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Caleidoscopio
Caleidoscopio

La poda humana

Desde el punto de vista del economicismo en boga, es precario el equilibrio entre los comensales de una parte y de otra los alimentos, el agua y la tierra. Como forma de recuperarlo, se propone la reducción de la población, gradual o brutalmente. Dos siglos después de enunciada, se mantiene vigente la idea del clérigo anglicano Thomas Malthus sobre la población. Los ecos maltusianos urgen podar la población por las buenas antes de que lo haga la naturaleza por las malas.

Desaparezcan, viejos
El ex ministro japonés de Finanzas, Taro Aso, dentro de las tradiciones de su país recomendó el suicidio samurai, el harakiri, a la población de su país en su criterio sobrante, a los ancianos ya no explotables económicamente, que debían dejar de pesar sobre los jóvenes que sí pueden producir.

Aso, temiendo el agravamiento de la crisis recesiva de 2013, exigió a los ancianos "que se den prisa en morir, así el Estado no tiene que pagar su atención médica". En otra de sus opiniones, que obligaron a otros funcionarios a pedir disculpas, Aso destacó un aspecto positivo del calentamiento global al afirmar que por el calor el arroz
de la isla de Hokkaido "sabe mejor".
Los esquimales, por ejemplo, esperan que los ancianos se autoeliminen antes de ser una carga para una sociedad que con dificultad arranca a una naturaleza hostil lo mínimo para vivir. Algunos aceptan y abandonan la vivienda familiar para dejarse morir de frío a la intemperie en un clima inclemente.

La prensa informa a veces de muertes de matrimonios de ancianos que aparecen en la crónica policial como violencia de género, pero que en realidad son suicidios pactados.
Un problema grave de las sociedades desarrolladas, sobre todo en Europa, es el envejecimiento de la población, la baja de la tasa de nacimientos que está dejando despoblados algunos pueblos pequeños y en general al campo, donde hasta hace dos o tres siglos vivía la gran mayoría de la gente.

La recomendación del harakiri del ministro Aso no aparece como neomalthusianismo, sino más bien como una invitación a morir que recuerda algunos modos políticos de sacarse de encima a rivales molestos, desde la antigua Roma a la Alemania nazi.

Pero el antropólogo español Manuel Velasco considera que mensajes que invitan a la reducción de la población mediante procedimientos drásticos son ecos de Malthus y confían en uno de los factores que es posible controlar: la supervivencia en un medio ambiente limitado.

El control del crecimiento
El mensaje muestra a la naturaleza como un sistema regulado cuyo control está en manos humanas; pero evita consignar que también la distribución y el uso de los recursos está en manos humanas.

Es de interés económico y político reducir el debate a la cuestión demográfica; no insistir tanto en el modelo económico y el derecho a la alimentación. En realidad las crisis afectan mucho a muchos pero benefician también mucho a pocos. Las hambrunas, las guerras, las pestes, son mecanismos de regulación demográfica tradicionales, aunque no los únicos.

Si la recomendación del harakiri llevara al poder político a transformarse en regulador de la población, habría que enfrentar un nuevo totalitarismo, que quizá esté en marcha bajo aspectos menos obvios que los de antaño, que también supieron cosechar la aprobación y el aplauso de mayorías entusiastas, confundidas y maleables.

Ejemplo de estas tendencias son la política del hijo único en China, las campañas de esterilización forzosa en India bajo el gobierno de Indira Gandhi o en el Perú de Alberto Fujimori.

Con cerca de 8.000 millones de habitantes, la Tierra parecería estar a punto de agotarse en términos absolutos; pero la cuestión es el reparto desigual de la población y, sobre todo, de distribución desproporcionada, injusta, de los recursos.

Pobres ricos
Un dato revelador en este sentido es que la fortuna acumulada muy rápidamente en las últimas décadas por un puñado de hombres, los más ricos del mundo, podría eliminar el hambre durante siglos.

