Los neoliberales se sienten triunfantes en el mundo actual, que han contribuido a parir. Si les ha salido un hijo defectuoso lo atribuyen a interferencias, a efectos no queridos, como cada vez que sus análisis, que funcionan bien en las nubes pero mal en la tierra, se vienen abajo y deben atajarlos antes de que se estrellen.
El economista disidente chileno Manfred Max Neef, recientemente fallecido, se refiere a ellos como hábiles para sacarle el cuerpo al fruto de sus doctrinas, que nunca tocan tierra de buen modo. Dice que hablan de factores externos que serían los responsables y que designan con nombres latinos para mantener el prestigio, como si se tratara de cosas impenetrables, aptas solo para inteligencias privilegiadas como las de ellos.
No gustan de oírse llamar "neoliberales"; piensan que el nombre se debe al socialismo, gran Belzebú suelto por el mundo, padre de todas las ignorancias, que ha bautizado así a buen número de doctrinas económicas según ellos a veces similares, a veces diferentes.
Sin embargo, son unánimes en considerar "enemigos de la libertad" en general a los que pretenden regulaciones estatales de la actividad económica, de la que son extremadamente celosos. Los socialistas no se quedan muy atrás: consideran poco menos que esclavistas a los liberales. En todos los casos, la libertad es una belleza ausente que mira la lucha desde lejos.
La palabra "Neuliberalismus" pertenece a Ludwig von Mises, uno de los padres de la doctrina, y fue traducida como "Neoliberalismo" de manera inobjetable, por un liberal que vertió la obra del maestro al castellno.
Los neoliberales se han provisto de una filósofa que pusieron por encima de Aristóteles y Kant: la rusa Zinóvievna Rosenbaum, que cambió su nombre de origen por Ayn Rand, donde "Rand" proviene la máquina de escribir "Remington Rand" con que redactó sus novelas, tan pesadas como poco artísticas, pero de gran aceptación en Wall Street, que es la verdadera fuente de su fama.
Cuando llegó de Rusia, Rand intentó suerte como actriz de Holywood, pero ante el fracaso se dedicó a la literatura; y al final su éxito fue como filósofa objetivista. Da a los hechos un valor absoluto que no podría sostener ante la crítica y descree de la metafísica, que sus seguidores suelen relativizar con la observación de que tiene mil definiciones.
La cuestión de las mil definiciones es interesante porque obliga a elegir una si se quiere avanzar o de lo contrario ahogarse en el exceso. Las sociedades tradicionales no tienen mil metafísicas, tienen una sola: la filosofía perenne. La multiplicación nació en Grecia cuando se rompió la unidad doctrinal del orfismo. Y se acentuó en el Renacimiento hasta desperdigarse en mil tendencias muy posiblemente por influencia del individualismo, que está en la base del liberalismo.
Si Ayn Rand consiguió con el objetivismo superar la hazaña de Kant de sintetizar con el criticismo el empirismo y el idealismo, la filosofía posterior no lo ha advertido todavía.
La metafísica se llama por lo general "conocimiento" en Oriente (jñana en sáscrito), sin relación con la metafísica occidental, que es resultado de la capacidad combinatoria de los filósofos individuales.
Rand, no la máquina de dactilografía sino la filósofa, se atiene a la razón casi exclusivamente. El objetivismo no por una cuestión de nombres deja de ser racionalista.
Su punto de partida es una antropología pesimista, fundada en el egoísmo. No hay ninguna necesidad de compartir este presupuesto. El valor absoluto que les da a los hechos, sin interpretación, es un camino demasiado llano de evitar los peligros del relativismo. Los gerentes que hoy reclaman "facts" en su país adoptivo algo le deben a Rusia. En este punto Rand cuenta con que los hechos caminan en su misma dirección, por ahora. Si mañana se ven algunos de contramano, como ya parece ser el hecho, no mantendrán para nadie condición de absoluto.
Posiblemente la marcha del capitalismo actual ya no vaya en la dirección del neoliberalismo, que es soportado y alabado en la cátedra, a nivel pizarrón, pero rechazado sin ceremonias si pretende entrometerse en las decisiones políticas "de verdad".
Max Neef calculó en una conferencia reciente en Europa que las sumas entregadas a los bancos con motivo de la crisis de 2008 en varias tandas de millones de millones de dólares, eran suficientes para eliminar el hambre del mundo durante 600 años. La FAO había calculado en 30.000 millones anuales el aporte necesario para paliar las hambrunas.
Este es otro resultado que el neoliberalismo explica con alguna dificultad. Siendo un movimiento casi religioso que quiere presentarse como "libertario" , uno de sus máximas exponentes, el austríaco Ludwig von Hayek, visitó al dictador chileno Augusto Pinochet apenas su cruenta revolución derrocó y asesinó a Salvador Allende.
A pesar de su declarado amor por la libertad, dijo al diario conservador chileno "El Mercurio": “mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”.
La dictadura liberal era la de Pinochet y el gobierno democrático sin liberalismo, el de Allende. Las preferencias de Von Hayek tenían nombre y apellido y eran transparentes.
De la Redacción de AIM.