A lo largo de cuatro décadas de democracia, el aporte científico fue clave para cerrar algunos de los interrogantes que dejaron los crímenes cometidos durante la última dictadura cívico-militar.
Si bien ya pasaron más de cuatro décadas desde el regreso de la democracia, todavía existen cientos de interrogantes en torno a los hechos y crímenes cometidos durante la última dictadura cívico-militar. A lo largo de los últimos 41 años, la ciencia fue un actor clave para poder encontrar respuestas, reconstruir historias y fortalecer la memoria colectiva.
Hasta el día de hoy, organismos de todas las áreas científicas continúan trabajando para resolver las preguntas inconclusas que dejaron los delitos clandestinos de la dictadura.
“La comunidad científica internacional dio respuestas a una demanda que surgió de las consecuencias del terrorismo de Estado”, sostuvo el investigador del Conicet Federico Ariel. Sobre este punto, señaló dos de los grandes desarrollos que logró la ciencia en contribución a la democracia argentina: el índice de abuelidad y el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense.
“La ciencia puede contribuir a la Memoria, la Verdad y la Justicia, y en ese sentido Argentina es reconocida en el mundo entero. Es algo por lo que tenemos que estar orgullosos”, destacó.
Todavía en dictadura, la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo emprendió la búsqueda de nietos y nietas que habían sido apropiados. Sin embargo, necesitaban encontrar una manera de probar a ciencia cierta el parentesco con sus familiares.
En ese momento, todavía no había pruebas que permitieran analizar el ADN para determinar parentescos y era todavía más difícil cuando, en gran parte de los casos, ambos padres estaban desaparecidos.
Ante este problema, recurrieron a un grupo de investigadores liderados por Mary Claire King en Estados Unidos, y junto al genetista argentino Víctor Penchaszadeh, lograron desarrollar el “Índice de Abuelidad”.
A partir de un trabajo estadístico y matemático, este índice permitió establecer, con el material genético, vínculos entre abuelos y abuelas y nietos y nietas con un 99,99% de eficiencia. Por el alto grado de confiabilidad que aseguraba el análisis, la Justicia lo aceptó como prueba fehaciente.
La recuperación de Paula Eva Logares en 1984 fue el primer caso en el que la Justicia utilizó como prueba de filiación los análisis genéticos.
Tres años más tarde, el Congreso de la Nación impulsó la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos, un archivo público y sistemático de material genético y muestras biológicas de familiares de personas secuestradas y desaparecidas durante la dictadura.
Desde entonces, el Banco colaboró en el esclarecimiento de crímenes de lesa humanidad vinculados con el terrorismo de Estado, y ayudó en la búsqueda e identificación de personas nacidas en cautiverio.
Por otro lado, ya en democracia, tanto las Abuelas de Plaza de Mayo como la Conadep fomentaron la creación del Equipo Argentino de Antropología Forense, un grupo que trabaja hasta el día de hoy para encontrar e identificar los restos de las víctimas.
El pionero en hacer este trabajo en el país fue el estadounidense Eric Stover, convocado para dilucidar interrogantes sobre los crímenes de la dictadura. Junto a un grupo de jóvenes estudiantes, llevó a cabo el análisis de restos óseos con metodología científica, una tarea sin precedentes en el país.
La investigación y el testimonio de Snow fueron fundamentales en el juicio a las Juntas en 1985.
Carlos Rojas Surraco, uno de los investigadores del equipo en la unidad de búsqueda forense, remarcó que “lo más gratificante” del trabajo del Eaaf es “dar respuesta a los familiares”.
“Cuando identificamos a una persona sabemos que estamos cerrando una herida. Aunque seguramente queden cicatrices, cerrar una herida no es para nada fácil, sobre todo cuando hablamos de familiares que pasaron más de 40 años sin saber qué pasó con su ser querido”, aseguró.
Con el correr de los años, el Equipo Argentino de Antropología Forense no sólo creció en el país y empezó a profesionalizarse cada vez más sino que también cobró relevancia a nivel mundial.
Según consideró Rojas, el impacto que tuvo este grupo fue gracias a su “parte humana”. “La sociedad tiene como esta idea de que la ciencia solamente se realiza en laboratorio y no hace ningún aporte a la sociedad. El equipo un poco viene a romper con esa lógica y a demostrar que la ciencia puede generar muchos aportes y sobre todo un aporte humano”.
Hasta el día de hoy, el Eaaf todavía tiene restos sin identificar y pide que las personas que tengan familiares desaparecidos entre 1974 y 1983 ayuden a su investigación y se acerquen a dar una muestra de sangre.
Hoy en día, siguen surgiendo nuevas iniciativas que contribuyen en menor o mayor medida a trabajar por la memoria y la democracia. Por ejemplo, a comienzos del 2023, el ministerio de Ciencia y Tecnología lanzó junto a la fundación Sadosky el proyecto “Inteligencia Artificial por la Identidad”.
Se trató de un concurso para estudiantes de universidades argentinas para desarrollar un software que pudiera digitalizar y transcribir el archivo periodístico de Abuelas de Plaza Mayo que tiene más de 10.000 artículos, y hacerlo más accesible. De esta manera se facilitó la clasificación y la consulta abierta para que tenga un mayor alcance.
La ciencia fue un actor determinante a la hora de encontrar respuestas sobre los crímenes de la dictadura y mantener la memoria viva en Argentina durante las últimas cuatro décadas. En este sentido, Ariel destacó que “la ciencia aporta conocimientos y eso permite a la sociedad como conjunto tomar decisiones basadas en conocimientos”.
“Los pueblos que controlan el conocimiento o tienen poder sobre el conocimiento son aquellos que tienen más independencia, más soberanía y la soberanía es algo inherente a una buena democracia”, cerró.