La población mundial ha crecido mucho y ante ese fenómeno se escuchan voces de alarma, que no se refieren sin embargo a la enorme desigualdad de la distribución de los bienes. Europa tenía 728 millones de habitantes en 1995, y África, poco más de 700. En 2000, África superaba los 970 millones, mientras que Europa tenía unos 730. La fertilidad en los países desarrollados ha descendido, hay cada vez más gente que no quiere casarse ni tener hijos. Por otra parte, la aumentado la esperanza de vida de modo que hay cada vez más ancianos que provocaron la recomendación de Aso. En España el problema es el desequilibrio entre grupos de edad, el predominio de ancianos, el envejecimiento de la población que ha llevado a algunos teóricos a vaticinar por este camino se producirá la ruina de la civilización europea.

En España cada mujer tiene en promedio 1,2 hijos, mientras en el Africa subsahariana o en Iberoamérica ese número es de 4,5.

No hay adónde ir
Los flujos migratorios son una salida natural para la población que carece de recursos básicos, pero está obstaculizada por prohibiciones de todo tipo, por ejércitos, reducciones a la esclavitud, construcción de muros y revitalización de prejuicios. Por otra parte, la ideología neoliberal todavía predominante pero ya en retirada, hace compatibles las barreras para la gente con la libertad total para las transferencias financieras por todo el mundo .

En Europa hay mucha nostalgia por el estado de bienestar, que fue un beneficio acordado por el poder a las clases medias mientras duró la guerra fría, pero se terminó con ella. Ahora el expediente es atribuir el problema al envejecimiento. En Europa los mayores de 65 años son el 20% de la población, y en 2049 serán poco menos que el 40%. El porcentaje de pasivos es cada vez mayor respecto de los activos económicamente. Los presupuestos están sufriendo recortes que en nuestro país se llaman "ajustes". Los políticos los aplican obedientes pero no los mencionan por ese nombre "piantavotos".

Guerras y pandemias
Los reguladores históricos de la población han sido las guerras y las pandemias. Guerras ha habido y sigue habiendo. Ahora mismo hay promesas fundadas de estallidos catastróficos en Ucrania y Taiwan, donde un imperio senil se enfrenta a otro juvenil.

Otro medio de limitar la población acreditado desde hace milenios son las pestes. La bubónica terminó con un tercio o la mitad de la población de Europa al inicio de la modernidad. Quedaron deshabitadas aldeas enteras, como por otras razones se vuelve a ver ahora.

Una peste en curso mantiene temerosa y enervada a toda la humanidad, bombardeada por el virus pero más por los medios llamados "de comunicación". La mortalidad anunciada inicialmente para esta peste no se cumplió, pero logró el propósito de dar a los Estados medios de quitar o restringir derechos a la población en nombre del bien común.

En el siglo XX la población se cuadriplicó: de 1.500 millones pasamos a 6.000. En todos los siglos anteriores ni siquiera se había duplicado. Pero la demografía no es una amenaza: Japón es un país estable y tiene 120 millones de habitantes en una superficie como la de la provincia de Buenos Aires.

El modelo no se cambia
Mucho mayor importancia que la demografía tiene el contexto sociopolítico y económico. El problema es la desigualdad de acceso de la población a los recursos básicos.

La desigualdad en la asignación de recursos es clave para el debate de la sobrepoblación. La competencia por el acceso a la tierra, el agua y las materias primas, es vital para la supervivencia.

El modelo económico actual se caracteriza por la sobreexplotación de los recursos como si fueran infinitos: tierras de cultivo, agua, fuentes de energía.

El argumento de la demografía como explicación del hambre empezó con Malthus, aunque un europeo o un estadounidense consumen hoy 150 veces más recursos que un africano.

Una visión feminista del asunto pide que la gestión de los recursos recaiga en manos de las mujeres; alegando que solo la educación de las madres puede revertir la curva demográfica.

En las sociedades africanas los hijos son la seguridad social: mano de obra para las cosechas y apoyo en la vejez; pero en las sociedades desarrolladas los viejos son cada vez más un estorbo si se ha de mantener el sistema.
De la Redacción de AIM.

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