Popea era una joven patricia romana de gran belleza, amante de Nerón en el siglo I. Según la leyenda, tenía un establo con 500 burras, que le proporcionaban leche para tomar un baño diario con la finalidad de mantener inmaculada su blancura. La blancura de la piel era un ingrediente fundamental de la belleza femenina, y obligaba a Popea, que la tenía como prioridad, a salir a la calle con una mascarilla de cera para protegerse del aire y del sol.
El extremado narcisismo con que la historia muestra a Popea, atenta solamente a su aspecto exterior, terminó de muy mala manera: en un arrebato de furia Nerón la mató de una patada en el vientre. Se arrepintió luego, y dispuso para ella funerales espléndidos y mandó colocarla en el panteón de los dioses romanos. Tuvo mejor suerte póstuma que Ana Bolena, condenada a muerte un milenio y medio después por su marido, el rey Enrique VIII de Inglaterra. Cuando el rey se enteró por el verdugo de algunos inconvenientes de la ejecución a hachazos en el cuello, Enrique dijo "para tí, mi amor, lo mejor". Y mandó decapitarla a espada.
El color de la piel es para los "carapálidas", las razas blancas, un signo de superioridad derivado seguramente del color los pueblos que fueron reduciendo a la servidumbre en la expansión que siguió al Renacimiento, iniciada milenios antes. Hasta hace poco las niñas debían evitar el sol en el campo entrerriano, para mantener la blancura que las diferenciaba del color de los nativos, peones en las estancias o chacras de sus padres.
En una de sus menciones a la "raza de bronce" originaria de México, Amado Nervo presenta al "Señor" en la fiesta de Quetzalcotl absorto en una predicción de sus sacerdotes: «Y entonces en un vuelo de naves del Oriente, vendrán los hombres blancos, que matan con centellas.»
Todo cambia
En la antigua Roma la mujer debía ser fina, estilizada. Debía cuidar la blancura de su piel, dibujar las cejas con pincel y pintarse ligeramente los labios. También se maquillaba los ojos para protegerse de las enfermedades y para destacar la belleza.
Debía perfumarse como complemento de la higiene corporal, aunque siglos después, en las cortes europeas, el perfume sirvió para disimular el olor de la falta de aseo. De Roma proviene un “Tratado de los productos de la belleza para uso de la mujer", el primer texto conservado acerca de cosmética:
Cuando se produjo el desarrollo explosivo del Islam, la mujer árabe debía cuidar su figura esbelta y destacar el ciudado de los ojos ya que el resto del rostro estaba velado.
Una anécdota de una jefa de partida mexicana durante las guerras de su país a principios del siglo pasado, la presenta usando un sombrero muy aludo cubriendo la vista "para que no se me vea en los ojos la mujer"
En la Edad Media Cristiana, que arrastra fama de suciedad general, el ideal femenino sigue siendo la la piel blanca y fina y también el uso de tinturas para amarillar el pelo.
El derrame de Europa por el mundo, iniciado con los viajes de circunvalación del Africa y la llegada a América buscando un camino a Oriente, provocó el conocimiento de técnicas de otras regiones del mundo y aparecieron productos de utilización estética y los primeros libros de productos de belleza escritos por eruditos.
El ideal medieval de belleza es la armonía, la relación correcta de las proporciones. Cuando llegó el romanticismo tuvieron importancia los gustos personales y lo bello ya no fue tanto la armonía objetiva sino un sentimiento del observador. Entonces lo bello pudo ser también lo extravagante, lo inusual, incluidas la muerte y la enfermedad, porque el criterio era la independencia del contemplador.
Un paso más y las mujeres abandonaron su papel doméstico y generador tradicional para salir a trabajar cuando el capitalismo impuso sus necesidades, que presentó como reconocimiento de derechos.
Entonces las mujeres lucharon por la participación política y la nueva movilidad social dejó en la penumbra los cánones de belleza dictados por hombres.
