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Caleidoscopio
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Mitre, un prócer porteño

Bartolomé Mitre fue presidente de la Nación, general, traductor del Dante, historiador, político, versificador; su talento se desparramó en muchas actividades sin sobresalir en ninguna.

Recordando su actuación en la guerra de la Triple Alianza, al conocer la traducción de Mitre de la Divina Comedia del Dante, el escritor italiano Gabrielle Dannunzio se preguntó socarronamente si "este general cree que la Divina Comedia es el pueblo paraguayo".

Sobre esa traducción dantesca, un acto de suprema osadía de Mitre, en la revista "Martín Fierro" del grupo de Florida, una rima atribuida a Borges dice irreprochablemente: "En esta casa pardusca/ vivió el traductor del Dante/ ¡Apúrate caminante!/ no sea que te traduzca!".

Mitre fue gran maestre de la masonería argentina desde 1894. Continuó la línea política iniciada por Bernardino González Rivadavia para instaurar el actual dominio de Buenos Aires sobre el resto del país , con su punto más virulento después de Pavón, cuando desde el gobierno nacional lanzó "guerras de policía" contra los gobiernos provinciales que sostenían el ideario federal.

Su finalidad, que pudo realizar en buena medida gracias al respaldo del imperio británico, era crear una ciudad, Buenos Aires, rodeada de un desierto a su servicio.

Mitre es una personalidad consular para los continuadores de su política centralista; y nefasto para los que vieron derrumbarse los ideales de autonomía y autogobierno de Artigas, Felipe Varela o el Chacho Peñaloza. El se encargó de destruir físicamente a Peñaloza, e hizo pasar en sus escritos a Artigas como ladrón de ganado.

"Bajo ningún gobierno sudamericano corrió más sangre que bajo el suyo: de orientales, de paraguayos, de brasileros, de porteños, de provincianos." (Luis Alberto Herrera, Buenos Aires, Urquiza y el Uruguay, p.116) [A. G. Mellid, p.340]"Solo Mitre, no reelecto, y derrotado en sus nuevas tentativas de rebelión, fue superior a todos los fracasos. Excluido de la política, politiqueó con la historia, exigiendo un anticipo de gloria para hacerle coacción a la posteridad. Es el caso más notable que se conoce de voluntad perseverante para la propia glorificación. Napoleón falsificando la historia en Santa Elena es un infeliz comparado con Mitre. Napoleón disponía de una epopeya y de un memorial. Mitre se inventó a sí mismo. Toda su vida política, militar y literaria es la sugestión imperiosa de un megalómano". (Carlos Pereira. Francisco Solano López. nota al pie p.118 / AGM.t.I.p.72)

Mitre era argentino por casualidad, porque era hijo de una modesta familia uruguaya y nació accidentalmente en Buenos Aires. Como militar tuvo el dudoso privilegio de no haber ganado nunca una batalla, contra fuerzas superiores ni inferiores.

Del campo de Pavón, en que Urquiza se retiró a pesar de que ya controlaba la situación, huyó precipitadamente y sólo regresó con precauciones cuando sus segundos le advirtieron que el entrerriano había abandonado la lucha.

"No dispare general, que ganó" le dijo un chasque comisionado para alcanzarlo en su errónea fuga. Como político ascendió de manera acompasada con sus progresos en la masonería, muy fuerte en la Argentina ya desde la época de San Martín y Alvear, en la que continuó a Sarmiento.

Desde los 14 años trabajó como boyero en una de las estancias de Rosas, "El rincón de López", pero Rosas lo devolvió a su padre, debido a que no se adaptaba al trabajo, con estas palabras: "Dígale a don Ambrosio que aquí le devuelvo a este caballerito, que no sirve ni servirá para nada, porque cuando encuentra una sombrilla se baja del caballo y se pone a leer".

