Cuando un cortesano de Iván el Terrible caía en desgracia, el zar solía llamarlo a su presencia y obligarlo a beber varios litros de vodka, hasta la muerte por coma alcohólico. Iván Vasilievich fue el primero que se hizo llamar "zar" en Rusia; el título deriva de César, lo mismo que Kaiser. Reinó en el siglo XVI.
En 1991, los rusos despertaron un día en el mismo país en el que se habían acostado la noche anterior; pero con otro nombre y bajo otra bandera, y con sus cuentas bancarias cerradas: de un día para otro perdieron todo.
Se suicidaron alrededor de 25 millones, muchos por el mismo método de Iván, en un país que tuvo 20 millones de muertos en la guerra contra los nazis.
Los golpes de la crisis
La crisis económica y civilizatoria disimulada tras la pandemia de coronavirus puede producir en occidente un efecto similar al de la caída de la URSS, pero en una población en general menos acostumbrada a sufrir, al menos las clases medias.
Algunos lo llaman nuevo orden, otros sexto paradigma económico-social: el primero habría sido en occidente el esclavismo en tiempos de Grecia y Roma; siguió el feudalismo, luego los capitalismos mercantilista e industrial, más adelante el liberalismo financiero y al final lo que esté en preparación.
Juego de zonzos
El cambio inminente aprovechará una población de zombis, estupidizada por el consumismo y el individualismo neoliberal; una población que de pronto debió enjaularse sin respuestas claras para la pregunta inocente por las causas, por qué estas novedades cuando todo parecía andar bien.
De Voltaire a los microchips
El modelo económico en trance de muerte es el parasitario de los neoliberales, el financista-banquero. El liberalismo de Voltaire es una nostalgia ilustrada. Otra cosa es la timba de los especuladores, que ven aparecer y desaparecer fortunas enormes en la pantalla de las computadoras -como en las máquinas de los casinos- sin ninguna responsabilidad social, sin ninguna obligación de rendir cuentas.
Después de los acuerdos de Bretton Woods en julio de 1944 quedaron solo dos modelos económicos: el soviético y el capitalista occidental. Cuando cayó la URSS en 1991 quedó uno, que se apresuró a ocupar el 40 por ciento del mercado que le dejaron vacante y se prometió vida eterna eufórico de éxito, pero pronto llegó al límite y empezó a oler a muerto.
El quinto modelo agoniza
En 2007 el orden neoliberal mostró signos de descomposición con la quiebra de Lehmann Brothers, confirmados ahora. Pero ya en 2001 un informe estadounidense advertía que la economía estaba en dificultades y podía derrumbarse.
Es posible que la crisis actual no tenga salida en la dirección en que vamos, porque está provocada por el encontronazo del sistema con límites insuperables. Para explicar las crisis, la economía política estaba preparada, pero no el "economics" con que fue suplantada en los centros de enseñanza estadounidenses y europeos.
Hubo gente que ganó enormes sumas con el modelo posindustrial, especuladores parasitarios que ven ahora cómo se esfuma el mundo en que prosperaron y toman medidas para eludir las responsabilidades y que ningún precio les sea exigible.
El sexto paradigma
Para que la población acepte con alguna facilidad las novedades del sexto paradigma fue útil manipularla de modo que hacerla incapaz de pensamiento propio pero muy apta para el pensamiento enlatado, como para las diversiones, las informaciones, la comida, el sexo enlatados.
El sexto paradigma son la robótica, la inteligencia artificial, el 5G, la nanotecnología, el transhumanismo. El pasado no volverá porque la globalización ya no existe, quebró.
Hoy la lucha es entre gobiernos y corporaciones, entre los que creen en teorías conspirativas y los que no creen, entre culturas dominantes y dominadas, entre autóctonos y migrantes, entre elites y pueblos, entre humanos y transhumanos.
La solución de estos conflictos necesita de una imagen intelectual del conjunto, pero no la tenemos. El "economics" no tiene teoría de la crisis, no puede explicarla teóricamente ni se lo propone, antes bien niega las crisis porque su fe es el progreso sin fin en un mundo finito.
El poder del miedo
Finalmente la humanidad está reducida a vivir en el miedo, en la incertidumbre, sin entender, en la angustia de no tener una orientación que muestre la salida.
El coronavirus instaló una dictadura mundial de hecho que oculta el paso de un modelo a otro. La fachada de una democracia solo formal, que sustituyó desde la Ilustración tanto al despotismo como a cualquier forma de autogobierno comunal o directo, caerá para dejar paso a lo que es tal como es.
El modelo de la posible sociedad nueva es el sistema chino de puntaje social, que no obstante no se puede aplicar a todos los pueblos. Sí en cambio es aplicable a todos la vacuna.
Podemos conjeturar que en el nuevo modelo los que rehúsen vacunarse no podrán tener tarjetas de crédito ni débito, ni carnet de conductor, ni cuenta bancaria ni pasaporte. Mostrarán el certificado de vacunación al día o deberán refugiarse en bosques o cuevas de las montañas. Sería volver a la vida de los matreros sin papeleta de conchabo que huían de la ley de vagos, o el sueño paleolítico de algunos anarcoprimitivistas heroicos, que ven la salida en asilvestrar la humanidad. Pero la inmensa mayoría quedaría anestesiada en una apariencia de bienestar bajo una dictadura sin lágrimas.
Como la gente no concibe el autogobierno y ha sido convencida de que los gobiernos trabajan por su bien y que sin Estado la vida es imposible, aceptará las nuevas normas como fatales, porque su discernimiento ha sido anulado por un largo machacar publicitario y educativo.
¿Un mundo feliz?
El mundo del porvenir ya está en construcción, en algunos lugares adelantada: cámaras de vigilancia omnipresentes ya hay en las ciudades grandes; la inteligencia artificial, incipiente pero en rápido desarrollo, ya está desplazando al trabajo humano y convertirá en sobrantes a inmensas multitudes; habrá pulseras electrónicas no solo para presos y microchips para todos, como ya se han aplicado muchos bajo la piel de un brazo en los países desarrollados.
A cambio de la libertad que nuestros antepasados consiguieron en siglos de lucha, recibiremos, exigiremos en compensación una vacuna posiblemente inservible o dañina.
La distopía es consecuencia de un mundo hedonista sin perspectiva, sin horizonte, sin razón de ser, anestesiado y sin idea del bien común.
De la Redacción de AIM.