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Internacionales
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El peluquero de Dios

Luis Epíscopo (izq) y Mauro Goldman.
Luis Epíscopo (izq) y Mauro Goldman.

Hace algunas semanas nos había contado un amigo del fútbol, -mirá, a vos que te gustan esas notas raras (de color le llamamos en la jerga periodística) tenés que hacerle una al peluquero de Maradona. ¿A quién le digo? -El peluquero de Maradona, vive allá por…. Alguna vez habíamos escuchado algo al respecto. Pero lo cierto que esa mañana de semana de turismo, el periodista y la bicicleta tomaron otro rumbo y nos olvidamos por completo de la data.

Pero Paysandú conserva algo de pequeña comarca, podés volverte a ver pronto con la misma persona y el fútbol nos volvió a encontrar, al periodista y a la fuente.

-¿Y …fuiste? Nos dio un poco de vergüenza decirle que no.
Pasaron tres días y nos decidimos, fuimos hasta la zona portuaria y luego de preguntar en no menos de cinco domicilios, la quinielera de la plaza nos dio la dirección exacta. –Ah sí, el peluquero de Maradona, vive allá….con una sonrisa en los labios.

A metros del puerto vive don Luis Epíscopo. El río lo obliga a salir cuando llega a la cota de ocho metros. Vive muy cerca de un club de la zona, Unión Portuaria.

Luis accedió gustosamente al diálogo con la condición de hablar de fútbol.

La otoñal mañana, casi veraniega contó con la compañía de la radio, sonaba a volumen importante con un tango de fondo como en casi toda la charla.

El encuentro fue en la casa-peluquería aunque él se encarga de decir que es un atelier.

En las paredes hay fotos con “el Diego”, nos muestra también con otros ex jugadores a los que les cortó el pelo, el “gringo” Jorge Giusti, un hermano menor de Maradona apodado el “turco”, con Pedro Pablo Pasculli, aquel que nos hizo el gol en el mundial de Italia `90 y nos dejó afuera, con el “Checho” Sergio Batista.

Luis fue amigo de la familia, de Diego, de Don Diego. Se hizo querer y el “10” fue generoso con él. Otra faceta quizás no conocida por muchos del más grande de todos los tiempos.

Sigue sonando el tango y de a ratos se escucha la voz de Julio Rojas por radio San Javier. A pocos metros se divisa el puerto y su operativa.

Luis fue a Buenos Aires buscando mejores posibilidades. Fue yendo y viniendo a su Paysandú, del que nunca se fue como él mismo se encarga de decir en el reportaje.

-¿Cómo llega a Buenos Aires?
Yo cortaba en Rampla que justo hoy cumple 76 años y se enteraron allá. Elgart tenía que viajar a Francia y me manda a llamar. Yo con gran miedo claro me decido a ir. Ese día hablaba Perón en Buenos Aires, yo me subo al taxi y me afanaron, un debut bárbaro (risas). Me dejan en San Martín y Paysandú. Por eso yo digo que nunca me fui de Paysandú. La peluquería estaba a mitad de cuadra, en Magariño Cervantes y Fragata de Sarmiento, en La Paternal.

-¿Cómo surge el encuentro con Diego?
Él era alcanza pelotas ( el año estimamos que era 1972). Un sábado entra a la peluquería, tenía 12 años con su representante, Jorge Cyterspiler. Y él dice y no me olvidaré nunca más, miren que el 10 este (por Diego) va a ser el 10 más famoso del mundo. Y de hecho lo fue.

¿Cómo fue ese encuentro?
El primer día que llegó a la peluquería le lavo la cabeza. El día antes, jueves lo había visto en cancha de Vélez, jugaban Argentinos-Boca y él en el entretiempo salió a hacer juegito con la pelota y dio vuelta toda la cancha, como 15 minutos. Yo pregunté quién era ese morochito. Yo llego un martes y el jueves fui a la cancha, al Amalfitani y allí lo vi.

El sábado se apareció en la peluquería y le lavo la cabeza porque Alcides (un compañero) fue el primero que le cortó. Él me pregunta, -¿Vos sos de Corrientes? No le digo. Agrega, -porque tenés un cantito. Ah no le digo, soy de Uruguay, nos divide el río. Le dije está Concordia, Corrientes arriba nosotros más abajo. Los padres eran de Esquina, Corrientes.

-¿Y hubo una segunda vez?
La segunda vez que vino le corto yo. A la semana Alcides me dice, lavale la cabeza y la sorpresa mía fue que él dijo que me atienda Luisito, el propio Maradona. Al tiempo me trajo al papá, a los hermanitos, el “turco” tenía cinco o seis años, el “Lalo” tenía ocho o nueve. Todo empezó en el sillón.