El cine instruye
Pero ya con la invención del cine, que tuvo una influencia propagandística extraordinaria, las actrices fueron modelos a seguir y volvieron populares los salones de belleza
Gabriela Chanel, "Coco", a partir de su niñez en un orfelinato de monjas, creó un imperio de la moda. Llevó a las mujeres de los años "locos" del siglo XX a repudiar el estilo de la Belle Epoque y cambiarlo por otro, elegante, original y sobre todo cómodo, adaptado a la nueva libertad de movimientos necesaria trabajar y divertirse fuera de casa.
Tuvo éxito en un punto fundamental: asoció por primera vez en milenios la belleza femenina a la piel bronceada, porque entre sus creaciones estuvo el abandono de la sombrilla, artefacto embarazoso que mantenía ocupadas las manos, y el traje de baño que exponía las piernas. La belleza femenina era entonces inseparable de la liberación, que fue explotada por la propaganda comercial proponiendo el hábito de fumar como ejemplo de autodeterminación.
El cine del período de entreguerras impuso a las mujeres "liberadas" una moda que las igualó sin compasión, como se ve en las fotografías de las grandes ciudades de entonces: El estilo era el de las actrices de Hollywood, una cabellera rubia platinada ondulada, labios carnosos, cejas altas y dibujadas en arco y las uñas pintadas.
La neoyorquina Margarita Cansino, hija de un inmigrante español, conocida como Rita Hayworth, fue el ideal de belleza de los años ‘40, reemplazada en la década siguiente por Brigitte Bardot en Francia y Audrey Hepburn en Inglaterra. La belleza entonces era elegancia, delicadeza y delgadez, siguiendo el modelo de Marilyn Monroe.
En la década de los 60 del siglo pasado, otros intereses comerciales volcaron el ideal de belleza a la delgadez extrema, acentuando algunos problemas de salud como la bulimia y la anorexia.
Cada decenio trajo su "ideal" siempre impulsado por la necesidad de promover el consumo que había encontrado en las mujeres un mercado sencillo. El ideal de belleza de los ‘70 era el bronceado, las melenas, el cuerpo delgado y tonificado.
En los 80 se impuso la excentricidad, el exceso: hombros anchos y cintura fina para mujeres que comenzaban a tomar poder como "mujeres de negocios". Era importante llamar la atención, hacer notar la importancia, el nuevo significado social que se había alcanzado. Madonna fue un ejemplo, seguido por otros como Claudia Shiffer y Naomi Campbell.
En lo que siguió la moda, que estableció una dictadura al parecer "blanda" pero de seguimiento obligatorio, estuvo ayudada por la tecnología, la globalización, las redes sociales, el photoshop, los blogs y las it girls. Los nuevos dictados de los ideales de belleza impusieron paradójicamente el "vale todo", que invita a cada uno a seguir su estilo propio y lo que cada uno considera bello. La finalidad recomendada era estar bien con uno mismo, lo que paradójicamente casi nadie consigue porque exige un conocimiento de sí mismo que casi nadie alcanza, de modo que es un reclamo publicitario más.
Las mujeres están constantemente bombardeadas por la publicidad televisiva y sucedáneamente por los propios familiares, por sus pares y por la pareja.
Sobre todo en Nuestra América, al sur de la frontera de México y del muro, está exacerbada la idea de belleza, legitimada mediante la elección de reinas en los colegios, universidades, espacios de trabajo, festivales y otros espacios. Las niñas y las mujeres deben exponerse a mediciones y calificaciones que condicionan su aceptación social.
Los hombres, por su parte, han asimilado la imagen de mujeres irreales, impuestas por la publicidad como modelos de belleza.
La presión para alcanzar un ideal inalcanzable tiene como resultado que las mujeres pierdan la autoestima y la confianza, se vuelvan ansiosas e inseguras y se sometan a la cirugía estética para adecuarse al canon imperante.
De la Redacción de AIM.
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