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Política
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El secreto de la filantropía

George Soros, Warren Buffet, Bill Gates, Mark Zuckerberg y otros son  bimillonarios estadounidenses herederos de la estirpe de John Rockefeller, Vanderbild, J.P. Morgan o Carnegie, afectos como ellos a publicitar donaciones de buena parte de sus enormes fortunas a fundaciones filantrópicas. Como sus antecesores de hace un siglo, ellos mismos son todo en las fundaciones que reciben las donaciones, como la que encabezan por ejemplo el propio Gates y su esposa Melinda.

Como sus antecesores de hace un siglo, Bill y Melinda Gates son todo en las fundaciones que reciben las donaciones.
Como sus antecesores de hace un siglo, Bill y Melinda Gates son todo en las fundaciones que reciben las donaciones.

Los súper ricos tienden a no pagar impuestos o pagar muy pocos. Las fundaciones tienen justamente el privilegio legal de descargar de los impuestos el dinero donado mientras los donantes retienen el manejo de los fondos, que van a empresas donde ellos mismos tienen intereses. De allí vuelve multiplicado y purificado con la imagen pública de una grandiosa generosidad.

No es entonces el arrepentimiento tardío de gente que hizo mucha plata y no sabe qué hacer con ella -como explicó Zuckerberg en una larga, detallada y publicada carta a su hija recién nacida, a la que supuestamente desheredó al donar casi toda su fortuna- sino un cálculo económico tendente a aliviar contribuciones y mejorar las retribuciones.
Se trata de la fachada que han adoptado los que tienen el timón de la economía mundial y con él la capacidad de dominar políticos y estados nacionales, los que sugieren guerras preventivas, los que esgrimen moralidad para colonizar, los que lanzan campañas de esterilización de los pobres en el Tercer Mundo, los que bombardearon Bosnia, Iraq, Siria, Afganistán, Libia, etc, etc.

Ellos mismos, en un estudio de abogados de Nueva York, hicieron redactar para Bosnia después del bombardeo, que terminó en 1995, una constitución que la convirtió en colonia, prohibió al banco central emitir dinero y que su presidente sea de Bosnia ni de ningún país limítrofe.

Charles Dickens muestra en una de sus novelas los argumentos racistas y patriarcales  de un banquero filántropo, que bajo la máscara es un usurero que no quiere largar un centavo porque funcionan bien los asilos que contribuye a mantener. Los argumentos del banquero son creíbles para las clases medias, pero la pesadumbre que de pronto se abatió sobre ellas con la reclusión ante la peste y el cese de sus ingresos, que los enfrenta masivamente a la miseria, los ha hecho despertar hasta cierto punto, por lo menos preguntarse si no estarán dormidos.

Ejemplo inglés

En tiempos del dominio británico en la India, los millonarios ingleses vieron cristiano y conveniente practicar la beneficencia con los hambrientos.  Previamente, la Compañía Británica de las Indias Orientales había destruido las industrias textiles de la India para evitar la competencia con los talleres de Manchester y había cortado el dedo índice a las tejedoras indias para asegurar el resultado. Cuando se desató la hambruna en 1900 porque los desplazados de la industria textil no pudieron pagar las semillas de arroz en su nuevo trabajo agrario, la respuesta británica fue que la reducción de la población era el resultado natural de la superpoblación. Otra prohibición, la de recoger sal del mar impuesta a los indios por los ingleses, que querían el monopolio de la industria, provocó de la mano de Gandhi la guerra de la sal y fue el comienzo del fin inglés en la India.

Bernard Shaw, un ácido crítico del imperio británico desde el punto de vista de los irlandeses, que lo sufrieron como pocos, les hizo saber a aquellos benefactores que solo pretendían satisfacer sus vanidades, escuchar su propia trompeta y ver su nombre en el altar de las elites y en compañía de la realeza.

Shaw no se dejó engañar por los “filántropos” de su tiempo, como tampoco Gandhi, que encontró cómo prescindir de la caridad inglesa y de los ingleses mismos también.

Un modelo de filantropía

Una célebre fundación estadounidense lleva el nombre de Andrew Carnegie, que donó más de 7.000 millones de dólares de fines del siglo XIX con la idea de que los ricos, los elegidos de Dios según la ética puritana, deben ser el único agente de sus hermanos más pobres, brindando a su servicio su sabiduría superior, su experiencia y su habilidad de administración, y hacer por ellos más de que lo que harían ellos mismos.

Esta ideología se viene continuando hasta ahora en las teorías de Ayn Rand, que tiene como héroe moderno al empresario capitalista, que toma cuerpo en el especulador financiero de Wall Street.

