Con la llegada de los misioneros argentinos que regresaron de Washington se reanudarán a partir de hoy las negociaciones a distancia y en sordina. La particularidad será, desde hoy, que la Argentina moverá sus fichas para acercarse aún más a los Estados Unidos, en la convicción de que ese será un paso necesario -pero no suficiente- para acelerar el intento de acuerdo con el FMI y consolidar así la pax cambiaria que reina en el frente financiero.
Son varias las movidas que se vienen. Mañana, por ejemplo, será el turno de Susan Segal, la directora ejecutiva del Consejo de las Américas (considerada una “amiga” de la Argentina), quien junto a la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ofrecerá una charla sobre el impacto económico de la covid-19 en América Latina. Como se verá, nada es casualidad.
Ayer, el ministro Martín Guzmán salió a blindar la posición de los recién-llegados al país (entre los que se encontraba el secretario de Finanzas, Diego Bastourre) al señalar que esas conversaciones con el FMI durante la última semana no incluyeron “reformas estructurales” de la economía y que tampoco habrá nada parecido de aquí en más. Si bien la jugada es considerada clave para atemperar los ánimos en la topografía accidentada del dólar, resulta a la vez paradojal, ya que una parte del establishment parece abonar la idea de que un plan impuesto por el FMI que coarte la autonomía del Gobierno en materia fiscal y monetaria será bienvenido por los hacedores del “mercado”. La novedad es que ya se discute un Extended Fund Facility (EFF), un programa de largo aliento para refinanciar el repago del saldo adeudado por 45.000 millones de dólares. Los miembros del staff del Fondo, entre los que se cuentan Luis Cubbedu, Julie Kozak y Maral Shamloo se sumaron a las conversaciones.
La pregunta que subyace es si el FMI podrá aceptar sumar a la Argentina a ese programa pero sin las reformas estructurales (laborales, impositivas y hasta previsionales) como moneda de cambio por un plazo mayor de devolución. La lógica de esos programas es la misma que debería haber primado (y no lo hizo) en épocas del ex presidente Macri: el FMI otorga apoyo financiero a cambio de que se instrumenten con esos recursos medidas que apunten a “normalizar” la cuenta financiera y la balanza de pagos, es decir, todo aquello que guarde una relación con la administración, ingreso y egreso de dólares.
Pero el souvenir más preciado que trajeron en la valija los negociadores argentinos es un librito de algunas páginas que se llama “quién es quien”, donde más allá de la tautología engañosa, lo que resulta instructivo es lo que hace algunos días anticipó el embajador argentino en los Estados Unidos, Jorge Argüello, cuando en el marco de un encuentro generado por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (Amcham), el funcionario contó que las reuniones en Washington incluyeron, a la vez, encuentros con representantes del Departamento del Tesoro, no sólo con el FMI.
En rigor, los contactos aparecen ahora como una triangulación permanente. El Gobierno ha trazado su cronograma para ir anudando encuentros con el FMI, el Tesoro de EE.UU., donde también figura el representante de EE.UU. en el FMI. El común denominador es Estados Unidos, claro está. No fue casualidad que hace apenas unos días, el ministro de Economía, Martín Guzmán, mantuvo una reunión de trabajo con el director ejecutivo de los Estados Unidos ante el FMI, Mark Rosen, en un encuentro realizado en forma virtual. El contacto se hizo a las 24 horas siguientes de que el presidente Alberto Fernández mantuviera también conversación telefónica, durante 35 minutos, con el presidente electo de los Estados Unidos, Joseph Biden.
Esa misma semana, se hizo vox populi que el propio Biden pensaba nombrar a Janet Yellen como secretaria del Tesoro. Yellen, que reemplazaría a Steve Mnuchin, había sido presidenta de la Reserva Federal durante el gobierno de Barack Obama.
El Gobierno entiende que la negociación con el FMI (hay que sumarle contactos con el Tesoro de EE.UU.) es clave en varios aspectos: por un lado, le permite fortalecer su posición antidevaluación en la medida en que con el correr de los días se acelera la expectativa para ir cerrando algún esbozo de acuerdo, una carta de intención. Eso le daría un respaldo adicional, una especie de empujón para llegar a la época de la liquidación del agro (al que le quedan unos 5.000 millones de dólares por liquidar de la cosecha vieja).
La brecha entre el contado con liquidación, el blue y el oficial se va acortando, lo que deja sin combustible a los hacedores del rulo financiero. Por otro lado, los fondos Templeton y Pimco, van hilvanando las licitaciones de bonos por 750 millones de dólares. La pregunta es qué tipo de condicionamiento pondrá el FMI-Tesoro de EE.UU. a la hora de fijar la política cambiaria del Bcra, qué tipo de intervención podrá seguir manteniendo (o no) en el mercado bursátil para jugar en la plaza del contado con liquidación. Un rebote de las cotizaciones de los dólares financieros y del blue (todos en la zona de los 142-147 pesos) podría desacomodar la variable más delicada: la inflación.
Ambito