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Política
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La peste al poder

La propagación de la peste de coronavirus viene acompañada por una manipulación social inédita, monumental, que está llevando a la población del mundo a la miseria  y a  la esclavitud, por ignorancia  y por  miedo. En la  Argentina, donde la peste  ha producido menos muertes que los accidentes de tránsito en una semana, ha merecido una respuesta oficial enormemente sobreactuada, pero calculada.

Quedate en casa: El sueño de los políticos para mantener a la población disciplinada.
Quedate en casa: El sueño de los políticos para mantener a la población disciplinada.

Casi toda la población fue enviada a prisión domiciliaria, se impidió trabajar a changarines, pequeños comerciantes y profesionales, lo que los puso  en condición de mendigos del Estado, y el presidente  sumó en sus manos todos los  poderes.

El  coronavirus fue  un pretexto perfecto para encerrar a la población y obligarla a temer por   su salud desde el encierro. Además, permitió desplegar a la policía y al ejército para controlar la situación.

Por ahora, el verdadero daño infligido a la población argentina es el producido por el confinamiento extremo y la parálisis económica que es su consecuencia, no por la peste.

El gobierno encerró a la población para cuidarla, o quizá para cuidarse de ella ante la perspectiva de   una situación incontrolable como consecuencia de la crisis económica.

La agenda 2030 de la ONU

Las medidas extremas que toma el gobierno nacional no difieren mucho de las que rigen en todo el mundo, porque se trata de un proyecto supranacional.

La agenda 2030 fue lanzada en la asamblea 70 de las Naciones  Unidas en Nueva York en 2015. Consta de 17 puntos que contemplan todos los aspectos de la vida: desde la reproducción hasta el consumo, la energía y las libertades individuales.

Un punto que ahora toma un significado más claro es el que alude a que "el desarrollo sostenible necesita un impulso urgente para alcanzar sus objetivos"

Tan  urgente ha sido el impulso que casi no nos dio tiempo de acomodarnos  y ya estábamos todos presos. La misma agenda pondera el sistema chino de vigilancia de la población, el moderno panóptico que ideó el filósofo liberal inglés Jeremías Bentham, mentado por Foucault en "Vigilar y Castigar". El panóptico es una prisión circular donde los centinelas pueden ver a todos y cada uno de los presos en todo momento sin que los presos puedan verlos a ellos. Esta finalidad está conseguida ahora en casi todo el mundo con los televisores inteligentes, las computadoras,  los teléfonos celulares y las cámaras de seguridad.

Austeridad a la fuerza

La pandemia repite el discurso de austeridad, sobre todo para las clases medias, que propugna la agenda 2030:  un despotismo eficiente ejercido por una elite dominante, tendente a reducir la población mundial y a encorsetarnos a todos dentro de límites estrictos.

Hace varias décadas, el ensayista argentino Ezequiel Martínez Estrada dijo que cuando permitamos que la ciencia nos gobierne la vida estaremos perdidos. Hoy mismo, los médicos han ocupado el antiguo papel que tenían los curas para decidir sobre la vida y  la muerte, por ejemplo en la Inquisición. Ahora son ellos los encargados de administrar los cuerpos, por ejemplo de retirar el respirador a un apestado anciano para dejarlo morir, contra los valores prevalecientes hasta ayer nomás, y colocárselo a un enfermo más joven.

La peste tiene un valor político disciplinario ejemplar, que estamos experimentando hoy en carne propia con toda virulencia. Según Foucault, gracias a la peste, la ciudad se inmoviliza, "es la utopía de la ciudad perfectamente gobernada, el sueño de todo político".

Después del Covid-19

Estamos en un momento de la historia donde el poder, que en otras épocas no se entrometía en las vidas  privadas de los súbditos, determina desde el tamaño de los inodoros a  la inoculación obligatoria de vacunas, reglamenta los horarios de trabajo, la calidad de las diversiones, el diseño de los ataúdes y el tamaño de la fosa donde cada uno irá a parar.  Y ahora también si puede caminar por la calle o trabajar.

Y sobre todo, sabe  y espía todo lo que hacemos  desde el cielo o desde la sombra. Nada escapa al ojo que todo lo ve. La advertencia de George Orwell en la novela 1984 se dirigía contra el comunismo, pero terminó probando mucho más de lo que pretendía, porque su mundo se sigue aproximando al real cuando el comunismo que él tenía en mente ha desaparecido.

En estas condiciones, es posible que en una nueva raza de esclavos de todos los colores comiencen a aparecer otra vez síntomas de drapetomanía, aquella enfermedad rara descripta por un médico estadounidense del tiempo de la esclavitud, en el siglo XIX, que se expresaba como ansias de los esclavos de liberarse.

El mundo moderno, hijo legítimo de las "luces" del siglo XVIII, tiene trabajadores esclavos en enormes complejos industriales que producen equipos electrónicos a precios bajísimos.

En Taiwan,  la empresa Foxconn, que fabrica el iPhone de Apple para todo el mundo, contrató  2.000 psiquiatras y consejeros psicológicos. Trata de  detener la ola de suicidios en las fábricas chinas de la empresa.

Antes de la pandemia, hubo uno tras otro 10 intentos de suicidio, con ocho muertes, algunas espectaculares como el de un empleado de 21 años que saltó al vacío desde la azotea de una torre en las instalaciones de la empresa en Shenzhen.

A los  psiquiatras contratados se les ofrece un salario de  75.000 dólares al año,  contra los  1.750 dólares que ganan los trabajadores suicidas. La finalidad declarada de Foxconn es conjurar los "malos espíritus" que inducen a sus trabajadores a eliminarse,  detrás de los que es fácil ver los mismos demonios que instalaban en el alma de los negros aquella enfermiza "ansia de libertad" que el médico describió como drapetomanía

Desconcierta a los dueños de la enorme empresa que los suicidas son jóvenes, que ganan más y tienen oportunidades de trabajo que no tuvieron sus padres. Estos vivían en el campo, en condiciones durísimas pero no sometidos a un régimen de trabajo stajanovista y cuasi esclavista.

Algunos videos muestran  imágenes de guardias de Foxconn en la sucursal de Pekín golpeando a trabajadores, otro motivo para los impulsos enfermizos de libertad.

La ciencia mantiene a raya a los esclavos

Gracias a ejército de psiquiatras bien pagados, los industriales taiwaneses por ahora consiguen mantener a sus trabajadores drogados con medicación adecuada y con diagnósticos más o menos equivalentes a los de la drapetomanía. Es decir, no hay nada nuevo bajo el sol. Si vuelven las condiciones de esclavitud, ahora "moderna", vuelven los prejuicios, los diagnósticos y los tratamientos. Ahora no tanto con base bíblica sino química. Porque la modernidad en parte consistió en reemplazar la religión por la ciencia  y hacernos creer que se produjo con eso un avance formidable.

Los psiquiatras no deben mejorar las condiciones mentales de los trabajadores, sino detectar a los insatisfechos para hacerles probar la fría dureza de la calle y poner en su lugar a  otros, ya que por cada uno que consigue empleo hay 10 que lo están buscando.  Una vez puesto el descontento en la calle, se suicidará ya sin contrato  laboral y no implicará gastos de seguro social para la empresa. Este no es  tiempo de profecías, se parece más a predecir  una tormenta cuando se escucha tronar.

De la Redacción de AIM.

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