Ya entonces comenzó a defender en diarios del Uruguay, desde Buenos Aires, la causa unitaria. Carlos Saavedra Lamas le reconoce haber participado en la batalla de la Vuelta de Obligado, pero no como soldado sino como observador, y no desde las baterías costeras, sino desde los buques ingleses invasores.

Sarmiento dio cuenta de la situación con su exceso característico: "Los que cometieron aquel delito de leso americanismo (apoyar la invasión anglofrancesa), los que se echaron en brazos de la Francia para salvar la civilización europea, sus instituciones, sus hábitos e ideas en las orillas del Plata, fueron los jóvenes, en una palabra, ¡fuimos nosotros! Somos traidores a la causa americana, española, absolutista, bárbara... De eso se trata, de ser o no ser salvajes".

Mitre hizo su aparición plena en la política porteña después de Caseros, defendiendo las ideas liberales, unitarias y europeizantes. Urquiza, de quien era una especie de contrafigura aunque el final coincidieron en muchas cosas, lo llamaba "el tísico" por flaco y debilucho.

La fiebre autodidacta de Mitre se extendió sobre todos los campos, aunque desordenadamente y sin mucho provecho, desde las tácticas militares a la Divina Comedia.

En cuando a su aprovechamiento de los conocimientos castrenses, Carlos D´Amico, que fue gobernador de Buenos Aires, decía: "A Mitre no se le ocurre nada en el campo de batalla", donde quedaba infinitamente por debajo de su venerado Napoleón.

Después de leer la Historia de Belgrano, el joven Adolfo Saldías, admirador de Mitre, se propuso continuarla con la historia de Rosas. Saldías revolvió los documentos de la época, y hasta el propio archivo de Rosas en Inglaterra. Cuando terminó su Historia de Rozas (luego Historia de la Confederación Argentina, comienzo del revisionismo) le mandó un ejemplar a Mitre: pero el general le reprochó no haber mantenido los "nobles odios que todo liberal debe mantener a toda tiranía".

Sarmiento le dijo por su parte a Saldías una frase cuerda como pocas en él: "Jovencito, no tome como oro de buena ley todo lo que hemos escrito contra Rosas. Nosotros éramos sus enemigos políticos" (citado en la Historia Argentina de José María Rosa)


En su "Historia de Entre Ríos", el gallego Benigno Tejeiro Martínez, radicado en Concepción del Uruguay, dice: "Aquí en Buenos Aires se juega con los pueblos y se les ata como mansas bestias al carro de la fortuna de cuatro docenas de hombres…" "El puerto único habilitado por las Leyes de Indias para el comercio exterior ha pugnado por mantener sus caducos privilegios. Esta es la verdad histórica. Este es el punto de partida de nuestra revoluciones."

Para dar una idea de los métodos que después de Caseros sus opositores aplicaron a los rosistas, una carta de Sarmiento a Domingo de Oro de 1857 es ilustrativa: "Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror que, empleados hábilmente, han dado este resultado admirable e inesperado. Establecimos en varios puntos depósitos de armas y encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición." (Cualquier parecido con los "camisas negras" del siglo XX no es casualidad, es "política práctica").

Como presidente, Mitre respondió plenamente a las expectativas: adoptó una política liberal de entrega incondicional al capital inglés, que incluyó los ferrocarriles ya construidos. En su discurso de asunción, se justificó: "¿Quien impulsa este progreso? Señores: es el capital inglés".

Pero Carlos D´Amico, una voz clara y lúcida, poco audible en la historia argentina, dice por la misma época que la Argentina está en la pendiente, lo que no tenemos dificultad en ver hoy en día, "y en vez de contenerse, cada día aumenta la rapidez de su caída. Así, cada crisis es dominada aumentando las causas que la produjeron: el empréstito; la concesión de grandes negocios a capitales extranjeros; la hipoteca de todas las tierra públicas y de las particulares; la venta en Europa de las tierras nacionales y el aumento de los gastos de la Nación".

