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Caleidoscopio
Caleidoscopio

Errico Malatesta era también argentino

Ahora que toda idea libertaria es cosa de un pasado bárbaro que no volverá, y que la revolución que parecía próxima hace un siglo ha desaparecido detrás del horizonte tenebroso de Occidente, es posible recapitular sin preocupaciones algunas ideas que expusieron también en nuestro país hombres que, gracias a las leyes liberales de entonces, llegaron de Europa a refugiarse y trabajar y agradecieron la generosidad argentina.

La advertencia de Errico Malatesta de que el mundo podría convertirse en una sociedad confortable de cerdos bien alimentados que chapoterían alegremente bajo la férula de un pequeño número de porquerizos, no parece haberse realizado finalmente.

Se puede entonces confortablemente recordar aquellos tiempos revueltos -anteriores al establecimiento de un orden mundial justo y de un progreso armonioso basado en ideas ilustradas- y a uno de sus actores más significativos, aunque ya bastante olvidado. Rescatarlo en lo posible del olvido no ha de ser sin provecho, puede ser ejemplificador de una ilusión que hoy parece casi divertida por su magnitud.

Descamisados del siglo XIX
Gente que, como decía Horacio Guaraní, no hay ninguna razón que los condene a andar sin manta, hubo en todo tiempo, como recordaba Carlos Menem citando a Jesucristo.

Los descamisados no se iniciaron con el peronismo en la Argentina. Mucho antes, a principios de 1871, el primer diario anarquista se llamó “El Descamisado”, posiblemente adaptación a nuestro medio de los “sans culottes” que habían tenido importancia en la revolución francesa un siglo antes. "Sans culottes" alude a que los trabajadores llevaban en el siglo XVIII en Francia pantalones largos, y los nobles calzas cortas llamadas "culottes". La diferencia de vestimenta caracterizaba la diferencia de clase.

En octubre de 1945 el calor hizo que los obreros que marcharon a la plaza de Mayo en Buenos Aires se quitaran las camisas, lo que dio origen al nombre de "descamisados" por segunda vez, porque la primera fue el periódico de 1871.

Los primeros ácratas que llegaron a nuestro país eran inmigrantes que huían de la comuna de París, una experiencia revolucionaria estrangulada por la represión al costo de 30.000 muertos.

La mayoría eran españoles e italianos, a los que se sumaron franceses rápidamente y también algunos alemanes.

Entre los italianos hubo uno que se destacó netamente entre todos por la osadía de sus puntos de vista y por la energía que desplegaba para promoverlos entre sus iguales. Es posiblemente el fundador del anarquismo argentino, uno de sus teóricos a nivel mundial, obrero, hombre de acción y de pensamiento, agitador, propagandista, famoso transitoriamente en nuestro país y el el mundo: Errico Malatesta.

Y ese Malatesta ¿en qué andaba?
Malatesta es un exponente del socialismo”libertario” de Miguel Bakunin, que se diferenciaba del “autoritario” de los partidarios de Carlos Marx (que entienden hablar en nombre de la ciencia), y de Luis Blanqui.

La evolución posterior del marxismo, cuando el impulso inicial declinó, lo imbricó con el psicoanálisis y con otras teorías contemporáneas hasta construir una unidad con fisuras, materia de estudio y desarrollo en las universidades y de poco interés fuera de ellas.

Cuando ha perdido el impulso que recibe de la altura, el curso de un río de discurre por una llanura sin declive se llena de meandros y finalmente se empantana, se detiene, y las aguas antes frescas y cantarinas se emponzoñan.

Esto se suele llamar bizantinismo en las corrientes intelectuales. Es tanto como analizar la doctrina con el microscopio sin ver ni rehacer la totalidad y sobre todo sin sentir su llamado original, y marcar sobre su piel senderos sin fin que no llevan a ninguna parte. Así acontece en épocas que dejaron de ser creadoras para convertirse en reproductoras o conservadoras.

Antonio Gramsci considera al bizantinismo desde otro ángulo, más restringido: una "tendencia degenerativa" al análisis de las cuestiones teóricas como si tuvieran valor en sí mismas, fuera de las condiciones originales. Hay siempre una exhuberante proliferación arborescente de hipótesis tan complicadas que suelen sorprender a los desprevenidos, pero que cumplen su finalidad de rompecabezas para estudiantes y de sopa para los profesores.

Si bien Malatesta en sus escritos reniega de "la incierta filosofía", a la que atribuye nula influencia en el carácter humano, fue considerado tan pronto llegó a nuestro país en 1885 "célebre filósofo". Su presencia en la Argentina dio origen a un "grupo de Estudios Sociales", que organizó conferencias de Malatesta y editó la revista "La Questione Sociale", en italiano.

Al año siguiente de llegar, Malatesta se fue a buscar oro a la Patagonia, con la finalidad de conseguir recursos para la propaganda libertaria y para organizar sindicalmente e los trabajadores. No hubo oro ni éxito económico, pero la actividad de Malatesta marcó al naciente anarquismo argentino. Antes de regresar a Europa en 1889, Malatesta contribuyó a formar en Buenos Aires el sindicato de panaderos, la "Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos" y también el sindicato de zapateros.

