Cada dos horas, Griselda Fernández se acerca a uno de los dos bebés que cuida. Extiende el brazo, toma su manito y siente cómo se aferra con firmeza a sus dedos. Le acerca la mamadera a la boca, mientras le habla tiernamente. La criatura responde a esta alta dosis de afecto, y se alimenta con decisión. Griselda sonríe complacida: un nuevo osito hormiguero huérfano tendrá la posibilidad de sobrevivir.
Todos los días, esta técnica en fauna atiende a nueve animales que llegaron al Centro de Rehabilitación de osos hormigueros de CLT que funciona en San Cayetano, Corrientes, y es único en el mundo. Allí curan ejemplares que fueron atropellados o heridos por cazadores, pero también se da refugio a individuos que fueron mascotas y a crías cuyos padres murieron.
Su trabajo comprende alimentar a los ejemplares adultos con un licuado a cuyos ingredientes llegaron después de mucho ensayo y error, y que prepara en base a comida balanceada para gatos, enriquecida con frutas y yogur. Cada aspecto del centro es así, experimental. No hay evidencia internacional y por lo tanto han ido testeando todo sobre la marcha hasta armar un protocolo.
A sus pies, los osos lamen a toda velocidad los platos hondos con sus lenguas negras, finitas e interminables. Tienen que darles de comer a través de la reja porque es la forma que encontraron para que no vuelquen los recipientes.
Griselda vuelve a entrar al laboratorio y arma ahora las mamaderas con leche deslactosada que combina con otras que, en teoría, son para perros y para gatos. Doce veces por día repite este ritual, como sucede con muchos bebés humanos. Los osos de seis meses pesan unos siete kilos cada uno, otra similitud entre las especies. Pero hay más: en los días más fríos, los cubren con mantitas y hasta les entibian sus recintos con bolsas de agua caliente. Calor humano para el cuidado animal.
Pioneros
El oso hormiguero gigante posee un hocico alargado, pero carece de dientes. Tiene una cola larga, que los lleva a medir hasta dos metros de longitud. Es una especie en peligro de extinción en la Argentina: al año sólo procrean una cría.
"No hay experiencia internacional -admite a revista Lugares la veterinaria Ana Carolina Rosas- en cría y liberación de osos hormigueros. Nuestro proyecto original era con ejemplares adultos que venían de cautiverio, y teníamos la idea de rehabilitarlos y reintroducirlos en la naturaleza. Pero la realidad con la que nos encontramos era más triste aún: hay muchos ositos huérfanos a raíz de la caza, el mascotismo, los zoológicos, el desmonte. A muchos de estos bebés los encontramos prendidos de sus mamás ya muertas. Y bueno, nos animamos a trabajar para ver cómo podíamos salvarlos".
Caro, así le dicen todos, nació en Salta, estudió en Corrientes y sitúa en Santiago del Estero el lugar de origen de la mayoría de los bebés rescatados. "Los cazadores procuran salvar a sus perros de un eventual ataque, y por eso matan a las osas -asegura- sin darse cuenta de que portan encima a una cría". Los cachorros se mimetizan muy bien con el lomo materno, justamente para pasar inadvertidos ante posibles predadores. La naturaleza no contempla el accionar del hombre.
Para esta experta en fauna, los esteros son un escenario hermoso, pero sin la cantidad y diversidad de actores que la obra necesita y merece. Eso está cambiando. La primera liberación contempló 32 osos que fueron reintroducidos en la reserva correntina Rincón del Socorro, que hoy cuenta con más de un centenar de ejemplares en libertad entre los que se incluyen hijos y nietos de los pioneros.
En 2013 se fundó una segunda población en la reserva San Alonso, tras permitir que 23 animales volvieran a sentir el vientito de la libertad. El año pasado se dio inicio a una tercera comunidad en la reserva Carambola, con tres osos a los que acaba de sumarse otro. Y posteriormente se estableció un cuarto núcleo en la zona de San Nicolás.
Por supuesto que el proceso es gradual. Antes de estar en libertad, los osos pasan diez días en corrales de aclimatación, un espacio intermedio entre el centro y la naturaleza salvaje, con sus pastizales, humedales y montes. Es lo que llaman una "suelta blanda".
Posteriormente, cada ejemplar liberado es seguido durante un tiempo con un collar que emite una señal y permite sobre todo monitorear a las hembras para asistirlas, en caso de ser necesario, frente a la posibilidad de que se reproduzcan. Cuando se les retira el radiotransmisor, los especialistas de CLT instalan en el área cámaras trampa que les sirven para seguir observándolos, pero de manera menos invasiva. Vigilan el peso, eventuales heridas y evolución de enfermedades.
Triste y feliz
"Cuando algún oso es liberado, me siento triste y feliz a la vez. La verdad es que llevo 12 años acá y nunca imaginé que este trabajo podría gustarme tanto. Tuve en brazos a bebés de un kilo, y me da mucha tranquilidad cuando pienso que vi irse ya a más de cien animales. Aprendí a respetarlos, a entender hasta dónde llevar la conexión. Sus garras pueden ser peligrosas", admite Griselda, y sin decirlo tal vez recuerda el caso de la cuidadora del zoo de la localidad bonaerense de Florencio Varela que murió en 2007, atacada por un ejemplar. "Cuando les doy la mamadera se agarran de mi mano y se relajan. Si yo siento miedo, noto que se estresan y se aferran más fuerte de mí. Así que procuro estar tranquila. Pero en realidad -dice- lo más difícil es trabajar con ejemplares adultos porque llevan ya muchos años en la vida silvestre. No están acostumbrados a interactuar con personas.".
La veterinaria, a su lado, agrega que en algunos casos les dan un termitero, es decir, terrones grandes de tierra con hormigas y termitas. "Es más que nada un entretenimiento para ellos porque -sostiene- no les alcanza e igual hay que suplementarles la dieta con nuestro licuado".
La misión es un desafío constante, pero está deparando tan buenos resultados que han venido especialistas de Brasil y de Colombia a capacitarse, con la idea de replicar el proyecto.
Los expertos tienen a diario preguntas que, a falta de referencias internacionales y locales, nadie puede responder. Excepto la naturaleza, donde -paso a paso, pata a pata- están dejando huella.