Preguntado Carnegie por qué en lugar de tan generosas donaciones no aumentaba el sueldo de los trabajadores de sus empresas, contestó que él necesitaba mantenerse competitivo y los obreros no sabrían que hacer con el dinero, porque de acuerdo con la ideología de base de los sajones protestantes norteamericanos, la excelencia se sanciona con la fortuna: tal es el premio que Dios concede a sus elegidos según la teología creada entre otros por Calvino en Europa. Lo que hizo Carnegie fue bajar el sueldo a los trabajadores de sus ferrocarriles, para mantenerse competitivo él y alejados de la tentación ellos.

Buffett, uno de los "filántropos" actuales más conocidos, explicó su inversión en la industria de los cigarrillos: ”cuesta un centavo fabricarlos y los vendes por un dólar. Además es adictivo, hay una lealtad fantástica."

Otra opinión

Según Federico Engels, esta clase de filantropía de los enriquecidos rinde servicios a los proletarios: "primero les trunca la vida, y luego se presentan ante el mundo como grandes benefactores de la humanidad cuando devuelven a las víctimas saqueadas una centésima parte de lo que les pertenece".

Gates es nieto de un poderoso banquero, su historia no es la de un pobre que se hizo rico. J. P. Morgan, hoy el banco más grande del mundo; John D. Rockefeller, el fundador de la Standard Oil,  Andrew Carnegie fueron todos monopolistas como él.

Es comprensible, en momentos en que un modo de hacer fortuna quiebra y está a punto de ser reemplazado por otro, que se esmeren en mejorar su imagen pública, en hacer ver mediante grandes inversiones que su solo interés es favorecer a los pobres del mundo, los amados objetos de su caridad.

En Estados Unidos la ley acepta fundaciones para la filantropía que se alimentan con recursos que se destinan a obras sociales en lugar de declararlos al fisco. Es un negocio más entre tantos de los que caen en las manos de los ricos.

Filantropía y mejora racial

La fundación de Bill Gates, la fundación Rockefeller, Monsanto y Syngenta han emprendido un proyecto común, que no es sino la continuación del que en los años 20 se llamaba “eugenesia”, y luego fue el de organismos genéticamente modificados.  Hitler lo llamó la “raza superior aria” y Joseph Mengele continuó por años haciendo sus experimentos en Sudamérica como antes, con más soltura, los había hecho en los campos de concentración nazis.

La eugenesia de Hitler fue financiada por la Fundación Rockefeller antes y durante la guerra.

La fundación Rockefeller, una de las “benefactoras filantrópicas de la humanidad” junto con Buffet y Gates,  creó la pseudociencia de la biología molecular tratando de reducir la vida a “secuencias de genes definidoras” con el propósito de cambiar a voluntad la genética y crear una raza superior

Fue la fundación Rockefeller, vinculada con George Soros a Monsanto, a la que debemos la soja y el maíz transgénicos y los campos regados con glifosato, la creadora de la revolución verde.

La revolución verde permitió a los filántropos desarrollar un agronegocio globalizado monopolizable como el caso del petróleo con la Standard Oil. El agronegocio se monopolizó como un siglo antes la industria petrolera.

La finalidad parecía oscura, pero aclaró: concentrar el control de la cadena alimentaria en corporaciones multinacionales como Monsanto y Syngenta, sin participación del agricultor tradicional.

Los agricultores deben quedar a merced de los “filántropos” porque no tienen sino comprar semillas todos los años, o de lo contrario les cae la “policía de semillas” o sufren más sencillamente la falta de fertilidad de las híbridas modificadas genéticamente.

Del campo a la ciudad

Como consecuencia del ingenio de los filántropos, el campo del Tercer Mundo, y de manera penosa el entrerriano, se despobló porque los campesinos deben emigrar a las ciudades, a las villas miseria donde el Covid 19 los espera con los brazos abiertos.

El objetivo es disfrazar de beneficencia las viejas doctrinas maltusianas que ven en el crecimiento de la población el mayor mal de la humanidad. Hoy en día consideran al hombre el cáncer del planeta y se ofrecen para “ayudarlo” a desaparecer.

Su beneficencia es apenas un disfraz, procuran una finalidad racista y clasista que sin dificultad se puede entroncar con los fines que Hitler dejó truncos debido al resultado de la Segunda Guerra mundial. Fracasó en su intento de esterilizar a la población de los países dominados a los que quería aplicar la limpieza étnica mediante agua adicionada con flúor, pero el plan se retoma con las semillas genéticamente modificadas, con planes de vacunación y de explotación de los recursos naturales para uso de los países centrales en lugares donde sobre la población local.

De la Redacción de AIM.

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