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Caleidoscopio
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El fuero gaucho

A mediados del siglo XIX se constituyó en Salta una élite que tomó para uso político nociones de la edad media española, que llegaron a nuestro continente con los invasores a fines del siglo XV, ya mezcladas con la mentalidad capitalista incipiente.

Las relaciones sociales de semiservidumbre entre patrones y peones y entre matronas y “sirvientas” estuvieron vigentes por lo menos hasta mediados del siglo XX y no se han extinguido todavía: una marca es el trato a los indígenas en el noroeste argentino que revela Rodolfo Kush como resultado de sus estudios antropológicos del pensamiento de la América (Abya Yala) indígena.

El poder político y económico se concentró en Salta en familias "aristocráticas" -a las que perteneció por ejemplo el ex presidente de facto José Félix Uriburu- que se jactaban de un origen y un destino superiores, y se mantenían en la cúspide de una sociedad estamental donde los explotados, además de explotados, eran considerados siervos por naturaleza, inconmensurables con la élite.

Sin embargo, la élite era de índole social, no política; no creía que la posesión de una fortuna ni de terrenos extensos la vinculara directamente con la conducción política. Así lo hace saber en 1854 Rudecindo Alvarado, cuando renunció a la nominación como gobernador de Salta: "me he mantenido retirado del roce de los hombres que han gobernado… desconozco las reglas de una buena administración y los resortes más precisos para desempeñarme".

Semejante renuncia al ejercicio directo del poder político sería impensable hoy, cuando no parece haber nada que haga a nadie inútil para gobernar ni la ignorancia sea obstáculo; al contrario: es estar libre de obstáculos.

La tendencia a fijar la división de la sociedad en estamentos y a evitar la movilidad social no es exclusiva de la sociedad salteña, existió y en parte existe en todo el país, sobre todo en el noroeste pero también en el Litoral, son muestra algunas cosas que pasan actualmente en Corrientes; pero en Salta tuvo una expresión más clara y desafiante.

Un caso notable respecto de esta condición de la sociedad salteña fue el de Martín Miguel de Güemes, gobernador de Salta entre 1815 y 1821, que pertenecía a esa élite pero se apartó de ella significativamente en puntos esenciales. Güemes mandó con Belgrano el Ejército del Norte y contuvo los intentos de los españoles de avanzar al sur desde el Alto Perú.

Güemes vio claramente cuál era la condición de los gauchos que integraban sus ejércitos y se propuso liberarlos de opresiones suplementarias a las que de por sí les imponía la guerra.

Las leyes de conchabo aseguraban el dominio de los patrones de estancia sobre sus peones y provenían de las "leyes de vagos" que proliferaron en Europa cuando la modernidad rompió los lazos feudales y arrojó a los caminos a miles de campesinos, que quedaron a la deriva, se convirtieron en salteadores de caminos y fueron carne de horca.

Antes de las normas del virrey Sobremonte y de las que vinieron después, en el río de la Plata el gobernador José Andonaegui dispuso en 1745 que todos los indígenas y negros de la ciudad y la campaña consiguieran un trabajo. En caso contrario podrían recibir una pena de 100 azotes y ser condenados a dos años de cárcel.
La iniciativa gustó tanto a los estancieros, les resultó tan conveniente que con el tiempo alcanzó también a los criollos de la pampa, a los gauchos que no demostraran poseer un oficio o una propiedad.

En 1815 el gobernador intendente de Buenos Aires, Manuel Oliden, dispuso que todo habitante rural sin propiedad fuera sirviente o peón; si no trabajaba a las órdenes de un estanciero era vago y debía ser incorporado al ejército durante cinco años.

Güemes advirtió que las leyes de conchabo impedían la libre circulación de los trabajadores, que dentro de la mentalidad de la época, dominada por ideas de sumisión servil de los débiles a los poderosos, eran legalmente "vagos y malentretenidos", definiciones que perfeccionó el código rural de 1865, dictado en la provincia de Buenos Aires después de la batalla de Pavón.

Ese código establecía entre muchas otras cosas en sus 319 artículos que el hombre suelto de las campañas debía estar persuadido de que su seguridad estaba en la libertad de que gozaba sujeto a un patrón y no "vagando entregado a la haraganería".

