Especial para AIM. Entre acordes de Careless Whisper de George Michael, allá por junio se cerraron las listas de cara a las primarias de mañana, y a las elecciones presidenciales de octubre fundamentalmente. En el día de la escarapela – aunque suene paradójico – Alberto y Cristina finalizaron su distanciamiento de más de diez años y dieron lanzamiento a la fórmula Fernández-Fernández.
Mientras que un mes más tarde, el eterno rival del peronismo, actual presidente y contenedor del electorado antiperonista, Mauricio Macri dio su beso conciliador con un peronista tradicional como Miguel Ángel Pichetto nombrándolo su compañero de fórmula. De enamorarnos de Christine Lagarde, nos llamaron a enamorarnos de Miguel Ángel; y lo que fue un amorío internacional intenso pasó a ser un romance de la rosca política argentina, tan propio de un tipo de gobierno que este régimen tanto denostó. En definitiva, detrás de este manto romántico, la política se había pasado de rosca.
El proceso de elección del compañero de fórmula de Mauricio Macri no fue fácil. Si bien la idea inicial era que fuese una mujer - Stanley, Michetti o Bullrich - la compañera de fórmula, parece que el círculo rojo no adhirió a la idea, y lo que fue la conformación de “Alternativa Federal”, en realidad se convirtió en la primaria para dirimir el vice de Macri.
Con este espacio implosionado, la selección pasó a ser digna de un shopping outlet, donde Pichetto no era primera opción, aunque evidentemente no tan última como un vice de la UCR. Un partido centenario, que supo ser predominante, y que luego sucumbió a ser prestatario de estructura de Cambiemos.
Para quienes no lo conocen, y a los que fingen no acordarse, Pichetto posee una carrera parlamentaria de veintiséis años, habiendo sido diputado de la Nación por el PJ entre 1993 y 2001, y posteriormente senador de la Nación por la provincia de Río Negro hasta entonces. Sin contar su corta intendencia en la localidad de Sierra Grande entre 1985 y 1987. Nacido en Banfield, Pichetto no posee ni el poder ni la territorialidad de algunos caudillos peronistas, pero si la rosca determinante que muchos desean. Todas estas características que describen la carrera del Senador y su forma de construir y hacer política, son exactamente las opuestas a las que actualmente el gobierno cambiemista pregonó como las correctas y siempre las calificó como la vieja política, como se refirió Elisa Carrió un año exacto antes del anuncio de la fórmula Macri-Pichetto.
Como analizaremos brevemente a continuación, y en correlación a lo anterior, la fórmula presidencial de Juntos por el Cambio combina la aparente ampliación de la base electoral del oficialismo, articulándose a partir de la bolsonarización del discurso de Cambiemos, con la necesidad real de reformular su proyecto conservador neoliberal articulando con los manejos políticos y aporte parlamentario, que posee Pichetto y el PJ disidente, para la viabilidad del proyecto anterior. Sin contar, con el factor determinante del círculo rojo – mercado y corporaciones – que celebró la aparente apertura de Cambiemos, en vistas al rescate del liderazgo difuso de Mauricio Macri, en detrimento de las figuras emergentes como María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.
Nadie puede, y nadie debe vivir… ¿sin peronismo?: La ampliación de Cambiemos
Desde el triunfo de Mauricio Macri en 2007 como jefe de Gobierno, el PRO ha conformado una coalición competitiva que representaba el modelo conservador neoliberal argentino. Este logró nuclear enteramente al electorado antiperonista, y supo en 2015 seducir al electorado desencantado con el kirchnerismo a través de la imagen de lo “nuevo”.
Con su discurso de renovación política y marketing político a flor de piel, Cambiemos se consolidó como la expresión mejor lograda de la coalición capitalina de 2007 con la articulación del PRO-Coalición Cívica-Unión Cívica Radical. No obstante ello, los clivajes económicos de 2015-2018 trajeron consigo la necesidad de reestructurar la coalición para oxigenar el liderazgo de Macri y así hacer que dicho proyecto conservador adquiera nuevamente competitividad, ante el nuevo ascenso de Cristina Fernández como principal opositora. Frente a este escenario, Cambiemos encontró las razones por las cuales debió correrse de su imagen renovadora de la política y acercarse a un modelo de partido tradicional para ensanchar la coalición gobernante.
