatos divinos inapelables.
La comunidad comenzó con el arranque del siglo XX a tener enfrentamientos con la iglesia católica, que siempre la combatió y consiguió la deserción de muchos de sus miembros, y conflictos con el poder judicial de Entre Ríos, de modo que decayó tras la muerte de Durandó en 1916, a los 74 años de edad.
"Durandó: Historia de una Comunidad" es un libro de Walter Maidana y Ariel Besson, que nació como trabajo para obtener el título de profesores de historia en Concepción del Uruguay. La obra recoge la versión de que el fundador del falansterio sanó a su esposa, Enriqueta Pittet, de una parálisis cuando la pareja estaba aún en Europa.
El nombre de la comunidad era “Establecimiento Agrícola Industrial de Juan José Durandó”. El fundador aparece en el Registro Civil de Colón como nacido en Turín, Italia, el 7 de marzo de 1842, hijo de Constantino Durandó y María Luisa Cocquoz. Se habría casado en 1883 en Vevey, Suiza, con Emma Enriqueta Pittet, suiza del cantón de Vaud
Durandó se instaló definitivamente en Colón el 18 de diciembre de 1888 con su familia, pero desde 15 años antes había hecho varios viajes a Sudamérica.
Quedó en la historia como un personaje enigmático, por lo menos difícil de comprender, porque unía a sus convicciones colectivistas otras de índole espiritista. Espiritismo y colectivismo eran doctrinas exóticas en Entre Ríos, pero no en Europa, donde parecían tener una extraña afinidad: algunos teóricos vinculan el origen del socialismo utópico con las prácticas espiritistas. Los espiritistas recogieron y desarrollaron la doctrina de Alan Kardec, peusónimo de Hipólito Danizard, que tomó forma a mediados del siglo XIX e implicaba la existencia de espíritus "desencarnados", con los que es posible comunicarse, y que influyen en los vivos tanto como los vivos en ellos.
Sus seguidores en Colón y San José atribuían a Durandó dotes taumatúrgicas, es decir, lo creían capaz de hacer prodigios y quizá por eso se embarcaron en su proyecto, en el que fue acompañado ante todo por inmigrantes europeos que vinieron con él.
Durandó murió en 1916, pero el día de octubre consignado en el Registro Civil de Colón no es el mismo que consigna el acta del falansterio. Posiblemente porque según el relato de un testigo presencial, el cadáver fue paseado por el campo por otros miembros de la colectividad, esperando que resucitara, como el parecer había prometido. Un integrante del falansterio, Lázaro Spioussas, que tenía entonces 14 años, narró que el cadáver de Durandó fue paseado por tres noches en las tres puntas de sus tierras haciendo como una procesión, y al tercer día vino la autoridad y lo llevó… "yo lo vi desde el alambrado… tenía su sombrero, su traje, hasta un toscano,… y lo paseaban sentado en un carro…”. Los restos fueron al fin sepultados en el cementerio de Colón.
La decadencia del falansterio está como marcada en el destino de sus edificios. La casa principal fue habitada por Teresa Massera, integrante de una familia muy relacionada con Durandó. Alrededor de 1930 la casa de hundió en su propio sótano, socavada por el agua.
El último en abandonar el lugar fue un hijo de Juan José: Eduardo Durandó, que permaneció allí con su esposa y sus cuatro hijos hasta noviembre de 1965.
Lo que debía ser solidaridad con un modo de vida, un ideal colectivista contrapuesto a la falta de ideales que evidencia la individualista sociedad moderna, reveló no ser más que fidelidad a un hombre: Juan José Durandó. Cuando el "loco" murió todos sintieron que desaparecía lo que los unía y cada cual tomó su propio camino, a pesar de algunos intentos de mantener la empresa en marcha.
Eduardo, ya cerca del fin de sus días, narró algunos detalles de los tiempos posteriores a la muerte de Juan José: “las tierras eran de mi padre, yo le vendí a Massera una parte para que los padres tuvieran algo allí, después me quiso vender pero no me quiso hacer la escritura por escribanía, la quiso hacer él; pero yo no lo pelé, me quiso vender la parte de la sucesión de Massera;… y ahí quedó, no se cómo fueron a arreglar esos.”