No parece difícil entrever que bajo estas prescripciones de aspecto moral estaba el deseo de los patrones de tener sujeta mano de obra barata. (Por "hombre suelto" se puede entender hombre libre y en esas condiciones se trata de un gaucho. Carlos D´Amico, que fue gobernador de Buenos Aires de 1884 a 1887, narra en "Buenos Aires, sus hombres, su política", que un habitante de la pampa bonaerense lo corrigió cuando lo llamó "gaucho": "El gaucho era un señor, yo soy un peón")

El fuero gaucho
Güemes, gobernador y militar salteño muerto a los 37 años, cambió las normas del conchabo y estableció el "fuero gaucho", que protegía a los que combatían contra los españoles al colocarlos en el fuero militar y no en las leyes de conchabo.

Los fueros eran en la Edad Media en España normas que recogían las costumbres de cada localidad y los privilegios que les acordaban los reyes. Provienen quizá de los visigodos que migraron a España después de los alanos, vándalos y suevos cuando el poder de Roma se derrumbaba.

El fuero gaucho en Salta no era poco, porque en estas condiciones los gauchos no debían pagar arriendo a los dueños de la tierra ni trabajar gratuitamente para el patrón, lo que era un reliquia del feudalismo europeo.

El trabajo gratuito era una institución servil, un trabajo sin paga que que debían cumplir los arrenderos en la siembra y la cosecha sin moverse de la finca del patrón.
Vagos y gauchos podían ir presos si no tenían libreta de conchabo, podían ser estaqueados, azotados y ejecutados. La ley de vagos, el no tener papeleta de conchabo, fue lo que llevó al "holgazán" Martín Fierro a tener que servir en los fortines, hasta que se rebeló contando con la colaboración inesperada de Cruz, un sargento de policía improvisado que no aceptó que sus compañeros mataran a Fierro: "¡Cruz no consiente/que se cometa el delito/de matar ansí un valiente!", dijo para empezar, y "Que venga otra polecía a llevarlos en carreta" para finalizar.

Güemes liberó a los gauchos salteños del yugo de los patrones, a diferencia de los bonaerenses, que fueron llevados a la fuerza y sin derechos a participar de la llamada "conquista del desierto", un "desierto" que estaba poblado desde milenios.

Los dueños de las fincas salteñas, los que años después de constituirían en "aristocracia", lejos del significado etimológico de "gobierno de los mejores", se quejaron al gobernador Güemes de que "los vagos, bajo el nombre de gauchos, se creen a cubierto de la penas y persecuciones de la ley", refiriéndose a la de conchabo.
El cabildo de Salta envió un oficio a Güemes en 1815, apurado por restituir la ley de conchabo “habiendo cesado ya la guerra en esta Capital", porque la ley anhelada evitaría el caos y la confusión generada según los cabildantes porque los vagos eran juzgados por la justicia militar.

Para el cabildo salteño "las actuales circunstancias (el haber cesado transitoriamente las batallas contra los españoles) exigen que todo americano sea soldado y desempeñe las funciones cuando sea preciso; pero cuando no es llegado este caso es un paisano, cuya sujeción inmediatamente depende de la justicia ordinaria”
Pero Güemes había ordenado que ningún combatiente pagara tributo a sus patrones ni brindara servicios personales, aun cuando no estuviera en servicio. Para rematar, harto de la oposición de los propietarios, en 1818 se expresa claramente contra “todos los que se interesan en el desorden y desunión de los valientes gauchos, que a costa de su sangre han defendido con heroicidad la gran causa de nuestra independencia”, y manda que "todos los gauchos alistados en los escuadrones y la tropa no sólo gozan sino eternamente han de gozar del fuero militar".

La respuesta de la aristocracia salteña no se hizo esperar: mandaron asesinar a Güemes en junio de 1821. El fuero gaucho estuvo en el centro de esta decisión, porque venía a perturbar un punto esencial de la dominación de clase, que en este caso ameritaba que la aristocracia local se uniera con los españoles contra Güemes. La aristocracia quería ante todo volver a recibir el pago de tributos a que la ley de conchabo obligaba a los trabajadores.

El 7 de junio de 1821 el coronel salteño José María Valdés, a las órdenes de los españoles, ocupó la ciudad de Salta con respaldo de los terratenientes, a los que garantizó el respeto de sus propiedades. El turno del fuero gaucho vendría después.

Güemes, con su poder militar mermado, estaba en casa de su hermana Magdalena, de donde huyó a caballo cuando oyó disparos de la partida comandada por Valdés. Pero fue herido por la espalda. Llegó al campamento del Chamical y murió una semana después en la cañada de la Horqueta, bajo las ramas otoñales de un cebil colorado o curupay, en un catre improvisado con ponchos, mantas y monturas de caballos: una muerte que no imaginaría para sí ningún aristócrata fiel a su clase.
De la Redacción de AIM.

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