Mitre se propuso, dentro de sus ideas fijas, exterminar a los indios, que él llamaba "bárbaros", pero pensando siempre, como era invariable en él, en sí mismo. Al frente de 900 hombres con dos piezas de artillería se topó en Sierra Chica con el cacique Catriel y con Calfucurá al frente de 500 indios. Los "bárbaros" no se detuvieron a considerar sus lecturas de Napoleón ni de las tácticas de Aníbal Barca: le aniquilaron la infantería, le tomaron la artillería y le desbandaron la caballería. Pudo salvarse a duras penas trepando a uña la Sierra Chica, inaccesible para la caballería, donde fue en su auxilio la policía de Tandil.

Los socarrones de entonces dijeron que el general fue como caballería a escarmentar a los indios y volvió como infantería. En una carta reservada a Obligado, al que debía considerar buen entendedor, le dice que el día de la batalla tenía completa su caballada, pero "faltante" al día siguiente...

Fue una derrota debida a su inepcia, porque doblaba a los indios en tropa y los decuplibaba en armas. Pero en el agasajo que de todos modos recibió en Buenos Aires, donde siempre lo consolaban, ya repuesto dijo sentencioso: "el desierto es inconquistable".

En 1859 Mitre perdió la segunda batalla de Cepeda, contra Urquiza. En la primera, Francisco Ramírez, todavía lugarteniente de Artigas, había arrasado en un minuto a los porteños de Rondeau tras ubicarse detrás de ellos con un galope fulminante a través de la célebre cañada.

"Si el general en jefe quiere ganarle a Urquiza a la europea, acabaremos disparando a la criolla", dijo el general Hornos al conocer que los porteños querían darle a Mitre la oportunidad de cubrirse de gloria contra un Urquiza que creían vencido de antemano, porque estaba recluido en Paraná sin barcos para cruzar el río.

Mitre se demoró en San Nicolás más de la cuenta y permitió al entrerriano obtener medios para navegar, de los que carecía hasta entonces.

"Aquí fue la cuna del caudillaje, aquí será su tumba", dijo Mitre establecido en Cepeda, dentro de su costumbre de armar frases célebres antes de tiempo.

Mitre había dispuesto sus tropas en "orden oblicuo", un sistema táctico francés que había leído en libros de estrategia; pero las mantuvo inmóviles, lo que no estaba en los libros. Urquiza no hizo ningún caso de la formación mitrista y envolvió al ejército porteño por los flancos.

Conesa y Adolfo Alsina le hicieron ver a Mitre que la victoria que cantaba era pura melodía, porque en realidad, sin que él supiera siquiera qué había pasado, los habían rodeado fuerzas muy superiores. Mitre huyó a la criolla, como Hornos había pronosticado, en medio de la noche, pero cuando se recompuso y pudo explicarse consideró a la disparada "una heroica retirada"

Mitre era un autodidacta cuya curiosidad de derramó un poco por todas partes. No tenía casi ningún aspecto personal destacable. No ganó ninguna batalla, tergiversó la historia y fue un poeta de tal índole que ninguno de sus poemas se considera necesario citar ni publicar; pocos argentinos conocen alguno.

Pero fue ungido por la burguesía exportadora porteña, la clase extranjerizante menos arraigada a su tierra en el mundo entero.

Casos de oligarquías nativas que sueñen con Europa y piensen y actúen en clave europea como aquella a que pertenecían Mitre y Sarmiento y sigue prosperando entre nosotros no se han producido ni en Africa ni en Asia, donde las tradiciones locales son siempre demasiado fuertes como para que la extranjerización encuentre tan pocos obstáculos.

En Pavón, batalla que selló el destino argentino hasta hoy con la traición de Urquiza a la causa nacional, Mitre pudo decir que obtuvo una victoria, que sería única, pero no fue así.

Urquiza le cedió el triunfo. Lentamente, al tranco de sus caballos para que nadie dude que la retirada era voluntaria, hizo retroceder a los invictos jinetes entrerrianos.

