Nunca temeremos a hombres que tienen un sitio en medio de sus ciudades para estafarse mutuamente. Según Herodoto, esta fue la respuesta que dio Ciro el Grande, rey de los persas, a una delegación espartana que trataba de desviarlo de su idea de atacar las poblaciones griegas del Asia Menor.
Ciro se refería al ágora, la plaza pública donde según los historiadores nació la democracia pero también el mercadeo, la compra venta que Ciro veía como estafa mutua practicada exclusivamente por hombres que debido a esa práctica no tenian una catadura ética que los hiciera temibles.
Lo que vio el rey persa también lo vio Aristóteles en su distinción entre economía y crematística. Llamó economía a "lo que facilita o procura que exista el almacenamiento de aquellas cosas necesarias para la vida y útiles para la comunidad de una ciudad o de una casa". Y llamó crematistica -que le parecía una desviación peligrosa- a "un arte adquisitivo para el cual parece que no existe límite alguno de riqueza y propiedad".
Dos milenios después, cuando Sismondi viajó a Manchester, se enfrió su entusiasmo por el industrialismo y consideró al padre de la economía politica, Adam Smith, como autor de una obra de crematistica, no de economía. Smith lo había entusiasmado, pero de la respuesta de Sismondi a lo que vio en Inglaterra nació el socialismo.
La afirmación de Ciro, basada en una observación sesgada; la de Aristóteles que expresaba un temor incipiente; la de Sismondi que constataba una explotación sin límite en busca de riqueza, se vuelve madura en la consideración de la FAO, que parece relacionar la crematistica con el patriarcado y la economía con las mujeres.
La FAO opina
Para la FAO, organización de las Naciones Unidas para la alimentación, cuando las mujeres cuentan con oportunidades, los rendimientos en sus explotaciones agrícolas aumentan y también sus ingresos. Los recursos naturales se gestionan mejor; mejora la nutrición y los medios de subsistencia están más protegidos.
Los rendimientos agrícolas aumentarían en casi un tercio si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres. Como resultado, habría hasta 150 millones menos de personas hambrientas en el mundo. Y los niños tienen perspectivas de futuro mucho mejores cuando sus madres están sanas, y cuentan con recursos económicos y formación. Especialmente durante los primeros tres años de vida.
Casi la mitad de la mano de obra agrícola del mundo es femenina, pero las mujeres poseen menos del 20 por ciento de las tierras de cultivo y por otra parte, el 60 por ciento de las personas que padecen hambre crónica en el planeta son mujeres o niñas. Sin embargo, cuando las mujeres se ven plenamente involucradas, los beneficios pueden verse inmediatamente: las familias están más sanas y mejor alimentadas; sus ingresos, ahorros e inversiones se incrementan. Y lo que es cierto de las familias, también lo es para las comunidades y, a largo plazo, para el país entero
Datos
En los países pobres, llamados convencionalmente "en desarrollo" por los ricos, las mujeres son el 45 por ciento de la mano de obra agrícola: el 20 por ciento en América Latina y el 60 por ciento en zonas de África y Asia.
En África y en Asia las mujeres suelen trabajar semanalmente entre 12 y 13 horas más que los hombres
En todas partes las mujeres son menos propensas que los hombres a poseer o controlar la tierra, y sus parcelas suelen ser de peor calidad. Menos del 20% de los propietarios de tierras en el mundo son mujeres.
Si las agricultoras tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres, el número de personas hambrientas en el mundo podría reducirse hasta en 150 millones, gracias a los aumentos de productividad. Las mujeres reinvierten hasta el 90 por ciento de sus ganancias en sus hogares, dinero que se destina a nutrición, alimentos, atención médica, escuela y actividades generadoras de ingresos, ayudando a romper el ciclo de la pobreza intergeneracional.
De la Redacción de AIM.