Científicos de instituciones públicas usaron modelos que permiten hacer proyecciones para el futuro.
Algunas especies de flora autóctona de la Patagonia no lograrán sobrevivir a los impactos del cambio climático en los próximos años. Y la hermosa selva valdiviana en el norte patagónico podría ser una de las áreas más afectadas. Otras especies, en cambio, conseguirán adaptarse a refugios naturales más hacia el sur patagónico. Esas proyecciones son parte de un trabajo que hicieron científicos de instituciones públicas.
Seleccionaron 22 especies de flora autóctona de la Patagonia. Con sistemas de modelaje, evaluaron los efectos que el cambio climático tendría en cada una de esas especies. Las conclusiones no son del todo optimistas ya que la biodiversidad se verá amenazada ante el aumento de las temperaturas, la escasez de precipitaciones y las actividades humanas.
Los resultados del informe fueron publicados por la revista científica Biodiversity and Conservation, un trabajo colaborativo entre investigadores integrantes de la Red Internacional Alianza Biodiversidad. Es la combinación de un trabajo inédito y una recopilación bibliográfica.
«Trabajamos en la genética de poblaciones. Nos enfocamos en especies arbóreas nativas de la Patagonia. En este trabajo intentamos recabar información de todos los estudios disponibles vinculados con datos genéticos para especies a fin de reinterpretar sus patrones de diversidad genética», puntualizó la investigadora Carolina Soliani, integrante del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche (Ifab) que depende del Inta y el Conicet, que participó del estudio.
En primer lugar, se realizó una búsqueda bibliográfica de la que fueron seleccionados 300 trabajos científicos publicados. La selección de artículos se realizó en base a criterios predefinidos, y a la distribución actual de las especies vegetales en la Patagonia.
Con esa información, se elaboraron mapas de vegetación y, a la vez, se proyectó geográficamente su diversidad genética. Posteriormente, en base a la previsión del cambio climático, se proyectó la distribución a futuro. Esto resultó ser la tarea más inédita.
Soliani explicó que esos modelos «de nichos ecológicos» son «interpretaciones en base a información histórica». «En base a una cierta información con que se cuenta se puede transferir a un mapa o a un área geográfica la distribución potencial de una especie», afirmó la investigadora adjunta del Conicet.
Explicó que hay todo un cúmulo de información disponible que se ingresa a estos modelos para realizar las interpretaciones como así también una proyección del clima, que incluye no solo los registros climáticos sino los datos del terreno, los tipos de suelo (montañosos o no) y la posibilidad de escurrimiento del agua, entre otros. Esa proyección se realiza en un rango de tiempo. En este caso, se proyectó del 2050 al 2100, aunque el trabajo se centró en el año 2070.
«Esas proyecciones del cambio climático también están basadas en los gases de efecto invernadero que se emiten en a la atmósfera, las actividades productivas industriales de los países, el aprovechamiento de los recursos naturales y las políticas de mitigación del cambio climático que los distintos estados aplican en función de los acuerdos internacionales», indicó.
Los modelos entonces toman en cuenta la distribución actual de las especies nativas patagónicas y el hábitat en que están insertas y, proyectan los cambios que podrían ocurrir a futuro. «De esta forma, se puede analizar si la especie va a permanecer en el tiempo o no. O si encontrará áreas geográficas propicias para habitar. Nos interesaba conocer la predicción de distribución a futuro considerando el cambio climático. Pero además de esa interpretación, empezamos a indagar sobre los centros de diversidad genética: si esas especies se iban a perpetuar o a desaparecer, si están en riesgo o no», especificó.
De las 22 especies nativas que los investigadores lograron modelar, la mayoría son icónicas de la región, como la Araucaria araucana, el ciprés de la cordillera, el ñire, la lenga, el roble, el raulí y otras especies de la estepa o y del monte (arbustivas y herbáceas).
Partieron de la hipótesis de que el cambio climático afectaría en gran medida la distribución de especies. Sin embargo, se encontraron con una diversidad de situaciones. «Hay que tener en cuenta que son modelos de predicción del cambio climático, con una cierta probabilidad de ocurrencia, aun así, no sabemos qué podrá pasar a futuro. Pensamos que a muchas especies les iría mal por el cambio de los patrones actuales del clima. Pero nos encontramos con un panorama más amplio», reconoció la investigadora.
Según el estudio, algunas poblaciones de las especies estudiadas podrían desaparecer, como el raulí, el roble pellín, o un arbusto pinchudo conocido como “alas de loro o matasebo. Otras perderán gran parte de su distribución geográfica respecto a la actual, como la araucaria, la lenga y el ciprés de la cordillera.
Unas pocas especies, en cambio, encontrarían nuevas áreas de distribución. «Con el cambio climático, encontrarían nuevos nichos donde distribuirse, como el neneo y como otras especies en las zonas de las turberas en la Patagonia Austral», aclaró.
De esta forma, se detectó que hay áreas que podrían actuar como refugios naturales al sur de la Patagonia donde no se perderían tantas especies ya que los cambios del clima no serían tan drásticos.
El informe también definió un patrón: la Patagonia Norte -que incluye Río Negro y Neuquén, la región de Los Lagos y la selva valdiviana en Chile-, donde se superpone la riqueza de especies, será la más afectada. Los cambios de las temperaturas, las precipitaciones y otros factores que tienen que ver con el uso de la tierra o el impacto antrópico afectarán esa área genéticamente diversa. Ahí, coinciden los investigadores, habrá que poner la mirada.
En el sur de Patagonia, los cambios en las condiciones no serán tan drásticos y, por lo tanto, actuarán como una especie de refugio para la vegetación.
«Esta información permite identificar áreas geográficas que estarían en riesgo de perderse o cambiar. De esta forma, se podrían implementar estrategias de conservación o mitigación. Los cambios son irreversibles. Pero identificar áreas de riesgo permite desarrollar políticas de mitigación o conservación si es que queremos frenar la desaparición de ciertas especies vegetales», subrayó Soliani.
«Los modelos ¿solo contemplan las variables estrictamente climáticas?», preguntó este diario. «Lo que más se reportan son los aumentos de la temperatura y la disminución de las precipitaciones, pero también inciden las actividades humanas, la explotación de recursos naturales. También incide la forma en que los países se paran frente al cambio climático y adoptan medidas para aplicar políticas de transformación», respondió Soliani.
Este estudio apuesta a contribuir con los organismos dedicados a las políticas de conservación, como Parques Nacionales, las áreas naturales protegidas y las direcciones de Bosques de las provincias. «Crear nuevas áreas a proteger sería lo ideal, pero también muy difícil y costoso. No toda la Patagonia está protegida hoy día, menos aún hacia la zona de la estepa patagónica (en relación al área de bosques). Hay una situación muy distinta en Chile. Si bien hay una combinación de áreas de protección estricta y otras donde se intervienen los bosques, en cuanto a porcentaje de superficie de áreas protegidas, Chile nos gana», concluyó.
Fuente: Diario Río Negro