Construidas en la selva bajo la dictadura militar de la década de 1970, las rutas en el Amazonas brasileño tenían por fin someter a la naturaleza a los designios del hombre. Cuatro décadas después, se percibe cierto nivel de desarrollo y empeora la deforestación, al tiempo que amenazan el ecosistema y tiene preocupados a los lugareños.
Por el Amazonas, la BR-163 recorre la selva desde los campos de soja hasta una terminal de exportación en un río. Por allí pasan los camiones que llevan los troncos de los árboles de más de 300 años hacia los aserraderos. Es camino se encuentra con la BR-230, la famosa Transamazónica. Entre las dos cubren más de 8.000 kilómetros, cruzando el estado de Pará en el quinto país más grande del mundo.
El asfalto avanza sobre los caminos del Amazonas y su impacto tiene en alerta a los pobladores.
El presidente Jair Bolsonaro ganó las elecciones del año pasado con el apoyo del campo, de los camioneros y de los mineros, tras revivir proyectos para desarrollar la selva tropical más grande del mundo. Pero lo hizo en otra etapa de la historia humana, en la que los científicos dicen que el Amazonas debe permanecer como está para absorber el dióxido de carbono del aire y ayudar a contrarrestar los efectos del cambio climático.
Algunos sostienen asimismo que la Amazonía, que ha perdido un 20 por ciento de su vegetación original, se acerca a un punto irreversible, lo que coloca a Brasil en una encrucijada.
Al comenzar el gobierno de Bolsonaro faltaban pavimentar poco más de 50 kilómetros (32 millas) de la BR-163 que desemboca en la Transamazónica. Además, terminó de pavimentar la ruta de la soja. El proyecto, que se demoró décadas, es la primera de varias obras públicas que se vienen, según el ministro de infraestructura Tarcísio de Freitas. Incluido un ferrocarril para transportar granos a lo largo de la BR-163.
Las carreteras en sí no son un problema, según afirma Paulo Barreto, ingeniero forestal e investigador de la organización ambientalista Imazon, en diálogo con La Vanguardia.
Lo preocupante, agregó, es que el mejor acceso ha sido acompañado por la retórica de Bolsonaro que envalentona a los taladores ilegales al tiempo que su gobierno socava a su propio regulador del medio ambiente. “Si esto continúa, la deforestación va a dispararse en esta región’’, expresó Barreto.
Información oficial indica que la deforestación del Amazonas aumentó casi un 30 por ciento en los 12 meses que terminaron en julio, su nivel más alto en 11 años. El estado de Pará sufrió el 40 por ciento de esas pérdidas.
Mientras tanto, el gobierno de Bolsonaro argumenta que situaciones como los incendios que atrajeron atención mundial fueron producto de quemas ilegales, pero normales, que se hacen para el cultivo. Y que continuarán si no se logra desarrollar la región. Y para eso apunta a incrementar los cultivos de soja y maíz.
Cada vez hay menos tiempo. El Amazonas se torna más cálida y más seca, y pierde su capacidad de reciclar agua. La mayor parte de ese territorio puede pasar a ser una sabana en 15 o 30 años, según Carlos Nobre, científico de la Universidad de Sao Paulo especializado en el clima.
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