Mientras se desarrolla la "operación especial" en Ucrania -una guerra de desgaste que ya ha dejado medio millón de muertos- se produjo una revolución en Níger, que atacó un flanco de la posición europea en África. Níger, con una superficie mucho mayor que la actual, fue desde 1890 colonia militar de Francia, uno de los resultados de la Conferencia de Berlín convocada por Bismarck un lustro antes. Allí los países europeos discutieron sus "derechos comerciales" en África antes de machacarse mutuamente en la primera guerra mundial.
Una consecuencia fue la "libre navegación" por los ríos Congo y Níger, que tiene alguna similitud con la "libre navegación" de ingleses y franceses por el Paraná. Otra fue la entrega del Congo como propiedad privada al rey Leopoldo de Bélgica, que provocó allí un genocidio incomparable.
Leopoldo era un europeo "malo" que mandaba amputar las manos a los niños que no trabajaban el caucho como él quería; pero la mentalidad con que los europeos "buenos" se acercaban al África se puede ejemplificar con el comienzo de un discurso del embajador alemán en el "protectorado" de Togolandia a principios del siglo XX: "Damas y caballeros, estimados negros".
Francia y la revolución
El presidente de Francia, Emmanuel Macrón, fue empleado de la banca Rothschild antes de meterse de lleno en política; sabe de negocios. Tan pronto tuvo noticia de lo sucedido en Níger invitó a sus aliados, empeñados en Ucrania, a invadir el país africano sublevado. No tuvo éxito, en parte porque las urgencias son otras y porque las relaciones de fuerza han cambiado.
La preocupación pública de Macrón es la democracia; pero la privada es el precio del uranio.
Níger provee cerca del 20 por ciento del uranio que usan las 60 centrales nucleares francesas, que generan el 70% de la electricidad que produce el país y exporta a otros que han prohibido o suspendido la energía nuclear, como Italia, Alemania, Austria o España.
Los números cantan: Francia, ex potencia colonial en Níger, donde mantiene fuerte presencia, paga el uranio a razón de 80 centavos de dólar el kilogramo. Los africanos informaron a Macrón que en adelante deberá pagar 200 dólares por kilo. Un aumento revolucionario que a todas luces pide una intervención contrarrevolucionaria urgente.
Europa está más enmarañada y débil ahora que en 1904, cuando Manuel Ugarte, joven argentino de clase alta, fue enviado por el partido socialista a la segunda internacional en Amsterdam.
Ugarte advirtió como algunos "socialistas" europeos burocratizados, entonces como ahora bajo rumores de guerra, defendían el colonialismo de sus países en el resto del mundo con el argumento de que favorecía el "desarrollo" de las regiones colonizadas. Las intenciones han cambiado poco, menos que los argumentos; pero el poder mundial se ha desplazado, ha huído de la vieja Europa.
Todo cambia
La posición de Europa en África central hoy no es la de hace un siglo, incluso la guerra de Ucrania ha desnudado la debilidad europea actual en todos los órdenes, porque países en otro tiempo orgullosamente colonialistas son ahora súbditos sin protesta audible del poder estadounidense.
La invitación de Macrón a la guerra en África no tuvo la misma respuesta que en 2011 en Libia, donde las iniciativas de Gadafi sobre el petróleo y los depósitos bancarios tuvieron un rápido final.
Ahora sería necesario enfrentar la influencia china en África, la adhesión de los africanos a la política exterior rusa y derrotar a los mercenarios de Wagner.
La silenciosa pero efectiva presencia china en África es un valor cualitativo que se puede expresar en cantidades. En 1950 el comercio bilateral entre la China y África era de 12 millones de dólares. Fue de 100 millones en 1960 y de 1000 millones en 1980. Alcanzó los 10.000 millones en 2000; en 2008, año de la gran crisis financiera generada en Walt Street, superó los 100.000 millones. En 2009 China se convirtió en el mayor socio comercial de África y para 2010 había financiado 500 grandes obras de infraestructura. Para 2035, China prevé un intercambio comercial de 300.000 millones de dólares con África.
Todo es parte de la nueva ruta de la seda, que existió hace seis milenios y que trata de recuperar en modo moderno una autopista comercial de los tiempos en que China era una potencia comercial de primer orden. En los últimos 20 años la China financió en Africa en números redondos la construcción de 10.000 kilómetros de vías férreas, 100.000 kilómetros de carreteras, 1.000 puentes, 100 puertos y 66.000 kilómetros de transmisión y distribución de energía eléctrica.
Es una dependencia nueva, más blanda quizá pero a la larga será igualmente pesada. La universidad neoyorquina John Hopkins, que tuvo actuación destacada en la pandemia y ve las cosas desde el punto de vista occidental, informó que algunos países africanos han cancelado compromisos con China porque no pueden pagar los créditos. Sería útil comparar el comportamiento ante los préstamos occidentales, o frente a pagos como el del uranio de Níger a 80 centavos, cuando el precio internacional supera los 50 dólares el kilogramo.
Rusia acompaña
China exhibe en África su nuevo poder económico y comercial, pero no es solo China: Rusia también está estrechando alianzas al mismo tiempo que lleva adelante la guerra de Ucrania.
Rusia busca recuperar la presencia que tuvo en Africa durante la guerra fría, introducir al grupo paramilitar Wagner y hacer campañas de propaganda.
Quiere ganar influencia, lo que ha conseguido a pleno, extender poder, controlar recursos naturales y sobre todo construir un orden social postliberal.
Trata de instituir un orden multipolar, uno de cuyos estandartes es la lucha contra la hegemonía del dólar y diversificar sus relaciones exteriores, en lo que coincide con el deseo africano.
Rusia regresa a África como cura del aislamiento que pretende imponerle occidente y para buscar mercados para sus armas y cereales.
Rusia no fue potencia colonial en África, por eso su imagen en los países africanos no es la odiosa de los occidentales.
La reacción africana a la operación militar en Ucrania abre la posibilidad de que los países del “Sur Global” unan esfuerzos por cambiar el orden internacional.
Rusia y China están explotando los recuerdos africanos estremecedores del colonialismo europeo partir del príncipe portugués Enrique el Navegante en el siglo XV y se presentan como defensores de un nuevo orden internacional más justo que tiene en cuenta al continente africano.
De la Redaccion de AIM.
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