Los políticos son cazadores de votos. Los roles del intelectual y del político son completamente distintos. El político que se sube a una tribuna para decir que no le importa lo que piensa la gente y que va a decir lo que a él le parece, está perdido como político. El político debe hacer una investigación de lo que la gente puede digerir.
El profesor que asume la cátedra y dice que antes de dar clase quiere averiguar qué piensan los alumnos, está perdido como profesor.
Los cazadores de votos, para realmente cazarlos, deben cambiar su discurso y para eso son útiles las discusiones entre intelectuales. El economista Ludwig Von Hayek dice que se debe tomar como ejemplo a marxistas y socialistas que siempre suben la vara y piden más. Hay liberales que en realidad son conservadores atados al status quo que no pueden ver más allá de dos metros de sus narices.
Imaginemos a Marx en un bar de cuarta en Londres diciendo a un colega que va a cambiar el mundo. Podría pensarse que estaba loco, pero lo logró. Otro ejemplo es Antonio Gramsci. Le he preguntado a ex socialistas que lo citan: “Tomen la cultura y el resto se dará por añadidura”, frase de Gramsci en los cuadernos de la cárcel fascista.
De “El liberalismo no se corta en tajos”, por Alberto Benegas Lynch (hijo); profesor universitario liberal argentino de economía.