Casi un año después de su dimisión y huida de Bolivia, el expresidente Evo Morales ha regresado este lunes a su país. Acompañado del exvicepresidente Álvaro García Linera, el líder cocalero ha cruzado a pie la frontera que separa la localidad argentina de La Quiaca y la boliviana de Villazón, para emprender un recorrido de dos días por carretera que culminará el miércoles en la pequeña población de Chimoré, en la región de Cochabamba, desde cuyo aeropuerto Morales partió al exilio el 11 de noviembre del año pasado.
El exmandatario fue despedido en el puente internacional que une ambas localidades por el presidente argentino, Alberto Fernández. Antes de cruzar la frontera, Morales ha afirmado que “no dudaba que iba a volver (a Bolivia) pero no estaba seguro que iba a ser tan pronto”. Al igual que Fernández, el líder indígena ha insistido en tildar de “golpe” su salida del poder hace un año. “Golpe a nuestro modelo económico, un golpe a nuestros recursos naturales”, sostuvo.
La teoría del golpe en Bolivia solo es sostenida por algunos gobiernos latinoamericanos democráticos, como Argentina o México, que dieron refugio a Morales. También por una parte del gobierno español, pues Podemos avala esa teoría, como recordó el vicepresidente Pablo Iglesias al acudir el domingo en La Paz, junto al rey Felipe VI, a la toma de posesión del nuevo mandatario boliviano, el izquierdista Luis Arce, miembro del Movimiento al Socialismo (MAS), del cual Morales es presidente.
Es cierto que el líder indígena, que gobernó Bolivia entre 2006 y 2019, dimitió del cargo el 10 de noviembre del año pasado después de que los comandantes de las Fuerzas Armadas expresaran que le habían retirado su apoyo. Pero también es verdad que, poco antes de dimitir, Morales había anunciado que se repetirían las elecciones donde obtuvo un controvertido cuarto mandato, reconociendo implícitamente que había habido irregularidades.
No solo la Organización de Estados Americanos (OEA) denunció que había habido fraude en aquellos comicios –acusación que ahora está en entredicho-, sino que también la Unión Europea (UE) detectó irregularidades. Además, Morales había insistido en postularse, amparándose en un fallo del Tribunal Constitucional, a pesar de que los bolivianos se habían manifestado en contra de que pudiera eternizarse en el poder, en un referéndum celebrado en 2016.
Tras el vacío de poder creado por Morales y la desbandada de ministros y legisladores del MAS, asumió el cargo la vicepresidenta del Senado, Jeanine Áñez, con el compromiso de convocar elecciones, que fueron dos veces postergadas por la pandemia. Sin embargo, Morales insistió durante todo este año en calificar de “golpista” a Áñez, que tardó muy poco en reconocer la victoria de Arce. No obstante, Áñez ejerció un gobierno de corte ultraderechista y revanchista, impulsando en la justicia denuncias contra a antiguos dirigentes masistas y –tras retirar su propia candidatura- haciendo todo lo posible para favorecer la victoria del candidato del centroderecha, Carlos Mesa, que finalmente obtuvo el 29% de los sufragios.
Inicialmente, Morales fue acogido en México por el presidente izquierdista Andrés Manuel López-Obrador, antes de llegar en diciembre a Argentina, donde el peronista Fernández le otorgó asilo político. Desde Buenos Aires, el líder cocalero dirigió la reorganización del MAS, impulsó la figura del moderado Arce -su exministro de Economía- como candidato presidencial y dirigió su campaña. Arce se impuso en las elecciones de octubre pasado con el 55% de los votos, ocho puntos más de los logrados por Morales en los comicios anulados de hace un año.
El líder cocalero puede regresar a Bolivia sin riesgo de ser arrestado, después de que un juez –tras la victoria de Arce- anulara la orden de detención en su contra por los delitos de sedición y terrorismo. No obstante, las investigaciones por estas acusaciones y otras impulsadas por el gobierno provisional saliente de la ultraderechista Jeanine Áñez continúan vigentes en la justicia boliviana, aunque ningún analista considera que tengan opciones de prosperar con el MAS en el poder. Dos de estas denuncias son por estupro.
El retorno a Bolivia de quien aún es el principal líder político del país ha estado rodeado del total desprecio de Morales por los riesgos del coronavirus, con el vistobueno de Fernández, que ha mantenido a la mayoría del territorio argentino bajo un confinamiento de más de siete meses, que finalizó el pasado viernes. Unos días después de la victoria de Arce, Morales viajó a Caracas para reunirse con el líder chavista, Nicolás Maduro, y al regresar a Buenos Aires violó ostensiblemente la cuarenta obligatoria de catorce días visitando un centro de detención de la dictadura en compañía de un ministro y altos funcionarios argentinos, sin que las autoridades tomaran ninguna medida. Además, mientras debía estar en cuarentena recibió en su casa porteña a líderes sindicales peronistas.
A su llegada este domingo al aeropuerto de San Salvador de Jujuy en un avión militar argentino para dirigirse a La Quiaca, Morales se mostró continuamente sin mascarilla y posteriormente participó en actos donde las aglomeraciones eran la norma, sin respetar ninguna distancia de seguridad. Igualmente, por la noche cenó junto a su comitiva y la de Fernández en un hotel, donde tampoco se guardaron las medidas sanitarias que indica el propio gobierno argentino, teniendo en cuenta además que siguen vigentes las restricciones para reuniones sociales y cenas en hoteles y restaurantes.
Tras despedirse del presidente peronista en el puente internacional, Morales se dirigió hacia una masa de partidarios que le esperaba al otro lado con banderas bolivianas y que se tragó al líder aymara sin ninguna prevención contra la Covid.
Antes de irse, Morales agradeció el refugio brindado por Argentina y su presidente. “Me salvó la vida”, dijo de Fernández. “No me faltaba comida, hermano Alberto: hermanos bolivianos con frutas, con verduras, y hermanos argentinos con carne; voy a extrañar la carne, hermano Alberto”, indicó Morales. “Te vamos a extrañar; intentaremos mandarte carne, para que no nos extrañes tanto”, respondió Fernández.
Fuente: La Vanguardia.