Frente a la suba de precios de los alimentos, los supermercadistas sostienen que la caída del consumo en marzo alcanzó el 8 por ciento y apuestan a seguir desacelerando precios.
Hace tiempo que los supermercados vienen registrando una caída de la demanda “altamente preocupante”. El último informe de la consultora Scentia marcó en febrero un descenso del consumo de 8,3 por ciento en estos establecimientos, con mayor profundidad en el interior (9,4 por ciento) que en el Amba (7 por ciento).
En marzo, otra consultora dedicada al consumo masivo, Focus Market, registró una caída de los volúmenes de venta en supermercados y almacenes del 19 por ciento interanual y 2,5 por ciento respecto del mes anterior, anotando así la cuarta caída consecutiva. Es por eso que el estudio plantea que “el gran desafío” será ver si efectivamente se da una recuperación económica “en la famosa forma de V o una forma de pipa, más larga, producto de una recesión que dura más de lo esperado".
Lo mismo se plantean los supermercadistas. Fuentes del sector no sólo convalidan una fuerte baja del consumo, sino también una retracción en las ventas en rubros esenciales. Por ejemplo, en alimentos propios de la canasta básica, un 10 por ciento menos. En la categoría Electro, Bazar y Textil, una baja del 50 por ciento. Congelados y snacks, bajas de entre un 20 por ciento y 30 por ciento. Cerveza, 20 por ciento.
Como la recesión avanza y los síntomas de recuperación aún no se distinguen, representantes de supermercados coinciden en que los resultados “se van analizando día a día”. Pero de algo están seguros: “no serán como los del año pasado, lo vemos de difícil cumplimiento”.
Tras la liberación de precios, ahora preocupa la recuperación de la demanda
A fines de enero, el Gobierno dispuso la derogación, a través de la Resolución 51/2024, de 69 normas relacionadas con Precios Justos, Ley de Góndolas y de Abastecimiento, con el fin de “disminuir la burocracia, fortalecer la competencia y mejorar el comercio”. Sin embargo, las alimenticias ya habían comenzado a recuperar el atraso provocado por el programa “Precios Justos”, amparadas por el “sistema económico basado en decisiones libres” que reza el DNU en su artículo 2.
Las grandes empresas argumentaban la necesidad de recomposición de entre un 40 por ciento y 70 por ciento, pero algunas llegaron a pasar listas con subas de hasta 120 por ciento. Incluso en supermercados y almacenes se registraban dos listas por día y productos fuera de stock por falta de acuerdo en el precio a trasladar.
Tras haber sido avaladas por el Gobierno para soltar precios sin acuerdo previo mediante, fuentes del sector supermercadista admiten que “la mano invisible del mercado erosionó notablemente la billetera de los consumidores.”
Es por eso que grandes establecimientos, o empresas con posición dominante en góndola, lanzaron programas de congelamiento de precios (Carrefour y Quilmes) o canasta de productos a precios diferenciales (Jumbo). La intención es recuperar parte de la demanda enterrada.
Con la aceleración inflacionaria en curso, Luis Caputo les aseguró a las alimenticias y supermercados en privado que no corregirá el tipo de cambio, elemento clave que modifica la estructura de costos. Sin embargo, la reunión fue solo una y sucedió hace más de un mes, publica el diario Ámbito Financiero.
En aquel entonces, el ministro de Economía había acusado a las grandes industrias de haber remarcado sus precios con un dólar calculado en 1.500 pesos o 2.000 pesos, pero las fuentes aseguran que “la base de aumentos tuvo que ver con las devaluaciones de agosto y diciembre, y el atraso en los costos”.
El funcionario de Hacienda también había solicitado que los supermercados no adhirieran a ofertas de corte 2x1, más bien rebajar un 50 por ciento el producto en góndola, para que el Indec pueda registrar la baja. Pero desde el sector argumentan que esa decisión viene por parte de los proveedores y no tienen injerencia en esas promociones (aunque es beneficiado).
Con un tipo de cambio estable, las empresas encuentran un elemento que compense la suba de costos a través de la indexación de las tarifas de luz, agua y gas, y apuestan a seguir desacelerando los precios, pese a estrechar la rentabilidad. “O bajamos o no vendemos”, concluyen sobre el tema.