Osvaldo Bayer dice que la importancia de Malatesta se hizo notar por la idea de que los obreros organizados eran la mejor manera de difundir las ideas y su valoración de la organización, de la que los anarquistas individualistas recelaban.

Los panaderos y zapateros organizados por Malatesta disponían de estatutos que fueron modelo para la organización de otros sindicatos obreros argentinos, sobre todo después del éxito de la primera huelga de panaderos en 1888.

Las posiciones teóricas de Malatesta, expuestas en escritos diversos, sobre todo para la prensa, ajenos a todo espíritu de sistema, se apartan del positivismo y del materialismo de su tiempo, pero también del marxismo "autoritario" y de las doctrinas "mecanicistas" de su amigo, el príncipe ruso Pedro Kropotkin.

Una vida agitada
El historiador argentino Angel Cappelletti, que vivió casi tres décadas en Venezuela, ofrece una reseña de la vida infatigable de Malatesta, que en cierto momento lo trajo a la Argentina: Nació el 14 de diciembre de 1853, en Santa María Capua Vetere, provincia de Caserta, cerca de Nápoles, Italia, en el seno de una familia de la pequeña burguesía. Estudió poco tiempo medicina en Nápoles. A los 17 años conoció en Suiza a su admirado Miguel Bakunin, que le dejó un recuerdo imborrable. En 1876 intervino en el octavo congreso de la Internacional; en abril de 1877 promovió un intento de revolución popular en Benevento, Italia. En Alejandría, Egipto, fue detenido y embarcado por supuesta complicidad en el atentado contra el rey Humberto I, pero huyó a Marsella y de allí a Suiza, donde conoció a Kropotkin.

Estuvo sucesivamente en Bélgica y en Inglaterra y luego fue encarcelado otra vez en París y también en Suiza. De regreso en Italia, publicó en Florencia "La Questione sociale"

Cuando iba a ser otra vez condenado a prisión, huyó a la Argentina en 1885. En nuestro país fue recibido como un filósofo, que él negaba ser, y tuvo una actuación descollante, pero contó con el rechazo y la crítica de los anarquistas individualistas influenciados por Max Stirner, el alemán autor de "El Uno y su propiedad".

De vuelta a Europa en 1889, fundó un periódico en Niza y fundó el "Partido socialista revolucionario anárquico italiano" en Tesino. En 1892 estuvo Barcelona, Madrid y Andalucía y al año siguiente quiso hacer una revolución de una huelga general desatada en Bélgica a favor del sufragio universal.

En 1895 preparó el congreso internacional Obrero Socialista que se reunió en Londres. El resultado fue que una mayoría marxista inexistente consiguió expulsar a los anarquistas.

Ante la perspectiva de otra condena, huyó Inglaterra y de allí a los Estados Unidos en 1897, donde pasó seis meses. Como en la Argentina, fue muy bien recibido, pero volvió a tener la oposición de los individualistas y sufrió un atentado contra su vida.

Luego estuvo 10 días La Habana y regresó a Londres, donde durante 13 años se ganó la vida como mecánico electricista sin descuidar nunca las lecturas que le permitían mantenerse al tanto de los avances científicos y filosóficos.

En 1907, en el congreso anarquista de Amsterdam, defendió contra los individualistas la necesidad de organizarse sin confundir sindicalismo con anarquismo.

En junio de 1813, de vuelta en Italia, publicó el periódico "La Volontá"

En 1914 tomó parte de una insurrección contra la casa reinante de Saboya y contra el Vaticano, pero el fracaso lo obligó a regresar a Londres.

Al estallar la primera guerra mundial se pronunció por una abstención total del movimiento obrero en lo que entendía era una contienda solo entre Estados. Sin embargo, esta postura lo llevó a enfrentar a Kropotkin, que se había pronunciado por ingleses y franceses contra los alemanes. Publicó entonces "los anarquistas olvidaron sus principios", y ratificó que los anarquistas no debían participar de la guerra en ningún bando.

En 1920 participó de la toma de fábricas por los trabajadores y fue animador e ideólogo del movimiento, que era autogestionario.

Ese movimiento fracasó porque los socialistas reformistas de la Confederación General del Trabajo temieron perder el poder burocrático si de desataba una revolución en serio y ordenaron a sus afiliados desocupar las fábricas.

Ya durante el fascismo, Malatesta pudo publicar "Pensiero y Volontá" tras la clausura de "Umanitá Nova".

Fue condenado a cinco años de prisión que debía pasar en la isla de Ustica, pero sus preparativos de fuga fueron descubiertos y fue enviado a Lampedusa, Sicilia, de donde parecía imposible huir. No obstante lo logró, parece que gracias a la "vista gorda" del gobernador del lugar, que no era insensible a sus ideas.

