La condena a prisión de nueve políticos catalanes que organizaron en 2017 el plebiscito en que se debía decidir la separación de España, fue el detonante de una reacción popular que amenaza repetir la de aquel año .
La Justicia española sentenció a 13 años de prisión al exvicepresidente de la Generalitat catalana, Oriol Junqueras, y a 11 años y medio para la expresidenta del Parlamento catalán, Carmen Forcadell, acusados de sedición y malversación de fondos.
Otros condenados por Madrid son los ex exconsejeros del Gobierno catalán, Jordi Turull, Raúl Romeva y Dolors Bassa recibieron, a 12 años, Josep Rull y Joaquim Forn, 10 años y medio por los delitos de sedición y malversación. Los dirigentes soberanistas, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, fueron sentenciados a 9 años por los delitos de sedición
Desde la cárcel, Junqueras dio una primera respuesta: “No hay otra opción que construir un nuevo Estado para huir de este que persigue a demócratas, prohíbe votar y protestar, y encarcela por ideas políticas”. Y es su idioma natal , uno de los idiomas españoles: “Tornarem més forts, més convençuts i ferms que mai. Gràcies a tothom i persistiu perquè nosaltres persistirem sempre, sempre!”
La reacción popular no se hizo esperar, la gente salió a las calles en Barcelona y otras ciudades catalanas al grito de “Libertad presos políticos”, “independencia”, y “Fuera las fuerzas de la ocupación”, referida esta última consign a al envío de fuerzas desde Madrid
Unidad en falso
Francisco Franco, cuando se alzó contra la segunda república en 1936, presupuso la unidad básica de España. Desde el triunfo del falangismo en 1939, los políticos españoles buscaron la forma de mantener esa supuesta unidad, primero mediante el autoritarismo y después mediante fórmulas diferentes de federalismo, nunca del todo aceptadas por los que debían someterse a ellas.
La unidad española, forzada por los reyes católicos después de la caída del reino moro de Granada en 1492, el mismo año del inicio del genocidio en América, fue resultado de un designio político que debió violentar la realidad histórica.
En la edad media, la península estaba dividida en varios reinos, como Castilla, Aragón, Cataluña o Navarra, que tenían entre ellos marcadas diferencias.
La constitucion liberal de 1812 eliminó la legislación local y estableció que hay una sola ley, un solo idioma: el castellano, y un solo aparato estatal: el español.
Pero entonces comenzó una resistencia tenaz, porque la gente se aferraba a la aldea, a lo local, una modo de vivir que provenia de cuando solo había caseríos y muy pocas ciudades.
La gente tenía consciencia de su identidad regional, se consideraban vascos o gallegos, por ejemplo, pero mucha claridad sobre el significado de esas designaciones.
La política, como siempre
Los políticos catalanes se han montado en esta constante histórica para invocar la autodeterminación de Cataluña, pero sin desmontar la corrupción, que ha agitado el viejo anhelo como un ideal con la intención de sostenerse y sostener un sistema del que viven muy bien.
Al margen de los políticos, cuya finalidad es cobrar más impuestos hoy y prometer la independencia mañana, Cataluña desde hace 1200 años es una nación con idioma, territorio, cultura y literatura. Con la misma ideología que formó la unidad nacional llamada España, el imperio aplastó a las naciones originarias de Abya yala.
La derecha política ha destacado al cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, inquisidor general de Castilla, como autor intelectual de la ideología del imperio español en los comienzos del siglo XVI. El ideario de Cisneros es el mismo que en el fondo luego redefinieron Ramiro de Maeztu a principios del siglo XX y José María Aznar y Mariano Rajoy actualmente.
El plebiscito convocado por Carles Puigdemont en Cataluña hace dos años, hizo retroceder la causa de la independencia catalana un milenio en una semana. Es posible que haya sido un bocado que entregó a conciencia a los borbones, que anexaron Cataluña a España en 1714, o quizá fue un mal cálculo o una ingenuidad.
De la Redacción de AIM.