-¿Llegaste a viajar?
La sorpresa más grande fue cuando me llaman por teléfono. Me llamó él desde Nápoles. ¿Qué querés, le digo? Me dice que me quería en la final el domingo. (A la postre Nápoles gana el Scudetto).

Me tuve que venir a Paysandú, Carlitos Bentancourt (periodista y trabajaba en la Dirección de identificación civil por aquel entonces) me hizo pasaporte y el domingo estaba allá. Lo vi campeón, nunca había visto una cosa igual.

En Buenos Aires yo iba a la casa y él venía a la mía. Le regaló tres equipos completos del Nápoles a mi nene que luego los prestó y nunca más se los devolvieron.

-Tu vinculación fue con la familia.
Sí claro, hacíamos comidas. Yo pelé a las dos nenas, a Dalma y a Yanina. Una vez con el doctor Da Silveira en la copa América del ´87 que la ganó Uruguay me dice, “habiendo tantos peluqueros”. Y sí, profesionales hay un montón. Le gustó como yo le cortaba y me eligió. Para mí un muchacho espectacular, conocí al papá, a la mamá, a toda la familia.

-¿Pudo volver a Nápoles?
Volví a Nápoles sí. En el ´94 él se va a España, ya nos despedimos y ni siquiera nos cruzamos. Con esto de la creciente perdí los teléfonos, nunca me pude comunicar con él.

Acá vino “Checho” Batista a Paysandú que era técnico de Bella Vista de Montevideo y me dijo, -pensábamos que vos habías muerto porque desapareciste. Lo fui a ver al hotel Bulevar a Batista con mi cuñado porque no me creían muchos porque es difícil que te crean, “este negro…”. La foto es el testimonio.

-¿Dónde comenzaste a cortar?
Yo cortaba en Rampla que justo hoy es el cumpleaños de Rampla, 76 años. Le pedí a la comisión y me dieron un lugarcito, el maestro mío es Juancito Domínguez. Traje banderas cosas de todos lados de recuerdo.

-¿Nunca le pediste nada?
Jamás imaginé lo que viví y nunca le pedí nada.

Estando en Nápoles a Dalma la tenía yo en el moisés, había un cumple de 15 y había mosquitos en la casa y la cuidaba de que no la picaran. En el ´95 vino acá en la copa américa, pero yo estaba en Paraguay.

-¿Otras anécdotas?
Cuando murieron los padres él agradeció en general. Mis hijos escribieron en la computadora saludándolo. Don Diego cuando falleció mi papá me dijo: -acá tenés un padre y Diego me dijo, -acá tenés un hombro.

En Nápoles estuve un mes, tengo una anécdota hermosísima porque él me permitió trabajar en Corso Europa, Curva Europa, una peluquería. Un sábado don diego quería fumar y no había cigarros y yo se los conseguí. En la esquina de la peluquería se vendían esos cigarros. Yo cobraba los sábados, compré ese día los cigarros e hice un surtido de comestibles para llevar a la casa, fue la única vez que se enojó conmigo.

-¿Dónde vivías allá?
En la casa de él, tenía un dúplex. Me acuerdo una vez que tocan timbre y era él, me dice, -me dejas pasar a tu baño. Con mucho respeto.

-¿Cómo viviste las caídas de él?
Muy triste. Él dijo, voy a caer pero ustedes no se peleen por mí me dijo. Hasta en eso era grande. Tengo otra anécdota en Ezeiza, en el aeropuerto. Lo atropellaron a don Diego y yo salí a defenderlo. Le pegué a uno pero era de ellos. Enseguida dijeron que era un negro villero.

Otra vez también me lo dijeron, cuando nació Dalma, llego con mi bolso y estaba Claudia (la ex mujer). Como me dejaron pasar me dijeron de vuelta. Me tuve que aguantar, yo hice mi trabajo y me fui.

En Nápoles en un restoran había una comida grande. Se tuvo que cerrar, me dijeron, -aprovechá Luisito, comé caviar. Y yo dije, a mí dame una milanesa.

En otra oportunidad yo iba con termo y mate y me hicieron una nota porque pensaban que era droga.

Diego es un excelente ser humano. Hay que conocerlo.

Fuente: 20Once.com.uy . Gentileza de Mauro Goldman para AIM.
Nota de la Redacción: La entrevista fue publicada originalmente el 5 de mayo de 2017

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