Don Juan, El Chocho y El Entrerriano son los primeros tangos con partituras impresas. Posiblemente El Entrerriano sea por poco anterior a los otros; es obra de Anselmo Rosendo Cayetano Mendizábal, un afroamericano compositor y pianista, dueño de una considerable fortuna heredada de su abuela.
Rosendo Mendizábal, el negro "A. Rosendo", como figura en la partitura impresa en 1898 era alto, de presencia distinguida y pulcra, con rasgos que remitían lejanamente a su origen africano, totalmente integrado al ambiente porteño de su tiempo, donde fue figura destacada por su talento, su fortuna y su despreocupación a la hora de gastarla.
Llegó el momento en que se le terminó el dinero, pero pudo seguir viviendo con cierta holgura dando clases de piano a los vástagos de las clases acomodadas. Finalmente se sumergió en la miseria y la enfermedad hasta morir a los 45 años. El certificado de defunción consigna la uremia como causa de la muerte, seguramente una insuficiencia renal aguda, y hace constar su condición de músico.
Joven, ansioso de diversiones, rico y derrochador, Rosendo fue una figura central en momentos en que el tango entraba en la historia como género rioplatense, cuando a fines del siglo XIX y comienzos del XX definía su personalidad musical y ya se había definido como danza de los suburbios mezclando y revolviendo las influencias artísticas tanto como estaban revueltas y mezcladas las influencias sociales con la inmigración.
Rosendo tocaba el piano en "lo de Hansen", llamado también "Tarana", el café fundado en Palermo por el alemán Johann Hansen. Pero no sólo en ese lugar, tan paradigmático en la historia del tango como el Armenonville, sino en las casas de la Vieja Eustaquia, de la Parda Adelina y de la "morocha" Laura Monserrat ("lo de Laura"), entre otras.
Si bien El Entrerriano se escuchó por primera vez en lo de Laura, fue en lo de María la Vasca donde recibió su nombre, según cuentan Héctor y Luis Bates en "La historia del tango"
Rosendo ejecutaba sus improvisaciones en el piano, a veces acompañado por una flauta y un violín. Los músicos cobraban entonces lo que el público estaba dispuesto a pagar, siempre a medida del entusiasmo que suscitaba lo que oía.
Las composiciones eran improvisadas y no se escribían. Se repetían si habían impactado; si no se olvidaban para siempre, como ocurrió con la mayoría. En el mejor de los casos, circulaban partituras escritas a mano. Fue con El Entrerriano cuando por primera vez una de esas partituras se imprimió.
Según la historia que cuentan los primos Bates, un asistente a lo de María la Vasca se retiró a las seis de la mañana y saludó a Rosendo por el tango que acababa de oír. Sugirió a Mendizábal dedicarlo a un joven admirador del pianista, Ricardo Segovia, que había ido con él al local. Mendizábal aceptó y desde entonces el primer tango editado se llama "El Entrerriano" en honor a Segovia, que había nacido en la tierra de Francisco Ramírez.
Rosendo compuso otro tango llamado "La Entrerriana" seguramente dedicado a una joven nacida en Entre Ríos, pero aunque no alcanzó fama se conserva, a diferencia de tantas otras obras de esos tiempos.
Sebastián Piana, director de orquesta y compositor de tangos, conoció la obra de Mendizábal cuando éste ya estaba muerto; pero dejó testimonio de la modernidad de Rosendo y lamentó que casi todo lo que compuso se haya perdido, porque vibró en el aire mientras se ejecutaba y desapareció para siempre.
En aquellos tiempos no había derechos de autor; las composiciones eran dedicadas a un personaje que a cambio entregaba al compositor un billete de 100 pesos, que entonces era más que un sueldo. Si la obra se escribía a mano el nombre del que había pagado aparecía en la partitura; por eso muchos tangos de la guardia vieja llevan el nombre de personas a veces desconocidas.
De la Redacción de AIM.
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