“Cuando él vivía (Juan José Durandó) la mayoría lo despreciaba por la religión. Cuando murió todos querían saber si él era espiritista… La gente de afuera le ha hecho más mal que bien… “.
En los tiempos del falansterio en que el bien prevalecía sobre el mal, a fines del siglo XIX, la comunidad se autoabastecía a pesar de que todo pertenecía a Durandó. Había sembradíos, frutales, una gran huerta, invernáculo de vidrio para cultivos especiales, herrería, carpintería, zapatería, sastrería, escuela de primeras letras, artes y oficios.
El edificio principal estaba rodeado de jardines. Durandó solía sentarse bajo una glorieta a escuchar su propia banda de música. En el sótano de la vivienda, el que terminó décadas después tragándose la casa edificada sobre él, había toneles con deliciosos vinos elaborados en el lugar y facturas de cerdo; "en la primera planta se almacenaban otros productos; en la segunda planta estaban los dormitorios para hombres solteros y en el entrepiso se secaban los fideos y orejones".
En la escuela primaria de la colectividad los niños estudiaban en teoría y práctica el uso de instrumentos de agricultura y de diferentes oficios. Las niñas aprendían costura, encarado de igual modo… La educación común a los dos sexos era aritmética, geometría y el lenguaje, francés y castellano, y música.
Según su propio testimonio, Durandó no era un espiritista como los que hacen mover la mesa de tres patas y apelan a los poderes "especiales" de un medium. Pero pretendía comunicarse directamente con Dios mediante la escritura, tras una intensa concentración. Decía que Dios lo iluminaba en la organización del establecimiento, tanto social como económicamente. La palabra de Durandó era la palabra de Dios, él era un iluminado.
Durandó era además un sanador. Decía haber curado en Suiza la parálisis de su esposa y también devolvió en el falansterio la vista a un ciego. Tenía por lo menos un buen conocimiento de las propiedades medicinales de las plantas
El ideal igualitario se cumplía, pero bajo la férrea autoridad teocrática de Durandó. Prosaicamente, los que impartían las órdenes de Dios eran dentro de la colectividad una elite que había aportado el capital para fundar la colonia, y los obreros no tenían sino su trabajo y una admiración religiosa por su líder No percibían salario, no manejaban dinero y tenían lo suficiente para satisfacer necesidades básicas
El falansterio es una idea del filósofo francés Charles Fourier, muerto en 1837. Fourier proponía una sociedad agrícola basada en una falange, donde 1.620 personas habitarían un edificio común llamado falansterio, rodeado de tierras cultivables.
Fourier preveía que cada uno tendría un trabajo según su inclinación, pero lo alternaría para evitar la rutina. En el centro del terreno estaría la edificación principal con un gran comedor, biblioteca y aulas. En los laterales habría salas de juegos para niños y talleres de trabajo. Los miembros serían socios, no habría salario pero sí dividendos.
Estas fueron las ideas que nutrieron el proyecto de Durandó, que desde que llegó por primera vez a Montevideo en 1874 viajó a Europa varias veces para interesar y traer a América a interesados en sumarse al proyecto.
Sin embargo, el de Durandó no fue propiamente un falansterio, porque en él había gobernante y gobernados, que vivían en edificios diferentes y tenían alimentación diferente. Todos los bienes pasaban a nombre de Durandó y los que se retiraban lo hacían sin nada; nadie podía elegir sus tareas, los trabajos no se rotaban y toda la organización era dispuesta por dios mismo, a través de Durandó. En rigor, allí se trabajaba de sol a sol por techo y comida.
Según Maidana y Bessón, más que falansterio, la creación de Durandó en Colonia Hughes es un "familisterio", una idea diferente a la de Fourier debida a Víctor Considérant, uno de sus discípulos. Los familisterios duraron poco pero dieron origen en ocasiones a cooperativas. La experiencia de Colonia Hughes está mencionada justamente como familisterio en el "Libro de Oro" que regalaron sus amigos a Durandó el 8 de septiembre de 1900.
De la Redacción de AIM.
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