En el invierno de 1884 dos payadores, uno oriental y el otro argentino, se trenzaron en lucha dialéctica en una cancha de pelota en la calle San José de Montevideo: eran Juan de Nava y Gabino Ezeiza.
Ezeiza, que no tenía igual en su arte, derrotó a Nava, y sintiendo la hostilidad del público oriental, para neutralizarla improvisó su célebre Saludo a Paysandú:
Heroico Paysandú, yo te saludo
hermano de la patria en que nací.
Tus hechos y tus glorias esplendentes
se cantan en mi tierra como aquí.
Los bardos que tenemos en el Plata,
que escalan el Olimpo en su canción,
dedican a este pueblo de valientes
su grande y más sublime inspiración.
El saludo recuerda el bombardeo de Paysandú en 1864 -20 años antes de la payada- por la escuadra brasileña de Tamandaré con la complicidad de Mitre, la pasividad de Urquiza y la impotencia del pueblo de Concepción del Uruguay, que asistía al espectáculo de guerra desde la otra orilla.
Como en los tiempos de Rosas
La milonga "Barrio viejo del 80" menciona en el Buenos Aires de entonces a un hijo de Juan Nava, Gaudencio, también payador:
"Todavía se encuentra allí
el farol que iluminaba,
el patio donde cantaba
como en los tiempos de Rosas,
cielitos y refalosas,
el pardo Gaudencio Nava".
Una tradición sin inicio
La payada como diálogo cantado e improvisado se conoce con innumerables variantes desde el Asia a las antiguas Grecia y Roma, en el Mediterráneo islámico y en España, de donde posiblemente pasó a América.
En el país vasco, los payadores se llaman "bertsolari", y posiblemente tengan un origen local anterior a la escritura. Su arte se define como "con métrica y rima cantar la palabra". En Cuba se conoce a la payada como "repentismo", para aludir a la improvisación característica.
Lugones considera que la palabra "payada" deriva del latín pagus, que se refería a lo campesino, de donde se derivó "payo" pero también pagano.
Para Corominas "payada" deriva la palabra del quechua pállai, que significa recoger del suelo o cosechar. "Payada" se vincularía entonces con la elección de las palabras que va haciendo el payador, comparada con la de los minerales que hace el minero para desechar los menos valiosos.
Siguiendo la tradición del romancero español, aquel "sueño de un juglar" a orillas del Duero que se figuró Antonio Machado, los payadores improvisan en versos octosilábicos, como Hernández en el Martín Fierro.
Los payadores más famosos
En el Uruguay el día del payador es el del nacimiento de Bartolomé Hidalgo, el primer poeta gauchesco, que acompañó a Artigas y vivió sus últimos años en la pobreza en Buenos Aires.
En la Argentina el día del payador es el 23 de julio, cuando en 1884 Gabino Ezeiza enfrentó a Juan de Nava
En la línea de Gabino están el legendario José Betinoti e Higinio Cazón, a quienes menciona Cátulo Castillo en "Café de los Angelitos": "par de Gabino y Cazón" y "de nuevo se sienta a mi lado Betinoti, temblando su voz".
En Rio Grande do Sul el día del payador gaúcho es el 30 de enero, día del nacimiento de Jayme Caetano Braun
Gabino
Gabino Ezeiza, seguramente el máximo exponente de la payada, nació en 1858 en San Telmo, entonces llamado "barrio del mondongo" y murió en Buenos Aires a los 59 años. Era hijo de un afrodescendiente que se llamaba Ezeiza porque ese era el apellido de una familia aristocrática (Ezeyza) que provenía de Albistur, en el país vasco. Notablemente, Albistur es el origen de notables bertsolari de la tradición vasca.
Cuando nació Gabino, los afrodescendientes eran numerosos en Buenos Aires. Vivían sobre todo en los barrios de Balvanera, Montserrat, San Telmo y Catedral, hoy el microcentro de Buenos Aires.
Gabino tenía una capacidad de improvisación prodigiosa. Es autor de más de 500 composiciones, que interpretaba recorriendo con la guitarra ranchos y pulperías, donde recordaba acontecimientos notables o daba a conocer novedades, siempre dentro de lo popular, identificado con el paisano.
Su casa de Floresta se mantiene en pie: una placa advierte que allí vivió Gabino.
El adiós de Gabino Ezeiza
Buenos Aires de mi amor,
¡Oh, ciudad donde he nacido!
No me arrojes al olvido
yo, que he sido tu cantor.
De mi guitarra el rumor
recogió en sus melodías
el recuerdo de otros días
que jamás han de volver:
los viejos cantos de ayer
que fueron las glorias mías.
Esperanzas que ya no hay,
coplas y cielos ardientes,
la diana de los valientes
volviendo del Paraguay.
Cantos de patria, pero ¡ay!
que la guitarra argentina
melancólica se inclina
para decirles adiós,
mientras se apaga la voz
de las milongas de Alsina.
Por eso vengo a cantar
mi trova de despedida,
que hoy la tarde de la vida
mi alma ya empieza a nublar.
Nadie volverá a escuchar
de mi guitarra el rumor,
cantos de gloria y de amor
de la ciudad en que he nacido,
no me arrojes al olvido
yo, que he sido tu cantor
De la Redacción de AIM.
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