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Caleidoscopio
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El gato saltó de la bolsa

Un gato encerrado en una bolsa se revuelve furioso. La bolsa es una trampa, una prisión y el gato trata de recuperar su libertad. El pensador inglés Allan Watts comienza "La trampa del yo" con la afirmación: "el gato ya ha saltado de la bolsa", y ofrece a continuación una visión del asunto que se fue haciendo extraña al hombre moderno, pero que va ganando de nuevo terreno en medio de urgencias cada vez más apremiantes.

Que el gato ya haya saltado de la bolsa revela que el mecanismo de la trampa ha sido descubierto. Cuando se quiebra un frasco de vidrio el aire interior se confunde con el exterior, del que nunca estuvo realmente separado; el vasto aire del mundo es uno como fue siempre, porque para él no valen separaciones.
Watts, muerto en 1973, fue sacerdote anglicano antes de dejarse impregnar por el saber del Oriente. Afirma que el "pequeño" yo con el que cada uno se siente identificado, que interpreta como "sí mismo", que parece residir en algún lugar detrás de los ojos, entre los oídos, es un fraude, una trampa en que hemos caído como el gato en la bolsa.

Para Watts hay desde hace milenios dos representaciones principales, determinantes pero inadecuadas ya para el pensamiento científico actual: una es el mundo cerámico, otra el mundo tecnológico. El cerámico es el modelo del Génesis, inspirado en concepciones egipcias y mesopotámicas. Considera al mundo como algo manufacturado, un artefacto al modo de una vasija hecha por el alfarero o una mesa por el carpintero. Nosotros mismos somos polvo al que dio forma la mano de dios, el artesano supremo, que mediante un soplo nos infundió movimiento, vida y razón que por nosotros mismos no tendríamos.

Llegado a cierta edad, un niño suele preguntar a su madre: Mamá ¿cómo me hicieron? ¿quién me hizo?, lo que revela curiosidad natural y también que los modos propios de nuestra sociedad han influido en la pregunta, que indaga por el hacedor y por él mismo como algo construido. Un niño chino, subido sin saberlo a los hombros de otro tipo de gigantes, preguntaría ¿cómo crezco?, porque se concibe como un organismo que se desarrolla. Leonardo da Vinci, posiblemente en la tradición aristotélica de la causa eficiente, se representaba como el escultor que saca la estatua del bloque de mármol "per via di levare" es decir, retirando material.

La tradición china o hindú, en cambio, no ve a los seres como algo hecho, construido, sino como algo que surge, se expande, que va de adentro afuera por un impulso interior y no de afuera hacia adentro por una mano maestra. Crecimiento y fabricación son opuestos. Milan Kundera da un ejemplo de florecimiento, de expansión a partir de un punto, como una melodía que se escucha de lejos: "En tiempos de Juan Sebastián Bach, la música era como una rosa que brotara en campos nevados de silencio". Luego se asemejó a un ruido en un mundo contaminado de ruidos, donde el silencio es caro y nos muestra como no queremos vernos.

La física ya no se pregunta por la materia porque sabe que no llegará a una respuesta, sino a partículas cada vez más "elementales" que nunca son la última. No hay ninguna materia de la que todo haya sido construido, no hay arcilla original que soplar. Solo parece haber variables que se sostienen en un conjunto mayor de datos, un baile sin bailarines y sin nadie que lo vea, pero dentro de un ámbito en el que puede trascenderse.

"La civilización tecnológica occidental es (...) el esfuerzo más desesperado del hombre por derrotar el juego, por entender, controlar y fijar el revoltijo llamado vida"
Hay dos respuestas tradicionales una vez que el ego cree haber entendido el revoltijo: el apartamiento y el servicio. El apartamiento es declararse ajeno al mundo, fuera de él y mirarlo desde afuera, lo que implica conservar el ego, la diferencia entre el contemplador y lo contemplado. El servicio también conserva el ego, porque entiende al mundo como un estado de prueba donde los bienes materiales deben ser usados como préstamos. El apartamiento es la vía del intelecto, de la contemplación; el servicio es la vía de la devoción, del amor.

"Ambas respuestas están basadas en la suposición inicial de que el individuo es un ego separado, y como esta suposición es el fruto de una duplicidad, cualquier objetivo que la presupone como base ?incluyendo a la religión? será autodestructivo", dice Allan Watts. Se trata de la trampa mencionada al comienzo, el ego personal que no puede explicar la vida.

Una tercera respuesta posible implica ignorar toda idea de recompensa y admitir que el único yo real es un proceso sin fin. Es lo que sabe hasta la última célula, pero ignora el rayo de la atención consciente, educada para ignorarlo. Tal educación tramposa nos ha convertido en fraudes, como la bolsa del gato o el aire dentro del frasco.
De la Redacción de AIM.

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