Estados Unidos será escenario este martes de una batalla electoral que tendrá repercusiones políticas en Washington y a escala mundial: si Donald Trump mantiene la mayoría republicana en la Cámara de Representantes y el Senado, su proyecto político habrá recibido un respaldo inapelable pese a la agenda disruptiva y bélica que ejecutó el presidente de los Estados Unidos desde su llegada a la Casa Blanca.
En cambio, si Trump pierde la mayoría entre los Representantes como anticipan los últimos sondeos de opinión, su proyecto de poder habrá sufrido una derrota que condicionará su eventual reelección presidencial y su pretensión de imponer un nuevo orden global.
La Cámara de Representantes (diputados en nuestra nomenclatura institucional), puede transformarse en el primer escollo político para detener la blitzkrieg de Trump. Cada dos años, se renueva la totalidad de los representantes (435 bancas), que actualmente se distribuyen en 241 escaños para los republicanos y 194 para los demócratas. Las encuestas sostienen que es posible que la mayoría de los representantes quede en manos de los demócratas, una circunstancia política que trabaría la ofensiva permanente de Trump destinada a demoler el estado de bienestar y beneficiar a la elite americana.
El Senado tiene 100 bancas y renueva 35 en total. Y de esas 35, a los demócratas le pertenecen 26, un número que es complejo para mantener y encima sumar dos bancas más para obtener la mayoría en la Cámara Alta. Los sondeos opinión aseguran que será una sorpresa si los republicanos pierden la mayoría en el Senado.
Las elecciones en Estados Unidos no son obligatorias y hoy es un día laborable. La tendencia histórica asegura que la administración en funciones –no importa si es demócrata o republicana-, siempre pierde una cámara en las elecciones de medio término. Sucedió con George Bush y también con Barack Obama.
En este contexto, una victoria de Trump en ambas cámaras despeja su camino para profundizar su agenda local, fortalecer su propuesta de nuevo orden global e iniciar la marcha forzada hacia una eventual reelección presidencial. La economía en Estados Unidos se encuentra en una curva de crecimiento y el índice de desempleo baja todos los meses.
El presidente está en niveles aceptables de imagen pública y su discurso misógino, conservador y discriminatorio aparece vencido por una bonanza económica que mimetiza las acusaciones que enfrenta por su presunta vinculación con los hackeos sufridos por Hillary Clinton en la campaña de 2016. Trump es investigado por el FBI y en DC no se descarta un eventual juicio político, si los demócratas recuperan la mayoría en la Cámara de Representantes.
El triunfo de Trump frente a Clinton barrió con todos los referentes políticos del partido republicano. Y la derrota de Hillary ante el empresario inmobiliario, terminó con la dinastía Clinton. Ningún candidato demócrata se respaldó en Bill o Hillary para hacer campaña, mientras que Obama y su esposa Michelle aparecieron criticando a Trump y solicitando el voto para derrotar al Presidente de los Estados Unidos.
En semejante lógica de poder, Trump aparece beneficiado. No hay adversario republicanos a la vista y ya no es tiempo de los demócratas Bernie Sanders o John Kerry. Michael Bloomberg, ex alcalde de New York, propietario de una prestigiosa agencia global de noticias y con pasado republicano, medita si se presenta como candidato independiente demócrata para lidiar con Trump. Bloomberg sería un adversario fantástico para Trump, pero aún no decidió su futuro político y personal.
La importancia de las elecciones también se puede medir por su costo y por los candidatos que buscan llegar al Capitolio. El Center por Responsive calcula que se habrán gastado más de 5.000 millones de dólares, una cifra que es inédita para un comicio de medio término. El presidente busca consolidar su proyecto político y los demócratas con un regreso triunfal a la Casa Blanca. Estos son los argumentos que permiten entender por qué esta campaña costará más de 5.000 millones de dólares.
En Buenos Aires, Brasilia, Caracas, la Habana, el DF, Otawa, Paris, Londres, el Vaticano, Berlín, Moscú, Beijing, Tokio, Pyongyang, Tel Aviv, Teherán y Riad se leerán con mucha atención los resultados de hoy en Estados Unidos.
Si Trump vence a los demócratas y mantiene su mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado, su proyecto de orden global será profundizado a tambor batiente. Washington no quiere los tratados multilaterales, rechaza el acuerdo de Cambio Climático, está en guerra comercial con China, diseña proyectos opacos para Medio Oriente y Venezuela, y niega la solidaridad internacional para los millones de refugiados que sueñan con una vida mejor.
En cambio, una derrota en las elecciones de medio término, ponen a Trump en una coyuntura histórica. Los protagonistas mundiales tendrán un argumento de política doméstica para enfrentar sus deseos imperiales, que aún ponen en jaque la estabilidad global.
A la medianoche se sabrá si el mundo tiene una nueva oportunidad para detener un proyecto de poder con final incierto, que todos los días Trump anuncia en los 140 caracteres de su tuit presidencial.