Al final de su vida apasionada y tumultuosa, que terminó a los 79 años, estuvo prisionero en su domicilio y exiliado en su tierra, aislado de sus compatriotas. Sólo pudo durante sus últimos años mantener correspondencia con amigos del extranjero, de quienes recibía cierta ayuda económica. El 22 de julio de 1932 murió en Roma bajo la dictadura fascista. Elena Melli, su compañera en los últimos años, relató que poco antes había superado una pulmonía y parecía estar fuera de peligro. No creía estar próximo a morir pero decaía día tras día. Respiraba con dificultad a pesar del oxígeno hasta que tuvo otro ataque pulmonar, que fue definitivo.

Un programa curioso
El fantástico programa de Malatesta, muy resumido, es el siguiente:
Abolición de la propiedad privada de la tierra, de las materias primas y de los instrumentos de trabajo.
Abolición del gobierno y de todo poder que haga leyes y las imponga a otros: de las monarquías, las repúblicas, los parlamentos, los ejércitos, las policías, los jueces y demás.
Organización de la sociedad por libres asociaciones de productores y consumidores.
Guerra a las religiones y a todas las mentiras, aunque se oculten bajo el manto de la ciencia.
Abolición de las fronteras, fraternidad entre todos los pueblos.
Familia resultante de la práctica del amor, libre de todo vínculo legal y toda opresión económica o física.

Frases para memorizar
Ideas que circulaban a fines del siglo XIX y en las primeras décadas del XX, provenientes de Malatesta, incluidas en sus escritos:
-Si se quisiera o se pudiera (reestructurar toda la sociedad) por la voluntad o la preponderancia de un partido político, las masas, habituadas a obedecer y a servir, aceptarían el nuevo modo de vida como una ley impuesta por el nuevo gobierno. El nuevo poder, al no ser capaz de satisfacer las necesidades y deseos inmensamente variados y a menudo contradictorios, (...) reconstruiría un Estado fundado como todos en la fuerza militar y policial. Con el pretexto y quizá con la honesta intención de regenerar el mundo con un Evangelio nuevo, se querría imponer a todos una regla única, se suprimiría la libertad, se volvería imposible la iniciativa. Como consecuencia, tendríamos el desaliento y la parálisis de la producción, el comercio clandestino o fraudulento, la prepotencia, la corrupción, la miseria y la vuelta a la opresión que la revolución quiso abolir. La experiencia rusa no debe haber ocurrido en vano.

(Malatesta murió en 1932, mucho antes de la disolución de la Unión Soviética, cuando Mussolini gobernaba en Italia y Stalin en Rusia)

-Yo no creo en la infabilidad de la ciencia ni en su capacidad para explicarlo todo, ni en su misión de regular la conducta de los hombres, como no creo en la infabilidad del Papa, en la moral revelada ni en el origen divino de las Sagradas Escrituras.

-A la voluntad de creer opongo la voluntad de saber

-La filosofía plantea problemas que escapan a la ciencia e imagina soluciones no susceptibles de prueba que varían y se contradicen de filósofo a filósofo. O es un juego de palabras o es un fenómeno de ilusionismo, pero puede servir de estímulo para la ciencia.

-Cuando los socialistas democráticos llegan al parlamento, dejan de ser socialistas. Eso no depende de sentarse en la banca sino del poder que acompaña al título de miembro del parlamento.

-La autoridad no puede hacer nada bueno, y si puede hacer algo relativamente bueno produce en cambio daños cien veces mayores.

-Libertad para todos y en todo, sin otro límite que la libertad igual de los demás

-No resistir al mal activamente es absurdo en teoría porque contradice el fin de destruir el mal (réplica a la "resistencia pasiva" que Tolstoy extrajo del evangelio, y reflejo lejano del ahimsa hindú)

-Aprovechar el trabajo ajeno es necesario y puede hacerse de dos maneras: mediante la asociación fraternal o luchando de modo que los vencedores pueden explotar a los vencidos.

-Los reformistas quisieran una solidaridad, una colaboración sincera entre patrones y siervos, entre propietarios y proletarios que si ha existido en tiempos de inconciencia profunda de las masas, hoy es imposible.

-Los bancos son un medio para especular sobre los intercambios, para ubicar capitales y hacerles rendir intereses y para cumplir otras funciones que desaparecerán cuando triunfe el principio de que nadie debe explotar a los demás.

-Cuando Federico Engels decía que una vez desaparecidas las clases el estado no tendrá razón de ser y se transformará de gobierno de los hombres en administración de las cosas, hacía un vacío juego de palabras. Quien domina las cosas domina los hombres; quien gobierna la producción gobierna al productor; quien mide el consumo es señor del consumidor.

-Cuando algunos entusiastas le adjudicaron el mote de "el Lenin italiano", Malatesta lo rechazó de plano. En su criterio la sociedad comunista no era el resultado necesario del desarrollo de las fuerzas económicas sino el producto de una conciencia generalizada de la solidaridad entre los hombres. "La revolución que tiene por meta instaurarlo no consiste en la toma del poder por la clase obrera ni en la implantación de una dictadura del proletariado, sino en la liquidación de todo gobierno. Proceder de golpe y efectuar una serie de cambios estructurales por decreto revolucionario, contando con el predominio de un partido obrero, como han hecho Lenin y los bolcheviques en Rusia, significa equivocar el camino"
De la Redacción de AIM

Lenin italiano Errico Malatesta dictadura proletariado

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