A la distancia y sin intercambiar palabra, los presidentes de Argentina y Brasil protagonizan un fuerte enfrentamiento detrás del cortinado que complica la aprobación del comunicado final de la Cumbre.
Javier Milei y Lula da Silva protagonizan un duelo diplomático inédito en la historia política de Argentina y Brasil. Lula pretende un sesgo ideológico en el comunicado final del G20, que Milei no tiene intenciones políticas de convalidar.
El presidente argentino soslaya las consecuencias del cambio climático, rechaza la agenda 2030 de desarrollo sustentable y condena el impuesto a los “super ricos”, las tres iniciativas que el mandatario brasileño considera fundamentales al momento de aprobar el comunicado final del G20, que inicia mañana en el Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro.
Milei no tiene intenciones de detonar la cumbre del G20, y está dispuesto a encontrar un wording diplomático que evite una hecatombe en el foro multilateral, pero a cambio exige que se respeten sus líneas rojas respecto a una agenda global que considera ociosa, perimida y decadente.
La exigencia del presidente argentino exhibe un problema de resolución imposible: Todo lo que rechaza, es todo lo que quiere Lula.
La Cumbre de Rio de Janeiro inicia mañana, y las negociaciones por el comunicado seguirán hoy, en un sprint final con epílogo incierto. Si no hay acuerdo, se utilizará un recurso institucional que tuvo vigencia en los G20 de Hamburgo (Alemania) y Osaka (Japón), cuando Donald Trump ocupaba la Casa Blanca.
En Hamburgo y Osaka, forzados por la posición intransigente de Trump, Los líderes mundiales hicieron una declaración final con el modelo 19+1. Todos los países se comprometieron a respaldar el Acuerdo Climático de París, menos Estados Unidos que exigió un párrafo aparte para explicitar su disidencia ideológica.
Argentina replicaría este modelo, si no hay wording posible que permita respetar las líneas rojas de Milei y Lula.
Además de las diferencias sobre el comunicado final, la relación bilateral entre Milei y Lula transitará por los parámetros formales que define el protocolo diplomático del G20.
No habrá reunión oficial -no fue pedida por ninguno de los dos-, y sólo se encontrarán en los espacios comunes que establece el cronograma del G20: foto de llegada, foto de familia, foto casual durante las deliberaciones y foto en la gala de la cumbre de presidentes.
Y nada más: ni un encuentro Pull Aside (informal en algún momento de las deliberaciones), ni una visita informal al Palacio de la Alborada. Milei y Lula tienen proyectos de poder diferentes, y la relación personal entre ambos no figura en la hoja de ruta que trazaron con sus respectivos aliados globales.
Milei se recuesta en Donald Trump y apoya a Israel, tras el ataque terrorista perpetrado por Hamas bajo las órdenes de Irán. Lula, en cambio, tiene diferencias ideológicas con Trump, convive con Teherán en los Brics, y su política exterior es pro Palestina.
Asimismo, el presidente argentino condena las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba, mientras que Lula apoya a Cuba, exhibe una posición ambivalente con Venezuela, y se lleva pésimo con Daniel Ortega.
En este contexto, para evitar un simple roce político o personal, Milei levantó su visita a China para participar de una cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Durante ese viaje, el presidente tenía previsto un cónclave con Xi Jinping en Beijing, ya que la Celac y el régimen comunista se hacen favores mutuos.
Pero el canciller Gerardo Werthein planteó a la diplomacia china la incomodidad de Milei con la Celac, y al final la reunión con el líder comunista ocurrirá durante la cumbre del G20 de Brasil. Será este martes, a horario a definir.
La cena informal compartida entre Milei y Trump fortaleció la estrategia del presidente argentino respecto a los acuerdos institucionales que podría negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Milei quiere abrir el cepo, pero necesita al menos 10.000 millones de dólares para fortalecer las reservas del Banco Central ante una eventual corrida en los mercados financieros.
Desde esta perspectiva, la Cancillería argentina cerró reuniones bilaterales con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva y Ayay Banga, titular del Banco Mundial. Milei asume que la visita a Mar -a- Lago inició una nueva etapa en la relación de la Argentina con el FMI y el BM, y ya quiere cobrar los dividendos en el G20 de Brasil.
“Kristalina va a tener que romper el chanchito”, sintetizó un miembro del Gabinete que interpreta los resultados políticos de la cena que compartió Milei con Trump.
El presidente no tendrá reuniones con ningún jefe de Estado de América Latina. Habla seguido con Santiago Peña, y cree que no le suma nada mantener un encuentro protocolar con Claudia Sheinbaum, que repudia a Israel y defiende a los palestinos.
En esta lógica política, Milei tendrá una cita bilateral con Narendra Modi, primer ministro de la India. Modi consolida una estrategia de acercamiento a la región, y Argentina está entre sus prioridades del mundo. Ambos países tienen economías complementarias, y Milei desea aprovechar las agendas convergentes entre Buenos Aires y Nueva Delhi.
Milei terminará su agenda de Buenos Aires con Emmanuel Macron, y llegará esta noche a Rio de Janeiro, que ya es una ciudad fortaleza. Lula tiene la obligación de proteger a Joe Biden, Xi, Macron, Olaf Scholz, Georgieva, Justin Trudeau, Peña y Georgia Meloni, entre otras figuras de la gobernanza global.
Ayer a la tarde era imposible moverse por las playas de Copacabana, Ipanema y Flamengo, que están ocupadas por cientos de soldados y policías militares. La ciudad estaba en soledad, flanqueada por una línea continua de vallas de metal, mientras una lluvia de primavera caía impasible sobre el Corcovado.