"¿Dónde puedo encontrar un hombre que se haya olvidado de las palabras? Sería el único con el que me gustaría conversar".La finalidad de una trampa para peces es atrapar los peces, y cuando el pez es atrapado uno se olvida de la trampa. La finalidad de las palabras es expresar ideas y cuando la idea es comprendida, uno se olvida de las palabras.
Aquella pregunta retórica de Chuang Tse, maestro taoísta que floreció en la China hace 2500 años, muestra la diferencia entre ideas y palabras, contra alguna filosofía moderna que pretende hacerlas coextensivas y encerrar el mundo en un cerco de palabras.
El hombre que conoció las palabras y las olvidó retuvo su contenido, como quien abre el paquete de un regalo y desecha el envoltorio para alegrarse con lo que hay adentro. Chuang Tse da otro ejemplo: el que usa una canoa para cruzar un río pero una vez en la otra orilla, no la carga sobre la cabeza en agradecimiento sino que la deja en la orilla y sigue su camino.
Abundan discutidores que no escuchan sino tratan de tapar al otro con su ruido y que no parecen llevar una canoa sobre la cabeza sino una flota de guerra completa con agobio, pero con satisfacción.
Según el taoísmo filosófico, que pervive en la China y fuera de ella, el hombre que olvidó las palabras retuvo el mensaje en el centro de su ser, atrapó el pez y desechó la trampa.
En contraposición, los usuarios habituales de las palabras no conocen su centro: usan la trampa sin advertir que no tiene nada adentro. Algunos más astutos, como los políticos, usan las palabras como trampas haciéndolas sonar como tambores. Para que un tambor suene bien, no debe tener sino aire en su interior.
En la charla habitual, o en las riñas a que son tan proclives nuestros contemporáneos, los mensajes no contienen nada. Solo palabras vacías que sirven para que cada cual expulse su basura mental y enferme a los demás. Cada uno está lleno de palabras, que confunde con razones, hasta tal punto que es casi imposible hablar con él, porque tiende a expulsar palabras como torrente y nada deja entrar.
Sería necesario un largo cultivo del silencio hasta olvidar las palabras y retener el contenido. Sólo entonces, en el conocimiento que surge del silencio, puede florecer el diálogo que Chuang Tse buscada en el hombre que había olvidado las palabras, el único con el que le gustaría hablar.
Solo lo que surge del silencio tiene la frescura y la verdad que se imponen sin esfuerzo.
De la Redacción de AIM.
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