Se conoció el dictamen del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, que manda desmantelar el emprendimiento inmobiliario conocido como Amarras y restaurar las condiciones naturales, cerca de Pueblo Belgrano y Gualeguaychú. Los jueces fallaron de acuerdo a una línea bajada desde la Corte Suprema, y sentaron un precedente notable para la defensa de los humedales. El abogado y periodista Julio Majul contó los comienzos de la lucha en defensa de la biodiversidad, contra un barrio náutico privado. Por Tirso Fiorotto (*)
“Amarras” no cumplió con obligaciones ambientales, desmontó parte del parque Unzué de Gualeguaychú y desvió parte del curso de agua. Majul relata aquí el momento en que advirtió de la gravedad del proyecto y decidió acudir a la Justicia hace cuatro años.
-¿Por qué puso atención en el emprendimiento Amarras? ¿Qué tenía de novedad? ¿Por qué lo encontró tan nocivo para el ambiente?
-Inicialmente fue una denuncia de una geógrafa, explicando de qué se trataba, hablo del año 2013 más o menos. Luego, un día que fui casualmente a Pueblo Belgrano entré a ver qué era, me asombré al ver que había desaparecido el humedal. Publiqué una carta de lectores en el diario El Día, preguntando qué era lo que se estaba haciendo, sin que nadie conteste nada. Entré a preguntar con amigos de Paraná y vi que era algo totalmente ilegal, sin ninguna de las normas a las que había que sujetarse en un emprendimiento así, y entonces hablo con colegas que estaban en el tema ecológico, quienes me decían que había que demostrar lo perjudicial que iba a ser Amarras para la ciudad, antes de hacer un juicio. Como me parecía un exceso de formalidad, en un día hice el escrito inicial y lo pasé a los colegas interesados, avisando que si no llegaba algo mejor iniciaría el proceso. Me advirtieron que estaba equivocado, pero como estaba seguro de lo que hacía, lo inicié. Y así empezó todo, en septiembre de 2015. El juicio no es porque fuera nocivo, no soy un técnico, sino en que no cumplió ni una sola de las normas legales existentes.
-¿Cuál es su sensación, al ver que el Poder Judicial ha mandado restaurar el lugar?
-La sensación cuando salió la sentencia de la Corte fue que no era en vano confiar que alguien del Poder Judicial iba a ponerse los pantalones y ordenar lo que la Corte ordenó. Luego, tuvimos la incertidumbre de qué haría el Superior Tribunal, hasta que me llamó Luis Leissa para informarme, anoche martes, del fallo. Para alguien que ha perdido tantas veces, fue una sensación hermosa. Le ganamos a los poderosos una vez.
-¿Qué ha cambiado, en su historia profesional en el derecho, la cuestión ambiental?
-En realidad me intereso en los temas ambientales desde hace mucho, te diría desde el siglo pasado. Profesionalmente es un honor el aplauso de mis colegas, pero no me cambia en nada.
-¿En quiénes pensaría usted en esta hora, cuando vemos que ha sido parte importante de un equipo que ganó un partido fundamental? Pienso no sólo en familiares, amigos, compañeros, compañeras, sino también en algunos maestros de la profesión que usted recuerde.
-Siempre pienso en Luis Leissa y Selva Chesini, que se pusieron a mi lado desde el primer juicio y siguieron hasta el final, ahora. Y emotivamente pienso en Juan Achinelli, el abogado de Urdinarrain que fue para muchos de nosotros (lo sigue siendo, porque está activo) un ejemplo de seriedad, honestidad y bonhomía. También en Jaime y Emilio Martínez Garbino, que fueron quienes me guiaron en el ejercicio de la abogacía.
-¿Qué aspecto del fallo le resulta más interesante?
-El fallo del Superior en realidad no me termina de gustar. De la Corte me parece que enunciar los principios precautorios como guía para todos estos casos es importantísimo.
-Agregue lo que quiera por favor.
-Gracias. Estoy demasiado emocionado como para pensar en algo por mi cuenta.
Autor: Tirso Fiorotto (*). Periodista, escritor, investigador.
Fuente: Diario Uno.