Inútilmente los generales Virasoro y López Jordán le demostraron la victoria y creyeron en un error de Urquiza. El jefe se retiró de todos modos, se embarcó en Rosario para Diamante y se quedó el resto de su vida, hasta su asesinato en el palacio San José, desoyendo a quienes clamaban por su liderazgo contra los porteños, como Felipe Varela.

De Caseros a Cerro-Corá
Mitre tuvo una participación destacada, pero como siempre ruinosa desde el punto de vista militar, en la guerra del Paraguay, un genocidio preparado por la diplomacia británica desde mucho antes de la ejecución.

El conflicto con el Paraguay estaba latente desde 1810, cuando los porteños quisieron imponer a las provincias su derecho al control de la entrada al río y usufructo del puerto. Prefirieron la pérdida y separación de los que no se sometían, como el caso de la Banda Oriental. Así fue como rechazaron la incorporación de diputados de Artigas elegidos libremente en el congreso de Tres Cruces, aduciendo que sus diplomas no eran válidos cuando los de ellos mismos eran menos válidos todavía. El diputado por Entre Ríos, por ejemplo, que votó contra los de la Liga de los Pueblos Libres, no era entrerriano, nadie lo había elegido ni nunca había pisado la provincia, donde era totalmente desconocido.

Inglaterra consideraba necesario terminar con el mal ejemplo del Paraguay, y utilizaría a Brasil y Argentina como peones de una partida de ajedrez. Bajo cualquier excusa, estos últimos ocupan Uruguay, y necesariamente obligan a López a defenderla, ya que el Uruguay era para el Paraguay una garantía de equilibrio en el Plata.

Mitre llevó según su lenguaje retórico, exaltado pero frío, la "libertad y civilización" a las provincias argentinas, pero luego siguió su tarea con el Paraguay.

Brasil se decide a la agresión abierta, con su ejército con nobles como oficiales y con 45 esclavos negros por cada hombre blanco. Abastece a la flota en armas y municiones en Buenos Aires. Ante la protesta diplomática uruguaya, Mitre niega lo evidente, ya que se hacía a plena luz del día en la rada del puerto de Buenos Aires.

La flota fluvial brasileña del almirante Tamandaré ataca y bombardea Paysandú durante varios días en respaldo al "colorado" Venancio Flores, sin poder rendirla. Como se queda sin municiones, se reabastece en Buenos Aires y bombardea por segunda vez Paysandú, que aún resiste con 600 hombres en la defensa, atacado a su vez con 9.000 hombres por tierra.

Desalojado Paysandú de civiles, la ciudad resiste varios días con la bandera ondeando en la torre de la iglesia, y es totalmente incendiada a la vista impotente de los argentinos desde la otra orilla, que nada podían hacer ante la negativa y silencio cómplice de Urquiza. No obstante algunos entrerrianos, como el comandante Piriz, murieron en combate en Paysandú antes del fusilamiento de su heroico defensor, el general Leandro Gómez.

Mitre fue el general en jefe del ejército de la triple alianza contra el Paraguay, que terminó con una masacre y un arrasamiento como no se había visto, un completo genocidio en que murió el 75% de la población, y cuya única finalidad fue liquidar un foco adverso al "libre comercio" británico y escarmentar a los que quisieran tomar el ejemplo paraguayo por cualquier razón.

Mitre prometió una victoria rápida, pero su impericia militar era tal que no conseguía debelar ninguna plaza ni forzar ninguna situación en el frente, a pesar de que sus partes daban cuenta de victorias incesantes.

Finalmente, por consejo de los brasileños, que veían mermar en exceso su valioso ganado humano, los esclavos, fue retirado del mando con la excusa de que debía atender asuntos importantes en Buenos Aires y devuelto a la ciudad que siempre lo aclamó victorioso, aunque nunca pudo ofrecerle ninguna victoria que no fuera retórica o comercial.
De la Redacción de AIM

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