La elección de Pichetto no hizo más que refortalecer el liderazgo de Macri en detrimento de una estrategia real de apertura y conciliación política. La inclusión de parte del peronismo, que no adhirió al Frente de Todos, se dio en el marco de conseguir gobernabilidad legislativa en un contexto de conflictividad social producto de una economía inestable, alto endeudamiento y suba de tarifas, aunque esta no pese en el caudal de votos aportados por Pichetto.
La bolsonarización del discurso cambiemista
Ante la falta de respuestas positivas de la economía, y la inestabilidad del año 2018 en materia económica, Cambiemos experimentó el viraje de su discurso del aspecto económico a focalizar en la lucha anticorrupción y la seguridad como ejes principales. Este giro discursivo puede entenderse dentro del contexto regional, ante el recrudecimiento del discurso neoconservador. La figura de Patricia Bullrich supuso se la síntesis de dicho giro, en cuanto nos referimos a esta bolsonarización discursiva. Un ejemplo claro fue la famosa Doctrina Chocobar, o la creación del enemigo interno del RAM con Maldonado. Ante el ascenso de Pichetto, como figura más acabada del mismo, este viraje discursivo se consolidó, y se articuló al “precisamos mano dura” del electorado más conservador de Cambiemos. Con la economía fuera de su agenda mediática, los disparos discursivos como “Kicillof es un comunista” entre tantos del candidato a vice presidente, remiten a la campaña de Jair Bolsonaro contra el Partido de los Trabajadores en 2018 y agradar al círculo rojo que apoyó su ascenso.
En este aspecto Pichetto es un gran sintetizador como figura aglutinante, el cual se desmarca del aparato peronista - y de su pasado como senador K, apoyando políticas sociales inclusivas que se contraponen con las de la actualidad - aportando gobernabilidad legislativa recrudeciendo el discurso de derecha de Cambiemos.
Guiño hacia el mercado
Luego de la inestabilidad económica - la misma que hizo retornar al gobierno a políticas de corte populista - la estabilización del dólar gracias al sustento del Fondo Monetario Internacional permitió al macrismo poder afrontar la campaña electoral con el apaciguamiento temporal de la endeble situación económica de cara a un segundo mandato con necesidad de reformas. En una fuerza política cuya dos terceras partes se encuentra conformado por agentes del sector privado, no es casual que su impronta sea establecida por el empresariado argentino. El mismo que meses atrás promovía entre los pasillos vociferando un plan V (de Vidal), fueron los mismos que aplaudieron la elección de Pichetto. Entre ellos, el Hcbc Bank quien financió la gira del senador en Estados Unidos, para defender las reformas del gobierno de Macri y la necesidad de un segundo período.
Este sector presiona al gobierno con una reforma laboral y previsional inminentes que, en año electoral, no resultan para nada popular, y es por eso que entre gallos y medianoches se quiere tratar cercano a Octubre. Para ello, se precisaba de alguien que maneje los tiempos y la rosca parlamentaria como Miguel Ángel Pichetto y articule entre el ala política y el establishment, mucho mejor de lo que puede ejercer no solo el presidente Macri sino también su niño mimado Marcos Peña. Esto particularmente en el contexto de la vuelta al ruedo de CFK, dispuesta a dar su última contienda electoral.
Es aquí donde la nueva política, que tanto auspiciaba Macri and company, se debió dar su oportuno beso con la vieja política, de Pichetto y cia. Ese beso que los unió, no por el amor, sino por el espanto... Será por eso que se quieren tanto.
*Por Ignacio Dangelo Santo y Carlos Villarreal, ambos analistas y licenciados en Ciencia Política de la Ucalp.