Dos gigantes europeos, Inglaterra y Alemania, atraviesan por la peor suba inflacionaria de las últimas tres décadas, impulsada por los costos de alimentos y la energía.
La inflación en el Reino Unido superó en diciembre las expectativas más pesimistas de muchos economistas y se ubicó en el 5,4%, la más alta desde que en marzo de 1992 se alcanzara el pico del 8,4 por ciento.
Al ritmo al que está creciendo el precio de bienes y servicios, la cifra podría situarse fácilmente por encima del 6% cuando llegue la primavera boreal, y trasladar a los hogares británicos un presión insostenible, informa el medio español El País.
Hasta el momento, la crisis por las elevadas tarifas de gas y electricidad que ya atraviesan otros países europeos ha sido evitada en suelo británico gracias al sistema de “precio tope” del consumo energético, que impuso el anterior gobierno conservador de Theresa May. Ese mecanismo establece un límite medio en la cantidad que debe pagar cualquier hogar por el consumo de gas y electricidad.
El tope se revisa dos veces al año, y las previsiones señalan que, en abril, la factura energética de los hogares británicos podría aumentar hasta un 50 por ciento.
La suba de los precios eleva la presión sobre el Banco de Inglaterra para subir los tipos y cumplir su mandato legal de mantener la inflación por debajo del 2 por ciento.
El ministro de Economía, Rishi Sunak, anticipó que su cartera pondrá en marcha subvenciones y ayudas fiscales para que las familias puedan hacer frente al incremento del costo de la energía.
En el continente
Por su parte Alemania también cerró el año en niveles de inflación desconocidos desde hace casi tres décadas, con una tasa media del 3,1 por ciento. Hay que remontarse a 1993 para encontrar un dato más elevado en el conjunto del año (4,5%), dice El País.
El precio de la energía y los efectos relacionados con la crisis del coronavirus han contribuido a que a lo largo de la segunda mitad del año las tasas fueran creciendo hasta llegar a su pico en noviembre, cuando alcanzó el 6% en su tasa armonizada, la que usa Eurostat para compararla con el resto de socios. En diciembre, ese porcentaje cayó ligeramente al 5,7%
Los precios de los productos energéticos aumentaron en Alemania un 10,4% en 2021 tras haber caído el 4,8% en 2020. El alza más significativa fue en el combustible para calefacción, que se disparó un 41,8 por ciento. El nuevo impuesto a la emisión de gases de efecto invernadero que el Gobierno alemán introdujo a principios de año también contribuyó a elevar los precios de la energía. Sin tener en cuenta esos valores, la tasa media anual de inflación habría sido del 2,3 por ciento.
La tendencia alcista se notó también en la alimentación. Los precios de la comida aumentaron un 3,2% en comparación con el año anterior. Subieron todos los grupos de alimentos, pero especialmente en el aceite para cocinar (5,3%) y las verduras (3,9%). También en este caso ha contribuido el efecto base de la reducción de los tipos de IVA el año anterior. El Ejecutivo de Angela Merkel rebajó del 19% al 16% y del 7% al 5% los tipos en la segunda mitad de 2020 dentro del paquete de medidas aprobadas para gestionar la crisis del coronavirus e impulsar la recuperación económica.
Las cifras de inflación con las que cerraron el año tanto en el Reino Unido como en Alemania están por encima de la media de la UE (5%), aunque por debajo de la española (6,5%).
Fuente: BAE Negocios