A 30 días de la fecha señalada para la salida de Reino Unido de la UE, las opciones siguen siendo casi infinitas: una nueva negociación de Theresa May con Bruselas, una salida sin acuerdo, un segundo referéndum, o un retraso de la fecha de salida. El brexit tiene aún todos los frentes abiertos.
La historia nos está enseñando que cuando se trata del brexit, ni los ideales, ni las intenciones, ni las creencias valen ya nada. Mucho menos las preferencias. Que Theresa May siga insistiendo en que Reino Unido puede y debe abandonar la Unión Europea el 29 de marzo no significa nada. Que desde su gobierno se insista en que lo ideal es una salida ordenada, tampoco. Igual que no lo es que haya quienes insistan en preferir una salida sin acuerdo o que la oposición prometa que va a defender lo que ni inquiera está sobre la mesa.
El caos es tal que a un mes para la fecha prevista de salida, todavía puede pasar cualquier cosa. Por mucho que Theresa May haya diseñado un juego de la oca que nadie sabe cómo puede acabar. Porque lo único cierto a esta hora es que los dados siguen en el aire.
A día de hoy, con el 12 de marzo como fecha límite para que el parlamento británico pueda votar si respalda el nuevo acuerdo que Theresa May traiga de Bruselas -si es que lo trae-, las miradas se centran en los negociadores.
Los enviados de May a Bruselas pretenden lograr que los jefes de los 27 establezcan nuevos términos en lo referente a la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte -la gran china en el zapato del brexit- y también estarían intentando dar y conseguir garantías sobre los derechos de los comunitarios en Reino Unido y los británicos en países de la UE tras el brexit, algo con lo que May podría meterse en el bolsillo a un buen puñado de diputados.
Por su parte, tras la sesión de este miércoles en el parlamento británico, los laboristas han prometido que al partido le dedicarán todos sus esfuerzos a lograr que se celebre segundo referéndum que permita que sean los ciudadanos quienes se pronuncien de nuevo sobre la posibilidad de olvidar todo esto y permanecer en la UE.
Pero a falta de lo que aún está por concretar, están las previsiones; todos ellas a modo de advertencia. La que esta misma semana ha hecho público el gobierno recoge que un brexit sin acuerdo podría suponer que de aquí a 15 años la economía de Reino Unido sería un nueve por ciento más débil de lo que hubiera sido con un acuerdo de salida o directamente sin salida. En la misma línea se ha mostrado el Banco de Inglaterra, cuyo gobernador Mark Carney ha asegurado que "sería bueno para la economía tener un período de transición hacia ese nuevo mundo”.
De ahí que este miércoles el ministro David Lidington -uno de los hombres más cercanos a May y antiguo Ministro para Europa- reconociera en la Cámara de los Comunes que una salida sin acuerdo sería “caótica” y que supondría un “shock” para la economía del país.
Las próximas fechas claves
Lo cierto es que a día de hoy esa opción sigue sobre la mesa y seguirá estándolo dentro del juego de fechas, votaciones y alternativas diseñado por Theresa May tras haber vuelto a retrasar la votación más trascendental de las últimas décadas en el parlamento británico, la que debería haberse celebrado el 27 de febrero. La nueva fecha aún no está marcada en el calendario pero se sabe que será en algún momento antes del 12 de marzo. Entonces la Primera Ministra presentará ante la cámara el resultado de las nuevas negociaciones con Bruselas esperando lograr el respaldo suficiente.
Esa será la casilla de salida y si la Cámara de los Comunes apoya el texto de la ‘premier’ británica, se acaba la partida y Reino Unido abandona la UE el 29 de marzo con los términos que hayan acordado May y la UE.
Si no consigue apoyo suficiente, la ficha avanza a la casilla del 13 de marzo y los parlamentarios tendrán que votar si están a favor o no de una salida sin acuerdo. Si están a favor, ahora sí recogemos el tablero y el 29 de marzo Reino Unido se marcha sin acuerdo; si el resultado de la votación es que no, avanzamos otro poquito hasta otra votación el 14 marzo en la que el parlamento diga si está a favor o no de pedir a Bruselas una extensión del artículo 50 que, dejando claro que el brexit sigue siendo una realidad, simplemente lo retrasaría.
Si la Cámara de los Comunes rechaza posponer la salida, ya no habrá más opción que una salida sin acuerdo. Si aceptan pedir una prórroga, a May le toca volver a Bruselas.
Si el brexit se retrasa, ¿hasta cuándo lo haría?
Esta es otra de las grandes preguntas que May no quiere plantearse en público pero para la que la oposición ya está reclamando respuestas. El tema lo expuso en la sesión del miércoles la laborista Yvette Cooper y la respuesta por parte de David Lidington fue que son partidarios de “una extensión corta”. Pero no olvidemos que en este caso, Reino Unido es el que pide y la Unión Europea la que decide si concede y qué concede. Para Bruselas los próximos meses no son los más favorables para seguir a vueltas con el brexit teniendo en cuenta que hay elecciones al Parlamento Europeo a finales de mayo. Sin olvidar que, si para entonces Reino Unido sigue siendo miembro de la UE, habría que definir qué papel juega en esos comicios.
¿Para qué serviría retrasar el brexit?
La decisión de retrasar el brexit se haría con el objetivo de introducir cambios en el proceso pero estaría por ver que la UE fuera partidaria de volver a renegociar durante ese periodo de extension como estaría por ver que al parlamento británico le acabe convenciendo alguna de las opciones que May pudiera traer durante ese período.
¿Qué pasa si la UE no acepta retrasar el brexit?
Parece poco probable pero en ese caso, las opciones se limitan al ámbito doméstico de Reino Unido y vuelven a ser las que ya nos suenan de hace meses: salida sin acuerdo, segundo referéndum, que May dimita y convoque elecciones o un nuevo voto de no confianza.