¡Mira, papá, bueyes! La pequeña María llamó la atención de su padre, que se había quedado en la entrada de una cueva cantábrica, en el norte de España, feliz de haber liberado a su perro, atrapado en unas grietas cuando lo acompañaba en una cacería.
La niña, María Sanz de Santuola y Escalante, de ocho años, no tuvo problemas para mirar el techo de una sala lateral de la cueva, gracias a su poca estatura. Modesto Cubillas Pérez, se asombró al ver las pinturas alertado por su hija, sin saber que ella y él serían protagonistas de un descubrimiento capital: las pinturas paleolíticas de la cueva de Altamira.
Decadencia
Cuando años después de aquel descubrimiento de 1868 quedó bien establecida la antigüedad de las pinturas, unos 15.000 años, Pablo Picasso visitó la cueva con algunos amigos: "Después de Altamira todo es decadencia", comentó. Hay quien dice que quiso rendir homenaje al nacimiento del arte plástico; hay quien dice que se trató de una valoración más bien decepcionada de la historia, que tras un comienzo pictórico grandioso, sufrió una decadencia de la que el mismo Picasso sería una etapa reciente.
Pero así como una niña descubrió las pinturas, que ocupan casi todo el techo de la bóveda, otra duda comenzó a surgir sobre el sexo de los artistas paleolíticos. Eduardo Galeano conjeturó:
¿Fueron ellas?
"Están allí, pintadas en las paredes y en los techos de las cavernas. Estas figuras, bisontes, alces, osos, caballos, águilas, mujeres, hombres, no tienen edad. Han nacido hace miles y miles de años, pero nacen de nuevo cada vez que alguien las mira. ¿Cómo pudieron ellos, nuestros remotos abuelos, pintar de tan delicada manera? ¿Cómo pudieron ellos, esos brutos que a mano limpia peleaban contra las bestias, crear figuras tan llenas de gracia? ¿Cómo pudieron ellos dibujar esas líneas volanderas que escapan de la roca y se van al aire? ¿Cómo pudieron ellos…? ¿O eran ellas?"
Las figuras llenas de gracia, las líneas que se vuelan de la roca como las notas del teclado en algunas sonatas de Beethoven, ¿podían ser obra que brutos que apenas sabían mantener encendido el fuego y tiraban lanzazos a los animales después de darles muerte mágica en efigie? Quizá fueran ellas, que no estarían obligadas a la caza.
Pero como sea, aquella sociedad "primitiva" había sido capaz de una forma de arte que no tuvo comprensión hasta el impresionismo de fines del siglo XIX y la invención de la fotografía instantánea.
El sociólogo Arnold Hauser reconoce la extrañeza que produce un arte tan refinado en una época tan rústica. "Nuestra perplejidad ante este fenómeno, que es sin duda el más extraño de toda la historia del arte, es tanto mayor cuanto no existe paralelo alguno entre este arte prehistórico y el arte infantil o el arte de la mayor parte de las tribus primitivas actuales".
La venus de Willendorf, opulenta hasta la exageración, encontrada en Austria, tiene más de 20.000 años. Un antropólogo podría atribuirla a un hombre enamorado, capaz de distorsionar hasta la fiebre las formas de su amada; pero una antropóloga podría decir que es el autorretrato de una mujer.
Manos tehuelches
En la Patagonia hay cuevas con pinturas contemporáneas con la de Altamira, obra de pobladores que caminaron esos campos de la actual provincia de Santa Cruz desde hace posiblemente 15.000 años. En el cañadón del río Pinturas está la Cueva de las Manos, que guarda testimonios de la creatividad aquellos pobladores. Son por ahora la expresión más antigua de los pueblos de Sudamérica, justo en el extremo sur del continente. Desde 1999, la cueva es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Las manos en negativo fueron obtenidas "calcando" la mano real colocada sobre la roca y espolvoreando sobre ella substancias como hemativa, caliza, manganeso o carbón, usadas como colorantes.
Son manos muy delgadas y gráciles, que parecen femeninas. Los arqueólogos admiten que pueden ser manos de mujer, pero advierten que la técnica de sopletear el pigmento alrededor de la mano puede reducir el tamaño original. Sin embargo, hay manos de todos los tamaños, incluso de niños, lo que hace difícil hablar -como casi siempre que no se sabe a qué atribuir un hecho antiquísimo- a ceremonias de culto
Aquellos pobladores, que han sido a veces considerados antecesores de los tehuelches, pintaban las manos quizá solo para sentir la alegría de ver algo suyo fijado en la pared, como los niños actuales cuando estampan sus manos en un papel en los jardines de infantes.
Manos en las paredes de las rocas hay casi en todas las cuevas paleolíticas en el mundo entero, de modo que debe haber algo que impulsa a todos en el mismo sentido. Puede ser un sello de identidad personal, pero manos de distintos tamaños en la Patagonia hacen pensar en miembros de una misma familia reunidos allí para festejar. Posiblemente ese sitio tuviera una significación especial, porque era buscado para estampar las manos y dibujar animales, entre ellos guanacos y ñandúes e incluso un pie humano.
Las mujeres produjeron la revolución neolítica domesticando plantas como alimento, y posiblemente pintaron las cuevas paleolíticas creando un arte naturalista, que a diferencia del geométrico posterior conserva el ser natural de las cosas.
Por una casualidad significativa, una niña pequeña descubrió para la ciencia y el arte las pinturas de Altamira, que cambió de un golpe lo que se pensaba de "primitivos" porque ofrecen una impresión visual pura y directa, sin añadidos conceptuales ni restricciones intelectuales. Aquellos artistas, "brutos" según la consideración moderna, consiguieron de manera inexplicable lo que el arte posterior en miles de años.
De la Redacción de AIM.
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