A los jóvenes destinados por herencia a dirigir la Sublime Puerta del imperio otomano los metían de niños en palacios de donde no salían, pero gozaban de todos los placeres sensuales imaginables e inimaginables. Cuando llegaban a la edad en que se les permitía ver el mundo fuera de las cuatro paredes donde habían estado recluidos y ocupar sus cargos en el Estado, eran manejados fácilmente por los que los habían mantenido en jaula de oro y tenían el poder en sus manos.
La posmodernidad, como la describe el asesor del gobierno, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, pretende con métodos muy diferentes conseguir en nosotros el mismo efecto que el aislamiento conseguía en aquellos jóvenes. Esa es la finalidad de la política que él recomienda. El "norte" del placer y las drogas en los conciertos de rock, modélicos para Durán Barba, son un pálido reflejo posmoderno de los herederos otomanos.
Durán Barba es una demostración más, por si hace falta, del devastador poder que puede tener la educación. Es doctor en derecho y en historia, tiene una maestría en sociología, y una licenciatura en filosofía escolástica.
Montado en esta erudición como en un caballo de Troya, diseñó la campaña política del Pro y es todavía su cara ilustrada más visible, aunque ahora no tanto. Sus puntos de vista se dejan traslucir en el párrafo que sigue, tomado de una entrevista periodística:
"La posmodernidad es un hecho, la revolución de las comunicaciones ha sido descomunal, Internet ha sido la última gran explosión de esa revolución y, desde luego, los celulares. Si se hace política y no se entiende que los jóvenes admiran a los hackers y no a los guerrilleros, no hay posibilidad de hacer política”
La ruina o la declinación de las instituciones originadas en la modernidad nos ha convertido en zombies, en gente viva que camina entre estructuras muertas sin poder orientarse. Durán Barba diseñó una campaña a medida de una política con partidos moribundos, con gente desorientada, sin convicciones, que solo aspira a mantenerse entre los consumidores.
Según él, los viejos partidos han entrado en una etapa de virtual extinción y no se parecen a los que hubo hasta Alfonsín.
El PRO, luego Cambiemos, ahora Juntos por el Cambio, sería “un partido muy joven, sin tradiciones, sin anquilosamiento en los viejos paradigmas”. Por ejemplo, la militancia kircherista, para Durán Barba es cosa del pasado. Ya no hay militancia de pueblo en pueblo, ni de comité a comité, porque los jóvenes actuales en vez de estar en las unidades básicas o en los comités navegan en la red.
El PRO no quiere aparecer como representante de ninguna clase política, porque los plutócratas no son una clase que pueda aspirar por número a ganar una elección: desde hace mucho no necesitan de elecciones, conocen otros caminos.
Durán Barba pretende partidos que no expresen intereses de clase, sino que se dirijan al individuo separado, y contribuyó a delinear uno en tiempos en que los partidos agonizan.
¿Qué quieren los votantes según Durán Barba? Nada de revoluciones al estilo de 1789 o de 1917. Nada de ideales. "Lo que quieren es que la política se ponga al servicio de su vida, de su hedonismo, de su placer. No quieren dar la vida por un ideal. En lugar de la lucha por la revolución, la búsqueda de la aventura a la vuelta de la esquina. "Es más interesante tener una aventura a la vuelta de la esquina que cambiar el mundo", dice en lo que parece mitad una constatación, mitad una felicitación.
Durán Barba expone sus gustos musicales en relación con su técnica política, que considera "transformada" por el rock and roll. El rock provocó en su criterio una revolución "que tiene que ver con mayor libertad y donde el placer es el norte de la sociedad”.
El rock sería útil a la política posmoderna, imperial y en el fondo terrorista, porque "si bien conserva su naturaleza contracultural, de despega de los grandes relatos políticos de la modernidad".
El mismo Durán Barba joven asistió a los conciertos de rock: "sentimos el impacto de estas nuevas visiones, que eran las revoluciones de los 60, que no eran revoluciones socialistas”. No hacía falta aclararlo.
Esta concepción groseramente materialista, propia del capitalismo llegado a su etapa de mundialización y agotamiento, que la decadencia artística que tomó forma en el rock expresa a su manera, es la implícita en la felicidad para todos, el consumo al alcance de la mano sin pensar ni proponerse otra cosa.
Sin embargo, detrás de estas ilusiones hay otras más fuertes: Cambiemos, como los K, tiene atrás el Nuevo Orden Mundial, hoy vacilante, y es una invitación "blanda" a aceptarlo porque no hay alternativa.
Es la senda marcada. Cualquier intento por salirse de ella puede reavivar la alternativa real: el garrote, que no se menciona, pero está preparado. Puede tomar forma en el protocolo antidisturbios, en la reducción de salarios, en la generalización de la miseria, en las pistolas Taser o ...ya veremos. La tentación hedonista de la vida consagrada al placer tiene un lado oscuro, como la Luna.
De la Redacción de AIM.