Joseph De Maistre dijo que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Esta afirmación, que en algunos casos es demasiado indulgente y en otros demasiado cruel, parece ratificarse cuando alguien entiende no merecer el gobierno que tiene: no lo quiere, no lo votó. Cuando vota a otro y cambia el turno, vuelve a tener razón De Maistre: el quejoso se calla para dar lugar a que otros formulen la misma objeción desde otra vereda.
En la clasificación política de Aristóteles hay gobierno de uno, de un grupo o de todos: monarquía, aristocracia o democracia. Se ha objetado que el gobierno de uno solo no es posible, uno solo no puede gobernar. Y así es, pero uno se arregla para rodearse de muchos que le responden incondicionalmente.
Entonces hay "segunda línea": una nube de secuaces, políticos, adulones, burócratas, tecnócratas, ministros, visires, sátrapas, militantes, estrategas, o como se llamen en diversos tiempos y lugares, que forman un séquito de tiranuelos astillados del tirano, que reproducen su voluntad, la amplían o la restringen según la entiendan o no la entiendan.
Hace tiempo, el gobierno nacional prohibió a la gente salir de sus viviendas con el argumento de prevenir la propagación de la peste. Una mujer vio un niño caminando por la calle, como posiblemente hacía siempre, y lo increpó: ¡qué te enseñaron tus padres, mocoso! ¿No te dijeron que tenés que estar adentro? y otras cosas por el estilo que el niño escuchaba sin entender mucho, pero empezando a sentirse asustado.
Esa mujer era una mota en la polvareda, que la irradiación del poder del uno la difractaba junto con otras motas, de manera de perturbar la visión como acontece cuando se alumbra la neblina y se generan miles de focos de luz reflejada.
Etienne De La Boetie, hace 500 años, reveló el que en su criterio era el secreto de la dominación: es claro que la fuerza mantiene al pueblo sometido, el monopolio de la violencia que se ha arrogado el Estado; pero eso solo no es suficiente. "Hay al principio cinco o seis que mantienen al tirano, cuatro o cinco que mantienen a todo el país en servidumbre". Y entonces enumera cómo por debajo de este poder hay varias capas de beneficiarios que trabajan por la servidumbre. Son un puñado que tienen debajo a 600, son 600 que tienen debajo a 6000, son todos los que se puedan subir al barco, son la clase dominante antes, ahora y posiblemente en el futuro.
Al margen de rechazos y aplausos, de condenaciones y aceptaciones, es un invariante político desde los faraones hasta las democracias, desde Roma hasta Washington y Moscú.
De La Boetie es claro: a través de favores y componendas, debajo del uno hay una cascada de pequeños dominadores que obtienen ganancias y retribuciones que hacen a sus ojos beneficiosa la dominación. Y llegan a ser tantos como los que prefieren la libertad.
No sorprende a nadie la enorme hipertrofia administrativa, la creación a mansalva de cargos públicos para los amigos, siempre a costa de los dominados. Al final hay tantos pequeños déspotas, tanto más despóticos cuando más pequeños, tan inútiles y tan enfrascados en lo suyo que cabe esperar un desenlace poco feliz para ellos pero quizá también para todos, como hay tantos ejemplos en la historia.
De la Redacción de AIM.
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